Aún así Las ventanas estaban abiertas y el aire de la mañana
insistimos en estaba, por el olor a lila y algún florido
que la vida está arbusto más oscuro, lleno de castaños y chillantes
llena de trinos de los pájaros. Como siempre que les das silencio y
oportunidades gritos. Las artes, también,
son eslabones. Imagino una idea en el instante en que se me ocurre, nuestra colisión. Una vez por una vez, cualquiera podría haber sido el niño de la suerte. Ni siquiera la lluvia estropeó la barbacoa, en el traspatio detrás de un tráfico pulido, a través de un paisaje, a lo largo de una playa. La libertad entonces, liberación después. Ella vino a servirnos de niñera en aquellos años turbios directamente del tumulto, y dijo que soñaba con el día en que liquidaría a todos en el distrito financiero. Ese solo teléfono es sólo un pelo del brontosaurio. Los bebedores de café respondieron extáticamente. Si tu perro se mantiene fuera de la habitación, tuyas serán las pulgas. En la calma, gotas de actividad. Raramente aparezco en mis sueños sin mis niños. Mi hija me contó que una vez en la escuela había aprendido a pensar en un poeta como una persona sentada sobre un iceberg y fundiéndose a través de él. Es una poesía de certeza. En la distancia, calle abajo, la soprano practicante azota el viento. En cuanto a nosotros que “amamos ser sorprendidos”, el dinero trae dinero, la suerte hace la suerte. Avanza, se adelanta. Al fondo de la clase no hay paisaje: todavía aquí y allá en 1969 podría padecer el alcance de la colectividad. Era el tiempo presente por un tanto, y no tan nuevo como entonces pensamos, el presente siempre después de la guerra. Desde entonces ha sido duro para mí compartir mi tiempo. Amarillo de aquel triste cuarto era de nuevo el amarillo de las siestas donde esperaba, inquieta, desesperanzada, por más días. Ellos dicen que la alternativa para la burguesía era la credibilidad. Llámalo agua y perros. La razón busca dos, entonces lo compone desde allí. Pero puede uno imaginar a un demente enamorado. Adiós; bastante bueno que fue. Hubo una pausa, una rosa, una cosa en el papel. Puedo fracasar pero no retrocederé. Porque el deseo es siempre vergonzoso. En la playa, con un fresco rubor. El niño mira fuera. Las bayas se conservan en las zarzas, en alambres en reserva para pájaros. A distancia, el sol es diminuto. No hubo Navidad apropiada después de que él murió. Esa ventisca triunfante hizo arrodillarse la ciudad. Soy una extraña para la niña pequeña que fui, y más, aún más extraña. Pero bastantes hechos acerca de una vida deben omitirse, se reemplazan fácilmente. Uno se sienta en un espacio hendido. Los modelos promueven una semejanza exterior, entre pequeños silencios blancos. Los árboles grandes atrapan toda la humedad de lo que se parece a una noche seca. Las reflexiones no hacen sombra, pero las sombras son, y hacen. Para entender la naturaleza de la colisión, uno debe saber algo de la naturaleza de los movimientos involucrados –es decir, una historia. Él me miró y sonrió y no parecía lejos, y así una amistad se volvió erótica. La suerte se libró de su trébol.
Lyn Hejinian (San Francisco, 1941)
Versión de León Félix Batista
Fotografía de Margaretta K. Mitchell
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