Fui más allá del oro:
entré en la huelga.
Allí duraba el hilo delicado
que une a los seres, allí la cinta pura
del hombre estaba viva.
La muerte los mordía,
el oro, ácidos dientes y veneno
estiraba hacia ellos, pero el pueblo
puso sus pedernales en la puerta,
fue terrón solidario que dejaba
transcurrir la ternura y el combate
como dos aguas paralelas
hilos
de las raíces, olas de la estirpe.
Vi la huelga en los brazos reunidos
que apartan el desvelo
y en una pausa trémula de lucha
vi por primera vez lo único vivo!
La unidad de las vidas de los hombres.
En la cocina de la resistencia
con sus fogones pobres, en los ojos
de las mujeres, en las manos insignes
que con torpeza se inclinaban
hacia el ocio de un día
como en un mar azul desconocido,
en la fraternidad del pan escaso,
en la reunión inquebrantable, en todos
los gérmenes de piedra que surgían
en aquella granada valerosa
elevada en la sal del desamparo,
hallé por fin la fundación perdida,
la remota ciudad de la ternura.
***
Pablo Neruda (Parral, 1904-Santiago de Chile, 1973)
Fotografía por Annemarie Heinrich
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