domingo, 31 de julio de 2022

halina poświatowska / un poema










Levanté una gran cruz negra
y ardí en el fuego del amor
en vano Bizancio
se retorcía sus flácidos dedos
las aureolas de los mártires rodaron por el cielo
una llama iluminó la tierra
la gente miraba inquisitivamente
hacia la estrella Venus
creía entender

***
Halina Poświatowska (Częstochowa, 1935-Varsovia, 1967)
Versión de Ada Trzeciakowska

/

postawiłam sobie wielki czarny krzyż
i spłonęłam w ogniu miłości
na próżno Bizancjum
załamywało wiotkie palce
aureole męczenników toczyły się po niebie
ziemię oświetlił płomień
ludzie badawczo
patrzyli w stronę gwiazdy Wenus
zdawało im się że rozumieją

sábado, 30 de julio de 2022

julia hartwig / sin más













Para todo llega el tiempo
pero no llegará el instante de revivir las primeras esperanzas
ni los primeros amores
ni de eternizar lo que pasa por tu cabeza como el viento
y suele ser presentimiento de una verdad importante
que se fuga travieso
Llega, sin embargo, el tiempo
en el que empiezas a perder poco a poco todo lo que has amado
y a todos los que al marcharse de aquí
no revelan si se marchan decepcionados.
Llega ese tiempo
y tú lo aceptas sin avergonzarte y sin mostrar humildad
así, sin más.

***
Julia Hartwig (Lublin, 1921-Gouldsboro, 2017)
Versión de Ada Trzeciakowska

/

Po prostu

*

Na wszystko przyjdzie pora
Ale nie przyjdzie czas wskrzeszenia pierwszych nadziei
i pierwszych miłości
ani utrwalenia w słowach tego co przebiega ci przez głowę jak wiatr
i bywa przeczuciem jakiejś ważnej prawdy
lecz umyka tak szybko jakoby swawoliło
Przychodzi jednak nieodwołalnie pora
kiedy po kolei tracić zaczynasz wszystko co kochałeś
i wszystkich którzy odchodząc stąd
nie wyjawiają ci czy odchodzą zawiedzeni
Przychodzi ten czas
a ty przyjmujesz go bez wstydu i pokory
ot tak po prostu

viernes, 29 de julio de 2022

jan skácel / la guerra



Llueve Mi ropa está empapada
No así mi corazón Cantan los soldados
Y cargan sus armas como básculas
Como las mujeres los pechos magros por el hambre

Con pequeñas puntadas la lluvia cose
El lienzo de la camisa contra el cuerpo desnudo
Las gotas salpican en el lago
Y yo no puedo creer esas palabras

***
Jan Skácel (Vnorovy, 1922-Brno, 1989)
Versión de Teresa Amy

jueves, 28 de julio de 2022

marianne moore / dos poemas










Silencio

*

Mi padre solía decir:
–La gente superior no hace visitas largas.
No hace falta mostrarles la tumba de Longfellow,
ni las flores de vidrio en Harvard.
Son autosuficientes como el gato,
que se lleva a la presa a un lugar privado;
la cola del ratón colgando floja de la boca.
A veces disfrutan de la soledad
y pueden quedarse sin palabras
al escuchar palabras que disfruten.
El sentimiento más profundo emerge durante el silencio;
no en el silencio, sino en la prudencia. –
Y no era hipócrita al decir –Haz de mi casa tu posada–.
Una posada no es un domicilio.

~

¿Qué son los años?

*

¿Cuál es nuestra inocencia?
¿Cuál nuestra culpa? Todos están
desnudos, nadie a salvo. ¿Y de dónde
viene el coraje: la pregunta sin respuesta,
la duda decidida
–que llama muda, sorda escucha– que
en la desgracia y en la muerte incluso
alienta a los demás
y en su derrota insta

al alma a que sea fuerte? Ve
hondo y es feliz el que consiente
a la mortalidad y en ese cautiverio
se levanta sobre sí mismo como
el mar sobre el abismo, luchando
por ser libre e incapaz de serlo,
en su renuncia
encuentra su vigencia.

El de opiniones firmes,
así vive. El propio pájaro,
que crece con su canto,
al erguirse se arma de valor. Aunque está preso,
su poderoso canto
dice qué humilde es la satisfacción,
la alegría, qué pura.
Eso es la mortalidad.
La eternidad es eso.

***
Marianne Moore (Kirkwood, 1887-Nueva York, 1972)
Versiones de Alejandro Abogado de la Serna y Ezequiel Zaidenwerg respectivamente.

/

Silence

*

My father used to say,
“Superior people never make long visits,
have to be shown Longfellow’s grave
or the glass flowers at Harvard.
Self-reliant like the cat—
that takes its prey to privacy,
the mouse’s limp tail hanging like a shoelace from its mouth—
they sometimes enjoy solitude,
and can be robbed of speech
by speech which has delighted them.
The deepest feeling always shows itself in silence;
not in silence, but restraint.”
Nor was he insincere in saying, “Make my house your inn.”
Inns are not residences.

~

What Are Years?

*

What is our innocence,
what is our guilt? All are
        naked, none is safe. And whence
is courage: the unanswered question,
the resolute doubt—
dumbly calling, deafly listening—that
in misfortune, even death,
        encourages others
        and in its defeat, stirs

        the soul to be strong? He
sees deep and is glad, who 
        accedes to mortality
and in his imprisonment, rises
upon himself as
the sea in a chasm, struggling to be
free and unable to be,
        in its surrendering
        finds its continuing. 

        So he who strongly feels,
behaves. The very bird,
        grown taller as he sings, steels
his form straight up. Though he is captive,
his mighty singing
says, satisfaction is a lowly
thing, how pure a thing is joy.
        This is mortality,
        this is eternity.

miércoles, 27 de julio de 2022

josé saramago / estudio de desnudo









Esa línea que nace de tus hombros,
Que se prolonga en brazos, después mano,
Esos círculos tangentes, geminados,
Cuyo centro en cono se resuelve,
Agudamente erguidos hacia los labios
Que ansiosos de los tuyos se desprenden.

Esas dos parábolas que te encierran
En el quebrar ondulado de cintura,
Las calipigias cicloides superpuestas
Al trazo de las columnas invertidas:
Tibios muslos de líneas envolventes,
Torneada espiral que no se extingue.

Esa curva tan suave que dibuja
Sobre tu vientre un arco reposado,
Ese triángulo oscuro que fulgura,
Camino y sello de la puerta de tu cuerpo,
Donde el estudio que de desnudo hago
Se transforma en cuadro terminado.

***
José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, 2010)
Versión de Ángel Campos Pámpano

/

Estudo do nu

*

Essa linha que nasce nos teus ombros,
Que se prolonga em braço, depois mão,
Esses círculos tangentes, geminados,
Cujo centro em cones se resolve,
Agudamente erguidos para os lábios
Que dos teus se desprenderam, ansiosos.

Essas duas parábolas que te apertam
No quebrar onduloso da cintura,
As calipígias ciclóides sobrepostas
Ao risco das colunas invertidas:
Tépidas coxas de linhas envolventes,
Contornada espiral que não se extingue.

Essa curva quase nada que se desenha
No teu ventre um arco repousado,
Esse triângulo de treva cintilante,
Caminho e selo da porta do teu corpo,
Onde o estudo de nu que vou fazendo
Se transforma no quadro terminado.

martes, 26 de julio de 2022

león felipe / dos poemas








Cómo ha de ser tu voz

*

Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra…
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera…
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.

~

Como tú

*

Así es mi vida,
piedra,
como tú; como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centellas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una Lonja,
ni piedra de una Audiencia,
ni piedra de un Palacio,
ni piedra de una Iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que, tal vez, estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

***
León Felipe (Tábara, 1884-Ciudad de México, 1968)

lunes, 25 de julio de 2022

wislawa szymborska / monólogo para casandra











Soy yo, Casandra.
Y esta es mi ciudad bajo la ceniza.
Y este es mi cayado y mis cintas de profeta.
Y esta es mi cabeza colmada de dudas.

Es verdad, estoy triunfando.
Mi razón hasta golpeó el cielo con un destello.
Sólo los profetas a los que no se cree
tienen semejantes vistas.
Sólo aquellos que mal empezaron las cosas,
y todo pudo haberse cumplido tan deprisa,
como si ellos no hubiesen existido.

Ahora me acuerdo claramente,
cómo la gente, al verme, callaba a mitad de palabra.
Se cortaba la risa.
Las manos ardían.
Los niños corrían hacia sus madres.
Ni siquiera conocía sus efímeros nombres.
Y aquella canción sobre la hoja verde,
nadie la terminó en mi presencia.

Yo les quería.
Pero quería desde lo alto.
Por encima de la vida.
Desde el futuro. Donde siempre hay vacío
y desde donde, ¿hay algo más fácil que ver la muerte?
Me arrepiento porque mi voz era dura.
Mírense desde las estrellas –gritaba–.
Mírense desde las estrellas.
Me oían y bajaban la mirada.

Vivían en la vida.
Forrados de gran viento.
Condenados.
Desde el nacer en los cuerpos del adiós.
Pero hubo en ellos una esperanza húmeda,
una llama alimentándose de su propio reverberar.
Ellos sabían lo que era un instante,
ay, al menos uno
antes de que…

Me salí con la mía.
Sólo que eso no significa nada.
Y esta es mi ropita manchada por el fuego.
Y estos son mis trastos de profeta.
Y esta es mi cara compungida.
Cara que ignoraba que pudiera ser hermosa.

***
Wislawa Szymborska (Prowent, 1923-Cracovia, 2012)
Versión de Gerardo Beltrán y Abel Murcia Soriano

/

Nieuwaga

*

To ja, Kasandra
A to jest moje miasto pod popiołem.
A to jest moja laska i wstążki prorockie.
A to jest moja głowa pełna wątpliwości.

To prawda, tryumfuję.
Moja racja aż łuną uderzyła w niebo.
Tylko prorocy, którym się nie wierzy,
mają takie widoki.
Tylko ci, którzy źle zabrali się do rzeczy,
i wszystko mogło spełnić się tak szybko,
jakby nie było ich wcale.

Wyraźnie teraz przypominam sobie,
jak ludzie, widząc mnie, milkli w pół słowa.
Rwał się śmiech.
Rozplatały ręce.
Dzieci biegły do matki.
Nawet nie znałam ich nietrwałych imion.
A tu piosenka o zielonym listku –
nikt jej nie kończył przy mnie.

Kochałam ich.
Ale kochałam z wysoka.
Sponad życia.
Z przyszłości. Gdzie zawsze jest pusto
i skąd cóż łatwiejszego jak zobaczyć śmierć.
Żałuję, że mój głos był twardy.
Spójrzcie na siebie z gwiazd – wołam –
spójrzcie na siebie z gwiazd.
Słyszeli i spuszczali oczy.

Żyli w życiu.
Podszyci wielkim wiatrem.
Przesądzeni.
Od urodzenia w pożegnalnych ciałach.
Ale była w nich jakaś wilgotna nadzieja,
własną migotliwością sycący się płomyk.
Oni widzieli, co to takiego chwila,
och, bodaj jedna jakakolwiek
zanim –

Wyszło na moje.
Tyle że z tego nie wynika nic.
A to jest moja szatka ogniem osmalona.
A to są moje prorockie rupiecie.
A to jest moja wykrzywiona twarz.
Twarz, która nie wiedziała, że mogła być piękna.

domingo, 24 de julio de 2022

fernando arrabal / de "la piedra de la locura"









Nos enlazamos desnudos en el campo y pronto nos separamos de la tierra y volamos dulcemente. En la cabeza llevábamos coronas de hierro.

La brisa nos llevó de un lado para otro y en ocasiones girábamos en torno a nosotros mismos, siempre unidos, vertiginosamente. Pero las coronas no se caían.

Así recorrimos en unos instantes varias regiones diferentes, mis muslos entre los suyos, mi mejilla sobre la suya y las dos coronas tocándose.

Al terminar las últimas convulsiones, de nuevo volvimos a la tierra y observamos que las coronas nos habían herido la frente y que la sangre resbalaba.

***

Detrás está una monja con una gran sartén sobre el fuego. Creo que está haciendo una tortilla: tiene un par de huevos gigantescos junto a ella. Cuando me acerco me mira fijamente y observo que debajo de sus hábitos, en vez de pies, aparecen dos ancas de rana.

En la sartén hay un hombre con una expresión de indiferencia. De vez en cuando saca un pie —quizás se queme demasiado— y la monja se lo vuelve a meter. Ahora el hombre se ha quedado inmóvil y una especie de salsa lo cubre. La sopa se vuelve espesa, ya no lo veo más.
La monja me pide que me vaya con ella a un rincón. La sigo, y comienza a contarme obscenidades en un tono de murmullo. Para comprenderla mejor me acerco a ella y noto que acaricia mi sexo, pero no me atrevo a decir nada. Alguien se ríe detrás de nosotros. Miro las manos de la monja y descubro que son dos ancas de rana.

Me doy cuenta de que estoy desnudo y temo que me vean así. Ella me dice que me meta en la gigantesca sartén para que nadie me vea. Me meto. La sopa está cada vez más caliente. Intento sacar un pie pero la monja me lo impide. La salsa ahora me cubre por completo y el calor aumenta constantemente.

Ahora me abraso.

***

La niña desnuda que va sobre el caballo me dice que entre en la plaza.

En la plaza la gente juega con unas bolas que lanzan y hacen volver a la mano por medio de una cuerda elástica. Al atravesar la plaza, toda la gente deja de jugar y se pone a señalarme con el dedo y a reírse. Corro y todo el mundo me lanza las bolas que ruedan junto a mí sin tocarme. Las bolas son de hierro.

Lo más rápidamente posible me meto por la primera calle que veo. Me doy cuenta de que se trata de un callejón sin salida. Por ello vuelvo a la plaza.

Un caballo me persigue. Para que no me coja me escondo tras un árbol de varios troncos. El caballo se lanza sobre mí, pero queda empotrado en el árbol, apresado por sus ramas. Miro hacia arriba y veo a la niña, desnuda.

Intento liberar al caballo prisionero de las ramas, pero me muerde arrancándome parte de la muñeca. El caballo relincha y parece que ríe.

La gente se pone a lanzarme bolas de hierro. La niña desnuda sobre el caballo se tapa la boca con la mano, pero veo que se ríe de mí a carcajadas.

***
Fernando Arrabal (Melilla, 1932) La piedra de la locura. Madrid: Laetoli, 2022.

sábado, 23 de julio de 2022

cristina campo / dos poemas













Amor, hoy tu nombre
se ha fugado de mis labios
como el pie del último peldaño...

Ahora el agua de la vida se dispersa
y toda la larga escalera
es comenzar de nuevo.

Te he permutado, amor, por palabras.

Oscuridad, miel que hueles
dentro de macetas diáfanas
bajo mil seiscientos años de lava -

te reconoceré desde el inmortal
silencio.

~

La nieve estaba suspendida entre la noche y la calle
como el destino entre la mano y la flor.

En un dulce sonido
de campanas queridas has venido...
Como un ramillete la vejez de estas escaleras ha florecido.
¡Oh, tierna tempestad
nocturna, rostro humano!

(Ahora toda la vida está en mi mirad,
las estrellas sobre ti, sobre el mundo que tu paso cierra otra vez)

***
Cristina Campo (Bologna, 1923-Roma, 1977)
Versiones de Nicolás López-Pérez

/

Amore, oggi il tuo nome
al mio labbro è sfuggito
come al piede l'ultimo gradino...

ora è sparsa l'acqua della vita
e tutta la lunga scala
è da ricominciare.

T'ho barattato, amore, con parole.

Buio miele che odori
dentro diafani vasi
sotto mille e seicento anni di lava -

ti riconoscerò dall'immortale
silenzio. 

~

La neve era sospesa tra la notte e le strade
come il destino tra la mano e il fiore.

In un suono soave
di campane diletto sei venuto…
Come una verga è fiorita la vecchiezza di queste scale.
O tenera tempesta
notturna, volto umano!

(Ora tutta la vita è nel mio sguardo,
stella su te, sul mondo che il tuo passo richiude).

viernes, 22 de julio de 2022

víctor montejo / las cinco direcciones











Cantarán los gallos sonoramente
cuando la alborada se asome
por el oriente del país.
Allí se levantará el sol sonriente
con el bullicio de las aves canoras
y habrán destellos luminosos
en el cono de los volcanes lejanos.

Caminará el sol, lentamente,
de oriente a occidente
y alumbrará de igual forma
de norte a sur
aunque con más claridad en el centro
que es el ombligo del mundo.

Estas son la cinco direcciones
según los astrónomos mayas:
El rojo amanecer del día (oriente),
el negro atardecer agónico (occidente),
el blanco del norte friolento
el poder amarillo en el sur
y en el centro del mundo
el verdeazul intenso
del trópico.

Hermoso, es, ver el mundo
con sus cinco direcciones
a través del prisma Maya.
¿Aprenderán esto los occidentales
que ven el mundo sólo en blanco y negro:
Oriente y Occidente?
¿Qué le importan a las aves
de melodioso canto
las carreras armamentistas
entre Oriente y Occidente?
¿Qué saben los venados saltadores,
símbolos de la buena suerte,
de los odios diplomáticos
entre Oriente y Occidente?
¿Qué saben los niños recién nacidos
de los misiles y artefactos nucleares;
el Star Wars criminal
entre Oriente y Occidente?

Yo creo en el ave luz
en el centro de América
que saluda el bello amanecer del día
en el oriente
y que sabe despedir la tarde obscura
del occidente.

Creo en el ave luz del trópico
que sigue su puente migratorio
de norte a sur,
y luego, de sur a norte
cuando llega el frío
dando dentelladas
con sus helados colmillos blancos.

Creo hoy, más que nunca,
en los cinco colores sagrados
que rigen las direcciones del mundo
como lo creyeron los antiguos Mayas.
Cuando aprendamos, así, a ver el mundo
como seres humanos y hermanos;
descubriremos que la vida es muy bella
como una flor abierta
que no retoñará dos veces.

***
Víctor Montejo (Huehuetenango, 1951)

jueves, 21 de julio de 2022

guadalupe grande / dos poemas













La huida

*

Vivimos como de prestado
vivimos como sin querer
vivimos en vilo y nuestro destino es la espera
vivimos fatigados de tanto sinvivir
 
Hui, es cierto.
 
Huir es un naufragio,
un mar en el que buscas tu rostro, inútilmente,
hasta convertirte en náufrago de sal,
cristal en el que brilla la nostalgia.
Huir tiene el olor de la esperanza,
huele a cierto y a traición,
se siente vigilado, está perdido
y no hay ningún imán que guíe
su insensato paso migratorio.
Huir parece alimentarse de tiempo,
respira distancia y mira, desde muy lejos,
un horizonte de escombros.
Huir tiene frío y en la piel de su vientre
resuenan palabras graves valor asombro lluvia.
Huir quisiera ser un pez abisal que ha llegado a la superficie:
después de tanto oscuro,
de tantos siglos anegado en la profundidad,
brillan las primeras gotas de luz
sobre su lomo albino de criatura castigada.
Pero huir es un naufragio
y tu rostro un puñado de sal
disuelto en el transcurso de las horas.

~

Meditación
 
*

Aturdidos de tanto saber
y de no entender nada
las cenizas de la memoria
se esparcen en el aire
 
Una cucharada más de polvo,
tan sólo otra cucharada de nostalgia.
Abre la boca, niña, come y calla.
Cruel alimento es la nostalgia,
naufragio desolado de la vida,
espejo injusto e insaciable.
 
Otro bocado más, niña, mastica y traga.

***
Guadalupe Grande (Madrid, 1965-2021)

miércoles, 20 de julio de 2022

ted hughes / cuatro poemas













Halcón posado

*

Estoy en la cima del bosque, cerrados los ojos.
Inacción, ningún sueño falsario
Entre mi corva cabeza y corvas patas;
O dormido ensayo capturas perfectas y como.

¡Que convenientes los árboles altos!
La elasticidad del aire y el rayo del sol.
Me son ventajosos;
Y el rostro de la tierra alzado a mi inspección.

Mis patas están fijas en la áspera corteza.
Se requirió toda la Creación.
Para producir mi pata, cada pluma mía:
Ahora sostengo la Creación en mi pata.

O me remonto, y le doy vueltas despacio –
Mato donde me place porque todo es mío.
No hay sofistería en mi cuerpo;
Mis modales son arrancar cabezas –

La asignación de la muerte.
Pues la sola ruta de mi vuelo es directa.
Y atraviesa los huesos de los vivos.
Ningún argumento postula mi derecho:

El sol esta atrás de mi.
Nada ha cambiado desde que empecé.
Mi ojo no ha permitido ningún cambio.
Voy a mantener las cosas de este modo.

~

La vida trata de ser vida

*

La muerte también trata de ser vida.
La muerte está en el esperma como el marino
ancestral
Con su horrible relato.

La muerte maúlla entre las mantas – ¿es un gatito?
Juega con muñecos pero no puede interesarse.
Contempla la luz de la ventana y no puede
discernirla.
Usa ropa de bebé y es paciente.
Aprende a hablar, mirando las bocas de los otros.
Ríe y grita y se escucha pasmada
Contempla los rostros de la gente
Y ve la piel como una luna extraña, y contempla la
hierba
En su posición igual que ayer.
Y contempla sus dedos y oye: "¡Miren a ese niño!"
La muerte es un expósito
Atormentado por cadenas de margaritas y campanas
de domingo.
La arrastran de aquí a allá, como muñeca rota,
Niñas que juegan a las madres y a los funerales.
La muerte sólo quiere ser vida. No acaba de poder.
Llorando está llorando por ser vida
Como por una madre a la que no recuerda.

Muerte y Muerte y Muerte, susurra
Con ojos cerrados, tratando de sentir vida

Como el grito en la alegría
Como el brillo en el relámpago
Que vacía el roble solitario.

Y esa es la muerte
En las astas del alce irlandés. Es la muerte
En la aguja de hueso de la cavernícola. Y todavía no
es muerte –

O en el colmillo del tiburón que es un monumento
De su lamentación
En un litoral de la vida.

~

Discurso desde la sombra

*

No tus ojos, sino lo que disfrazan

No tu piel, justo con esa textura y luz
Sino aquello que la usa por cosmético

No tu nariz – ser o no ser hermosa
Sino aquello para lo cual espía

No tu boca, no tus labios, no sus ajustes
Sino el hacedor del tubo digestivo

No tus pechos
Porque son diversión y aplazamiento

No tus partes sexuales, tus recompensas ofrecidas
Cuya naturaleza es la de una flor
Técnicamente peligrosa

No las redes de tu voz, tu donaire, tu compás
Tu droga de un millón de microseñales

Sino el propósito.

La piedra sobrenatural en el sol.

El ojo fiero
Del halcón, tras su capucha

Domado y hecho
A sus propias mixtificaciones

Y a los dedos de los hombres.

~

Escuela de sordos

*

Los niños sordos eran ágiles monos, peces trémulos y
súbitos.
Tenían caras alertas y simples
Como caras de animalitos, pequeños lémures
nocturnos en la luz de la linterna.

Les faltaba una dimensión,
Les faltaba una sutil aura oscilante de sonido y
respuestas al sonido.
Todo el cuerpo era ajeno
A la vibración del aire, vivían por los ojos.
La clara mirada simple, la plena atención instantánea.
Sus seres no estaban trenzados en una voz
Trenzada a su vez en una cara
Oyéndose a sí misma, su propio público y auditorio,
Aparición camuflada, aseveración en duda –
Sus seres se escondían, y sus caras asomaban del
escondite.
Con lo que hablaban era una máquina,
Una manipulación de dedos, un tablero de control de
gestos
Allá afuera en el espacio extraño
Apartado de ellos –

Sus caras sin usar eran simples lentes de vigilancia
Simples charcos de candorosa vigilancia

Sus cuerpos eran como sus manos
Más ágiles que cuerpos, como los martinetes de un
piano,
Una viveza de marioneta, una simple acción mecánica
Una vaguedad de jeroglifo
Una estilizada escritura
Deletreando señales aproximadas

Mientras el ser atisbaba tras la cara del simple
encubrimiento,
Una cara no meramente sorda, una cara en la
oscuridad, una cara no apercibida,
Una cara que era simplemente la piel frontal del ser,
encubierto y aparte.

***
Ted Hughes (Yorkshire, 1930-Londres, 1998)
Versiones de Jesús Tovar

martes, 19 de julio de 2022

aurora estrada y ayala / el hombre que pasa













Es como un joven dios de la selva fragante,
este hombre hermoso y rudo que va por el sendero;
en su carne morena se adivina pujante
de fuerza y alegría, un mágico venero.

Por entre los andrajos su recio pecho miro:
tiene labios hambrientos y brazos musculosos
y mientras extasiada su bello cuerpo admiro,
todo el campo se llena de trinos armoniosos.

Yo, tan pálida y débil sobre el musgo tendida,
he sentido al mirarlo una eclosión de vida
y mi anémica sangre parece que va a ahogarme.

Formaríamos el tronco de inextinguible casa,
si a mi raza caduca se juntara su raza,
pero el hombre se aleja sin siquiera mirarme.

***
Aurora Estrada y Ayala (Puebloviejo, 1901-Guayaquil, 1967)

lunes, 18 de julio de 2022

devorah major / dos poemas











Escribir amor

*

todo lo que quiero escribir son poemas de amor

en esta temporada de carne podrida
y vientres huecos
en este año de cadáveres ocultos
y cementerios de metralla

todo lo que quiero escribir son poemas de amor
para aquel cuyo aliento
se mezcla con el mío

para los labios que pruebo
para las caderas que rodeo
para la savia que comparto

todo lo que quiero escribir son poemas de amor

sobre ojos que brillan
y perfume de sudor
sobre promesas hechas y cumplidas
sobre secretos y miedos
compartidos y revelados

en este año de la ciudad enterrada
en esta década del hambre cosechada
en este siglo ya recién comenzado 
con miles sobre miles
de miembros desgarrados
ojos quemados
corazones destripados

todo lo que quiero escribir son poemas de amor
no quiero esta tarea de
documentar la desesperación infantil
el duelo de las madres la miseria
de los padres el maltrato de los hijos
las tormentas e incendios del planeta

todo es demasiado para mí
mis ojos se llenan de sal y se nublan
y solo los poemas de amor lo harán mejor
despejarán el camino

pero todos alrededor mío
esos otros que amo
a los que conozco y a los extraños
que están siendo asesinados o esclavizados
dejados morir de hambre o torturados
apresados o abandonados

y los poemas que quiero escribir
me evaden hasta que me voy
sin nada más que este aullido
atrapado entre mis dientes

todo lo que quiero escribir son poemas de amor

sobre el azul besando mi mañana
pie de limón y sabores frescos
en mis tardes, lunas crecientes
arqueadas, lejos del brillo de Venus
en un cielo hambriento de estrellas

todo lo que quiero escribir 
son poemas de amor

todo lo que quiero escribir
es amor

~

Polvo de estrellas

*

desde el barro
avisan
polvo al polvo
entonan
desde la tierra que viniste
y hacia la tierra donde regresarás
advierten
nos recuerdan
que somos mortales
y sujetos a la muerte
mientras insisten en sus eternos
demonios y ángeles
paraíso o purgatorio
solo humanos
con una finita
medida de los días
pero hemos explotado como supernovas
nos hemos quemado a través de galaxias
explorado los confines de la Vía Láctea
montado en la cola de los cometas
bailado en el borde de los asteroides
hasta
que en un vertiginoso
frenesí de pasión
caímos
por el viscoso ozono
pasamos las refrescantes nubes
para asentarnos en el lodo
alimentando el suelo oceánico
fui ahí donde decidimos
desarrollar extremidades y lengua
y manteniendo dentro
la verdad de nuestro origen
magnesio
calcio
hierro
somos del material
del que están hechas las estrellas
es un hecho científico
una confianza cósmica
en la ignorancia
y en el saber
tenemos granos de lo divino
en nosotros
y siempre los tuvimos

***
devorah major (Berkeley, 1952)
Versiones de Nicolás López-Pérez

/

Writing love

*

all i want to write are love poems

in this season of rotting flesh
and hollow bellies
in this year of hidden corpses
and shrapnel graveyards

all i want to write are love poems
to the one whose breath
mixes with mine

for the lips i taste
for the hips i encircle
for the sap i share

all i want to write are love poems

about shining eyes
and sweat’s perfume
about promises made and kept
about secrets and fears
shared and revealed

in this year of the buried city
this decade of the hunger crop
this century newly begun yet already
with thousands upon thousands
of limbs torn off
eyes burnt out
hearts eviscerated

all i want to write are love poems
i don’t want this job of
recording the children’s despair
the mothers’ grieving the fathers’
misery the sons’ brutalization
the planet’s storms and fires

it’s all too much for me
my eyes fill with salt and become blurred
and only love poems will make it better
will clear the way

but all around me
these others who i love
in knowing and as strangers
are being murdered or enslaved
starved or tortured
imprisoned or forsaken

and the poems i want to write
evade me until i am left
with nothing but this howl
wedged between my teeth

all i want to write are love poems

about blue kissing my morning
lemons tart and fresh flavoring
my afternoons crescent moons
arching away from venus’ sparkle
in a star hungry sky

all i want to write
are love poems

all i want to write
is love

~

Stardust

*

out of clay
they caution
dust to dust
they intone
from earth you came
and to earth you will return
they admonish
they remind us
we are mortal
and subject to death
yet insist on their eternals
demons and angels
paradise or purgatory
merely human
with a finite
measure of days
but we have exploded as novas
burned through galaxies
explored far reaches of the milky way
ridden on the tails of comets
danced on the edge of asteroids
until
in a dizzying
frenzy of passion
we fell
through the viscous ozone
past cooling clouds
to settle in the ooze
feeding the ocean’s floor
it was there that we decided
to grow limbs and tongue
all the while holding inside
the truth of our origin
magnesium
calcium
iron
we are the stuff
that stars are made of
it is a scientific fact
a cosmic trust
in ignorance
and in knowing
we hold grains of the divine
inside ourselves
and we always have

domingo, 17 de julio de 2022

carmen yáñez / dos poemas









Sin regreso

*

Deshago la maleta,
la de catorce kilos.
La que preparé con prisa y miedo,
la de todos los exilios:
mi vestido floreado,
el osito peluche con un solo ojo de vidrio de mi hijo,
un lápiz, un folio blanco,
la foto de mis padres,
calzones, calcetines, camisetas,
los dos tamaños, sus pequeños pantalones,
los dos cepillos de dientes, los dos peines.
un pequeño espejo, mi lápiz labial.
La pertenencia ya no existe.
La mujer y el niño de su mano nunca más.
Deshago la maleta, esta vez para siempre.

~

La otra cara

*

bajo esta poesía de amor
se esconden los escombros del odio.
Aunque esta poesía se desdiga
presumiendo ser una apología a la vida
con su flora expuesta al visitante
su cabecita adornada de guirnaldas,
su rostro de mil caras, iluminada.
Detrás de su otra cara
el fuego, la lengua delirante
que ríe como un ángel apocalíptico.
El mal me ocupa el espacio y el tiempo
cuando busco inútilmente el oxígeno
de su palabra
su mano condolida
su quehacer sagrado.
Los componentes del odio
andan liberados e invaden todos los frentes
de esta poesía que se ahoga.
Es que alguien decide en esta hora
nuestras muertes.
Decide cómo y cuándo
tomaremos la poción del veneno.
Alguien desquiciado
que surge detrás de las sombras
de está poesía
Tomándole el nombre a dios.
Mientras dios sacude las alfombras de polvo
en su templo.
Y no escucha ,sordo, la bomba de tiempo
que estalla en la vecindad.
Esta poesía a caído en manos
del delirante odio y se debate entre la vida o la muerte.
En su propia casa ultrajada.
Abogo por
hablar de amor
aunque no proceda
y parezca absurdo.
Otro sueño, una suerte de azahar
que llene de agua todo los surtidores
y que el agua cobre su legítimo sentido.

***
Carmen Yáñez (Santiago de Chile, 1952)

sábado, 16 de julio de 2022

piedad bonnett / dos poemas









Pido al dolor que persevere

*

Pido al dolor que persevere.
Que no se rinda al tiempo, que se incruste
como una larva eterna en mi costado

para que de su mano cada día
con tus ojos intactos resucites,
con tu luz y tu pena resucites
dentro de mí.

Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,
el aire de mi llama, de la lumbre

donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte.

~

Algo hermoso termina

*

             Todos los días del mundo
                    algo hermoso termina.
                                Jaroslav Seifert

Duélete:
como a una vieja estrella fatigada
te ha dejado la luz. Y la criatura
que iluminabas

                            (y que iluminaba

tus ojos ciegos a las nimias cosas
del mundo)

ha vuelto a ser mortal.
Todo recobra
su densidad, su peso, su volumen,
ese pobre equilibrio que sostiene
tu nuevo invierno. Alégrate.
Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras
y no crudo alimento de zozobras.
Ya no eres ese dios ebrio e incierto
que te fue dado ser. Muerde
el hueso que te dan,
llega a su médula,
recoge las migajas que deja la memoria.

***
Piedad Bonnett (Amalfi, 1951)

viernes, 15 de julio de 2022

chandra livia candiani / los vidrios











Somos los vidrios
no hay un detrás para nosotros
desde donde mirar
apariencias de otros,
estamos frente a todas
las intemperies
del alma y del aire
razonables tormentas familiares
obstáculos de viento invisibles
muertos colgados de los hilos
del discurso.
Desde nosotros caen las miradas
deslizándose
sobre las barreras construidas contra el amor,
sobre las casas.

***
Chandra Livia Candiani (Milán, 1952)
Versión de Jorge Aulicino

/

I vetri

*

Noi siamo i vetri
non c'è un dietro per noi
da cui poter guardare
parvenze di altri,
siamo rivolti a tutte
le intemperie
dell' anima e dell' aria
ragionevoli bufere famigliare
ostacoli invisibili di vento
morti impigliati nei fili
del discorso.
Da noi si versano gli sguardi
scivolando
sopra le barriere construite contro l' amore,
sopra le case.

jueves, 14 de julio de 2022

arthur rimbaud / de "una temporada en el infierno"













Noche de infierno

*

Antaño, si lo recuerdo bien, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde todos los vinos corrían.
    Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. —Y la encontré amarga. —Y la injurié.
    Me armé contra la justicia.
    Hu. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh collera, a vosotras os he confiado mi tesoro!
    Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz.
    Llamé a los verdugos para morder,  mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le di buenos chascos a la locura.
    Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota.
    Ahora bien, hallándome hace muy poco a punto de lanzar el último ¡cuac! soñé recuperar la llave del antiguo festín, en donde tal vez recobraría el apetito.
    Esta llave es la claridad. —Tal inspiración prueba que he soñado! 
    “Seguirás hiena, etc.....”, exclama el demonio que me coronó con tan amables adormideras. “Gana la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales”.
    ¡Ah! Estoy harto de eso: —Pero, querido Satán, os conjuro, ¡una mirada menos iracunda! y a la espera de algunas pequeñas vilezas repagadas, para quienes aprecian en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas pequeñas aborrecibles hojas de mi carnet de condenado.

~

Alquimia del verbo

*

    ¡A mí! La historia de una de mis locuras.
    Desde tiempo atrás me vanagloriaba de poseer todos los paisajes imaginables, y me parecían irrisorias todas las celebridades de la pintura y la poesía modernas.
    Gustaba de las pinturas idiotas, ornamentos de puertas, decorados, telas de saltimbanquis, enseñas, iluminadas estampas populares; la literatura pasada de moda, latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía, novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, pequeños libros de infancia, viejas óperas, estribillos bobos, ritmos ingenuos.
    Soñaba cruzadas, viajes de descubrimiento sobre los que no existen relaciones, repúblicas sin historia, guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de razas y de continentes: creía en todos los encantamientos.
    ¡Inventaba el color de las vocales! —A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde—.
    Regía la forma, el movimiento de cada consonante, y, con ritmos instintivos, me jactaba de inventar un verbo poético, accesible, un día u otro, a todos los sentidos.
    Reservaba la traducción.
    Al comiendo fue un estudio. Escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable.
    Fijaba vértigos: 

    Lejos ya de rebaños, de pájaros, de 
        aldeanos,
    ¿qué era lo que bebía
    entre aquella maleza, de rodillas,
    en ese tierno bosque de avellanos
    y ese brumoso y tibio mediodía?

    ¿Qué era lo que bebía
    en ese joven Oise,
    —¡olmos sin voz, oscurecido cielo, césped
         sin una flor!—
    en esas amarillas calabazas,
    lejos ya de mi choza, tan amada?

    Un licor de oro insípido que nos baña en sudor.
    Hacía yo de enseña dudosa de hostería.
    —Una tormenta vino a perseguir los cielos.
    En la virgen arena
    el agua de los bosques se perdía,
    y el vendaval de Dios
    su granito arrojaba a la marea,
    en el atardecer.

    Oro veía, llorando —y no pude beber.

    Hasta la aurora, en verano,
    el sueño de amor perdura.
    Bajo el follaje se esfuma
    la noche que festejamos.

    Allí, en sus vastos talleres
    —y ya en mangas de camisa
    los Carpinteros trajinan
    bajo el sol de las Hespérides.

    En espumosos Desiertos
    tranquilos arman los techos,
    donde, luego, ha de pintar
    falsos cielos, la ciudad.

    ¡Oh, por esos Artesanos
    de algún rey de Babilonia
    deja, Venus, los Amantes
    de alma en forma de corona!

    ¡Oh Reina de los Rebaños,
    obsequiales aguardiente!
    ¡Que en paz; su fuerza se encuentre,
    mientras esperan el baño
    en el mar más meridiano!

    Las antiguallas poéticas formaban gran parte de mi alquimia del verbo.
    Me habitué a la alucinación simple: veía con toda nitidez una mezquita en lugar de una fábrica, una escuela de tambores erigida por ángeles, calesas por las rutas del cielo, un salón en el fondo de un lago; los monstruos, los misterios; un título de sainete proyectaba espantos ante mí.
    ¡Después explicaba mis sofismas mágicos por medio de la alucinación de las palabras!
    Terminé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu. Permanecía ocioso, presa de pesada fiebre: envidiaba la felicidad de las bestias —las orugas, que representan la inocencia de los limbos, los topos ¡el sueño de la virginidad!
    Mi carácter se agriaba. Me despedía del mundo en una especie de romanzas:

CANCIÓN DE LA MÁS ALTA TORRE

    ¡Que venga! ¡Que venga!
    el tiempo que nos prenda.

    Tuve tanta paciencia
    que por siempre olvidé.
    Sufrimientos, temores
    a los cielos se elevan.
    Y la malsana sed
    oscurece mis venas.
    ¡Que venga! ¡Que venga!
    el tiempo que nos prenda.
    Tal como una pradera
    entregada al olvido,
    se expande, florecida
    de inciensos y cardones,
    al huraño zumbido
    de sucios moscardones.

    ¡Que venga! ¡Que venga!
    el tiempo que nos prenda.
 
    Amaba el desierto, los vergeles quemados, las pequeñas tiendas marchitas, las bebidas tibias. Me arrastraba por calles hediondas y, con los ojos cerrados, me ofrecía al sol, dios de fuego.
    “General, si queda un viejo cañón sobre tus ruinosas murallas, bombardéanos con bloques de tierra seca. ¡A los cristales de los espléndidos almacenes! ¡a los salones! Que la ciudad trague su polvo. Oxida las gárgolas... Colma los tocadores con polvos de rubí ardiente...”

    ¡Oh! ¡el ebrio moscardón en el mingitorio de la posada, enamorado del sedimento, y al que un rayo disuelve!

HAMBRE

    Si es que algún gusto me queda
    es por la tierra y las piedras.
    Me desayuno con viento,
    peñascos, carbones, hierro.

    ¡Den vueltas, mis hambres!
    Las hambres, ¡que pasten
    en prado de sones!
    ¡Que atraigan la suave,
    la alegre ponzoña
    de las amapolas!

    Coman riscos que alguien quiebra,
    antiguas piedras de iglesia
    o de diluvios de antaño;
    panes de los valles pálidos.

    Aullaba bajo la fronda
    el lobo escupiendo plumas
    de un volátil desayuno:
    como él ¡ay! yo me consumo.

    Las frutas, las ensaladas,
    sólo esperan la cosecha;
    pero en el soto la araña
    no ingiere más que violetas.

    ¡Que yo duerma, que yo hierva!
    en aras de Salomón.
    Corre el caldo por la herrumbre
    para mezclarse al Cedrón.

    En fin, ¡oh dicha! ¡oh razón!, aparté del cielo el azul, que es negro, y viví, chispa de oro, de la luz naturaleza. De alegría, adoptaba la más bufonesca y extraviada expresión posible:

    ¡Se la volvió a encontrar!
    ¿Qué? la eternidad.
    Es el sol mezclado
         al mar.

    Cumple tu voto alma eterna
    pese a los fuegos del día
    y de la noche desierta.

    Así pues tú te desprendes
    de los sufragios humanos
    y entusiasmos cotidianos
    para alzar vuelo... según.

    —Ya se alejó la esperanza,
    nunca ya más orietur.
    Tan sólo ciencia y paciencia.
    El suplicio es sin albur.

    Ha sucumbido el mañana.
    Brasas ardientes de raso,
    es el deber vuestras llamas.
    
    Se la volvió a encontrar.
    —¿Qué?— la eternidad.
    Es el sol mezclado
         al mar.

    Me trasformé en una ópera fabulosa: vi que todos los seres tienen una fatalidad de dicha: la acción no es la vida, sino una forma de malgastar una fuerza, un enervamiento. La moral es la debilidad del cerebro. 
    Me pareció que, a cada ser, se le debían muchas otras vidas. Ese señor ignora lo que hace: es un ángel. Esta familia es una carnada de perros. Ante muchos hombres, conversé en voz; alta con un momento de una de sus otras vidas. —Así, amé a un cerdo.
    Ninguno de los sofismas de la locura —de la locura que se recluye—, fue olvidado por mí: podría repetirlos todos, poseo el sistema.
    Mi salud peligró. El terror llegaba. Caía dormido durante días enteros, y, despierto, continuaba los sueños más tristes. Me encontraba maduro para la muerte, y por una ruta de peligros mi debilidad me conducía a los confines del mundo y de la Cimeria, patria de la sombra y de los torbellinos.
    Debí viajar, disipar los encantamientos acumulados en mi cerebro. Sobre el mar, al que amaba como si él debiera lavarme de un estigma, veía elevarse la cruz; consoladora. Yo había sido condenado por el arco iris. La Dicha era mi fatalidad, mi remordimiento, mi gusano: mi vida sería siempre demasiado inmensa para ser consagrada a la fuerza y a la belleza.
    ¡La Dicha! Su diente, dulce para la muerte, me advertía al cantar el gallo —ad matutinum, al Christus venit—, en las más sombrías ciudades: 
    
    ¡Oh estaciones! ¡Oh castillos!
    ¿qué alma carece de vicios?
    
    El mágico estudio yo hice
    de la dicha ineludible.

    ¡Salud! a ella, cada ves
    que canta el gallo francés.

    ¡Ah! no tendré más codicia.
    Se ha encargado de mi vida.

    Su encanto invade alma y cuerpo
    y dispersa todo esfuerzo.

    ¡Oh estaciones! ¡Oh castillos!

    El instante, ¡ay! de su fuga
    será el mismo de la tumba.

    ¡Oh estaciones! ¡Oh castillos!

    Eso ha terminado. Hoy sé saludar a la belleza.

~

Lo imposible

*

    ¡Ah! la vida de mi infancia, el ancho camino en cualquier tiempo, sobrenaturalmente sobrio, más desinteresado que el mejor de los mendigos, orgulloso de no tener patria, ni amigos, qué tontería fue aquello. —¡Y sólo ahora lo advierto!
    —Tuve razón de despreciar a esos buenos burgueses que no perderían la oportunidad de una caricia, parásitos del aseo y de la salud de nuestras mujeres, hoy cuando ellas están tan poco de acuerdo con nosotros.
    Tuve razón en todos mis desdenes: ¡puesto que me evado!
    ¡Me evado!
    Me explicaré.
    Ayer no más, suspiraba: “¡Cielos! ¡Somos ya bastantes los condenados aquí abajo! ¡Llevo ya tanto tiempo en su rebaño!
    Los conozco a todos. Nos reconocemos siempre; nos damos asco. La caridad nos es desconocida. Pero somos corteses; nuestras relaciones con el mundo son correctísimas.” ¿No es asombroso? ¡El mundo! ¡los mercaderes, los ingenuos! —No estamos deshonrados—. Pero ¿cómo nos recibirían los elegidos? Ahora bien, hay gentes ariscas y joviales, falsos elegidos, puesto que se necesita humildad o audacia para abordarlos. Ellos son los únicos elegidos.
    ¡No son bendecidores!
    Al recobrar dos céntimos de razón —¡eso pasa pronto!— veo que mis malestares provienen de no haberme figurado a tiempo que estamos en Occidente. ¡Los pantanos occidentales! No es que la luz me parezca alterada, la forma extenuada, el movimiento extraviado... ¡Bueno! He aquí que mi espíritu quiere asumir íntegramente todos los crueles desarrollos que ha sufrido el espíritu desde el fin del Oriente... ¡Pues no es nada lo que quiere mi espíritu!
    ... ¡Mis dos céntimos de razón terminaron! El espíritu es autoridad, exige que permanezca en Occidente. Tendría que obligarlo a callar para concluir como yo quería.
    Mandaba al diablo las palmas de los mártires, los resplandores del arte, el orgullo de los inventores, el ardor de los bandidos; retornaba al Oriente, a la primera y eterna sabiduría. ¡Parece un sueño de grosera pereza!
    No pensaba ni remotamente, sin embargo, en el placer de eludir los sufrimientos modernos. No tomaba en cuenta la sabiduría bastarda del Corán. Pero ¿no es realmente un suplicio que, desde esa declaración de la ciencia, el cristianismo, el hombre se burle, se pruebe las evidencias, se hinche de placer al repetir esas pruebas y sólo viva en tal forma? ¡Tortura sutil, tonta; fuente de mis divagaciones espirituales! ¡La naturaleza quizá pudiera hastiarse! El señor Prudhomme ha nacido con Cristo.
    ¿No será porque cultivamos la bruma?
    Comemos la fiebre con nuestras legumbres acuosas. ¡Y la embriaguez! ¡y el tabaco! ¡y la ignorancia! ¡y las abnegaciones! ¿Se encuentra todo esto muy lejos del pensamiento, de la sabiduría de Oriente, la patria primitiva? ¡Para qué un mundo moderno, si se inventan semejantes venenos!
    Las gentes de Iglesia dirán: Entendido.
    Pero tú quieres referirte al Edén. No hay nada para ti en la historia de los pueblos orientales. Es cierto. ¡Pensaba en el Edén! 
    ¿Qué significa para mi sueño la pureza de las razas antiguas?
    Los filósofos: El mundo no tiene edad.
    La humanidad se desplaza, simplemente.
    Te encuentras en Occidente, pero eres libre de habitar en tu Oriente, tan antiguo como te haga falta — y de habitarlo a gusto. No seas un vencido. Filósofos, sois de vuestro Occidente.
    Espíritu mío, ten cuidado. Nada de medios de salvación violentos. ¡Ejercítate!
    —¡Ah! ¡la ciencia no avanza lo suficientemente veloz; para nosotros!
    —Pero advierto que mi espíritu duerme.
    ¡Si a partir de este instante siempre estuviese completamente despierto, alcanzaríamos bien pronto la verdad, que quizá nos circunde con sus ángeles en llanto!...
    —¡Si hasta ahora hubiese permanecido despierto, yo no habría cedido a los instintos deletéreos, en una época inmemorial!...
    —¡Si siempre él hubiera estado despierto, navegaría yo en plena sabiduría!...
    ¡Oh pureza! ¡pureza! ¡Es este minuto de vigilia el que me ha proporcionado la visión de la pureza!
    —¡Por el espíritu se va a Dios!
    ¡Desgarrador infortunio! 

~

El relámpago

*

    ¡El trabajo humano! explosión que ilumina mi abismo de vez en cuando.
    “Nada es vanidad; ¡hacia la ciencia, y adelante!” exclama el Eclesiastés moderno, es decir Todo el mundo. Y sin embargo los cadáveres de los malvados y de los holgazanes caen sobre el corazón de los otros... ¡Ah! rápido, un poco rápido; allá lejos, más allá de la noche, esas recompensas futuras, eternas... ¿las eludiremos?
    —¿Qué puedo hacer? Conozco el trabajo; y la ciencia es demasiado lenta. Que la plegaria galopa y la luz brama... bien lo veo. Es demasiado simple y hace demasiado calor; prescindirán de mí. Tengo mi deber, pero me enorgullecería como muchos, dejándolo a un lado.
    He malgastado mi vida. ¡Vamos! Finjamos, holguemos, ¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos, soñando amores monstruosos y universos fantásticos, quejándonos y combatiendo las apariencias del mundo, saltimbanqui, mendigo, artista, bandido, ¡sacerdote! Sobre mi lecho de hospital, el olor del incienso retornó a mí tan potente; guardián de aromas sagrados, confesor, mártir...
    Reconozco en todo esto la sucia educación de mi infancia. ¡Y qué!... Andar mis veinte años, si los otros andan veinte años...
    ¡No! ¡No! ¡ahora me rebelo contra la muerte! El trabajo resulta excesivamente liviano para mi orgullo: mi traición al mundo significaría un suplicio demasiado breve. A último momento, atacaría a diestra y siniestra...
    Entonces, —¡oh!— pobre alma querida, ¡la eternidad no se habría perdido para nosotros! 

***
Arthur Rimbaud (Charleville, 1854-Marsella, 1891) Una temporada en el infierno. Buenos Aires: EDICOM, 1970
Versiones de Oliverio Girondo y Enrique Molina. 

/

Nuit de l'enfer

*

J’ai avalé une fameuse gorgée de poison. — Trois fois béni soit le conseil qui m’est arrivé ! — Les entrailles me brûlent. La violence du venin tord mes membres, me rend difforme, me terrasse. Je meurs de soif, j’étouffe, je ne puis crier. C’est l’enfer, l’éternelle peine ! Voyez comme le feu se relève ! Je brûle comme il faut. Va, démon !

J’avais entrevu la conversion au bien et au bonheur, le salut. Puis-je décrire la vision, l’air de l’enfer ne souffre pas les hymnes ! C’était des millions de créatures charmantes, un suave concert spirituel, la force et la paix, les nobles ambitions, que sais-je ?

Les nobles ambitions !

Et c’est encore la vie ! — Si la damnation est éternelle ! Un homme qui veut se mutiler est bien damné, n’est-ce pas ? Je me crois en enfer, donc j’y suis. C’est l’exécution du catéchisme. Je suis esclave de mon baptême. Parents, vous avez fait mon malheur et vous avez fait le vôtre. Pauvre innocent ! L’enfer ne peut attaquer les païens. — C’est la vie encore ! Plus tard, les délices de la damnation seront plus profondes. Un crime, vite, que je tombe au néant, de par la loi humaine.

Tais-toi, mais tais-toi !… C’est la honte, le reproche, ici : Satan qui dit que le feu est ignoble, que ma colère est affreusement sotte. — Assez !… Des erreurs qu’on me souffle, magies, parfums faux, musiques puériles. — Et dire que je tiens la vérité, que je vois la justice : j’ai un jugement sain et arrêté, je suis prêt pour la perfection… Orgueil. — La peau de ma tête se dessèche. Pitié ! Seigneur, j’ai peur. J’ai soif, si soif ! Ah ! l’enfance, l’herbe, la pluie, le lac sur les pierres, le clair de lune quand le clocher sonnait douze… le diable est au clocher, à cette heure. Marie ! Sainte-Vierge !… — Horreur de ma bêtise.

Là-bas, ne sont-ce pas des âmes honnêtes, qui me veulent du bien… Venez… J’ai un oreiller sur la bouche, elles ne m’entendent pas, ce sont des fantômes. Puis, jamais personne ne pense à autrui. Qu’on n’approche pas. Je sens le roussi, c’est certain.

Les hallucinations sont innombrables. C’est bien ce que j’ai toujours eu : plus de foi en l’histoire, l’oubli des principes. Je m’en tairai : poëtes et visionnaires seraient jaloux. Je suis mille fois le plus riche, soyons avare comme la mer.

Ah ça ! l’horloge de la vie s’est arrêtée tout à l’heure. Je ne suis plus au monde. — La théologie est sérieuse, l’enfer est certainement en bas — et le ciel en haut. — Extase, cauchemar, sommeil dans un nid de flammes.

Que de malices dans l’attention dans la campagne… Satan, Ferdinand, court avec les graines sauvages… Jésus marche sur les ronces purpurines, sans les courber… Jésus marchait sur les eaux irritées. La lanterne nous le montra debout, blanc et des tresses brunes, au flanc d’une vague d’émeraude…

Je vais dévoiler tous les mystères : mystères religieux ou naturels, mort, naissance, avenir, passé, cosmogonie, néant. Je suis maître en fantasmagories.

Écoutez !…

J’ai tous les talents ! — Il n’y a personne ici et il y a quelqu’un : je ne voudrais pas répandre mon trésor. — Veut-on des chants nègres, des danses de houris ? Veut-on que je disparaisse, que je plonge à la recherche de l’anneau ? Veut-on ? Je ferai de l’or, des remèdes.

Fiez-vous donc à moi, la foi soulage, guide, guérit. Tous, venez, — même les petits enfants, — que je vous console, qu’on répande pour vous son cœur, — le cœur merveilleux ! — Pauvres hommes, travailleurs ! Je ne demande pas de prières ; avec votre confiance seulement, je serai heureux.

— Et pensons à moi. Ceci me fait peu regretter le monde. J’ai de la chance de ne pas souffrir plus. Ma vie ne fut que folies douces, c’est regrettable.

Bah ! faisons toutes les grimaces imaginables.

Décidément, nous sommes hors du monde. Plus aucun son. Mon tact a disparu. Ah ! mon château, ma Saxe, mon bois de saules. Les soirs, les matins, les nuits, les jours… Suis-je las !

Je devrais avoir mon enfer pour la colère, mon enfer pour l’orgueil, — et l’enfer de la caresse ; un concert d’enfers.

Je meurs de lassitude. C’est le tombeau, je m’en vais aux vers, horreur de l’horreur ! Satan, farceur, tu veux me dissoudre, avec tes charmes. Je réclame. Je réclame ! un coup de fourche, une goutte de feu.

Ah ! remonter à la vie ! jeter les yeux sur nos difformités. Et ce poison, ce baiser mille fois maudit ! Ma faiblesse, la cruauté du monde ! Mon Dieu, pitié, cachez-moi, je me tiens trop mal ! — Je suis caché et je ne le suis pas.

C’est le feu qui se relève avec son damné.


~

L'alchimie du verbe

*

À moi. L’histoire d’une de mes folies.

Depuis longtemps je me vantais de posséder tous les paysages possibles, et trouvais dérisoires les célébrités de la peinture et de la poésie moderne.

J’aimais les peintures idiotes, dessus de portes, décors, toiles de saltimbanques, enseignes, enluminures populaires ; la littérature démodée, latin d’église, livres érotiques sans orthographe, romans de nos aïeules, contes de fées, petits livres de l’enfance, opéras vieux, refrains niais, rythmes naïfs.

Je rêvais croisades, voyages de découvertes dont on n’a pas de relations, républiques sans histoires, guerres de religion étouffées, révolutions de mœurs, déplacements de races et de continents : je croyais à tous les enchantements.

J’inventai la couleur des voyelles ! — A noir, E blanc, I rouge, O bleu, U vert. — Je réglai la forme et le mouvement de chaque consonne, et, avec des rythmes instinctifs, je me flattai d’inventer un verbe poétique accessible, un jour ou l’autre, à tous les sens. Je réservais la traduction.

Ce fut d’abord une étude. J’écrivais des silences, des nuits, je notais l’inexprimable. Je fixais des vertiges.


Loin des oiseaux, des troupeaux, des villageoises,
Que buvais-je, à genoux dans cette bruyère
Entourée de tendres bois de noisetiers,
Dans un brouillard d’après-midi tiède et vert !

Que pouvais-je boire dans cette jeune Oise,
— Ormeaux sans voix, gazon sans fleurs, ciel couvert ! —
Boire à ces gourdes jaunes, loin de ma case
Chérie ? Quelque liqueur d’or qui fait suer.

Je faisais une louche enseigne d’auberge.
Un orage vint chasser le ciel. Au soir
L’eau des bois se perdait sur les sables vierges,
Le vent de Dieu jetait des glaçons aux mares ;

Pleurant, je voyais de l’or — et ne pus boire. —


À quatre heures du matin, l’été,
Le sommeil d’amour dure encore.
Sous les bocages s’évapore
L’odeur du soir fêté.


Là-bas, dans leur vaste chantier
Au soleil des Hespérides,
Déjà s’agitent — en bras de chemise —
Les Charpentiers.

Dans leurs Déserts de mousse, tranquilles,
Ils préparent les lambris précieux
Où la ville
Peindra de faux cieux.

Ô, pour ces Ouvriers charmants
Sujets d’un roi de Babylone,
Vénus ! quitte un instant les Amants
Dont l’âme est en couronne.

Ô Reine des Bergers,
Porte aux travailleurs l’eau-de-vie,
Que leurs forces soient en paix
En attendant le bain dans la mer à midi.


La vieillerie poétique avait une bonne part dans mon alchimie du verbe.

Je m’habituai à l’hallucination simple : je voyais très-franchement une mosquée à la place d’une usine, une école de tambours faite par des anges, des calèches sur les routes du ciel, un salon au fond d’un lac ; les monstres, les mystères ; un titre de vaudeville dressait des épouvantes devant moi.

Puis j’expliquai mes sophismes magiques avec l’hallucination des mots !

Je finis par trouver sacré le désordre de mon esprit. J’étais oisif, en proie à une lourde fièvre : j’enviais la félicité des bêtes, — les chenilles, qui représentent l’innocence des limbes, les taupes, le sommeil de la virginité !

Mon caractère s’aigrissait. Je disais adieu au monde dans d’espèces de romances :


CHANSON DE LA PLUS HAUTE TOUR.


Qu’il vienne, qu’il vienne,
Le temps dont on s’éprenne.

J’ai tant fait patience
Qu’à jamais j’oublie.
Craintes et souffrances
Aux cieux sont parties.
Et la soif malsaine
Obscurcit mes veines.

Qu’il vienne, qu’il vienne,
Le temps dont on s’éprenne.

Telle la prairie
À l’oubli livrée,
Grandie, et fleurie
D’encens et d’ivraies,
Au bourdon farouche
Des sales mouches.

Qu’il vienne, qu’il vienne,
Le temps dont on s’éprenne.


J’aimai le désert, les vergers brûlés, les boutiques fanées, les boissons tiédies. Je me traînais dans les ruelles puantes et, les yeux fermés, je m’offrais au soleil, dieu de feu.

« Général, s’il reste un vieux canon sur tes remparts en ruines, bombarde-nous avec des blocs de terre sèche. Aux glaces des magasins splendides ! dans les salons ! Fais manger sa poussière à la ville. Oxyde les gargouilles. Emplis les boudoirs de poudre de rubis brûlante… »

Oh ! le moucheron enivré à la pissotière de l’auberge, amoureux de la bourrache, et que dissout un rayon !


FAIM.


Si j’ai du goût, ce n’est guère
Que pour la terre et les pierres.
Je déjeune toujours d’air,
De roc, de charbons, de fer.

Mes faims, tournez. Paissez, faims,
Le pré des sons.
Attirez le gai venin
Des liserons.

Mangez les cailloux qu’on brise,
Les vieilles pierres d’églises ;
Les galets des vieux déluges,
Pains semés dans les vallées grises.


Le loup criait sous les feuilles
En crachant les belles plumes
De son repas de volailles :
Comme lui je me consume.

Les salades, les fruits
N’attendent que la cueillette ;
Mais l’araignée de la haie
Ne mange que des violettes.

Que je dorme ! que je bouille
Aux autels de Salomon.
Le bouillon court sur la rouille,
Et se mêle au Cédron.


Enfin, ô bonheur, ô raison, j’écartai du ciel l’azur, qui est du noir, et je vécus, étincelle d’or de la lumière nature. De joie, je prenais une expression bouffonne et égarée au possible :


Elle est retrouvée !
Quoi ? l’éternité.
C’est la mer mêlée
Au soleil.

Mon âme éternelle,
Observe ton vœu
Malgré la nuit seule
Et le jour en feu.

Donc tu te dégages
Des humains suffrages,
Des communs élans !
Tu voles selon.....

— Jamais l’espérance.
Pas d’orietur.
Science et patience,
Le supplice est sûr.

Plus de lendemain,
Braises de satin,
Votre ardeur
Est le devoir.

Elle est retrouvée !
— Quoi ? — l’Éternité.
C’est la mer mêlée
Au soleil.


Je devins un opéra fabuleux : je vis que tous les êtres ont une fatalité de bonheur : l’action n’est pas la vie, mais une façon de gâcher quelque force, un énervement. La morale est la faiblesse de la cervelle.

À chaque être, plusieurs autres vies me semblaient dues. Ce monsieur ne sait ce qu’il fait : il est un ange. Cette famille est une nichée de chiens. Devant plusieurs hommes, je causai tout haut avec un moment d’une de leurs autres vies. — Ainsi, j’ai aimé un porc.

Aucun des sophismes de la folie, — la folie qu’on enferme, — n’a été oublié par moi : je pourrais les redire tous, je tiens le système.

Ma santé fut menacée. La terreur venait. Je tombais dans des sommeils de plusieurs jours, et, levé, je continuais les rêves les plus tristes. J’étais mûr pour le trépas, et par une route de dangers ma faiblesse me menait aux confins du monde et de la Cimmérie, patrie de l’ombre et des tourbillons.

Je dus voyager, distraire les enchantements assemblés sur mon cerveau. Sur la mer, que j’aimais comme si elle eût dû me laver d’une souillure, je voyais se lever la croix consolatrice. J’avais été damné par l’arc-en-ciel. Le Bonheur était ma fatalité, mon remords, mon ver : ma vie serait toujours trop immense pour être dévouée à la force et à la beauté.

Le Bonheur ! Sa dent, douce à la mort, m’avertissait au chant du coq, — ad matutinum, au Christus venit, — dans les plus sombres villes :


Ô saisons, ô châteaux !
Quelle âme est sans défauts ?

J’ai fait la magique étude
Du bonheur, qu’aucun n’élude.

Salut à lui, chaque fois
Que chante le coq gaulois.

Ah ! je n’aurai plus d’envie :
Il s’est chargé de ma vie.


Ce charme a pris âme et corps
Et dispersé les efforts.

Ô saisons, ô châteaux !

L’heure de sa fuite, hélas !
Sera l’heure du trépas.

Ô saisons, ô châteaux !


Cela s’est passé. Je sais aujourd’hui saluer la beauté.

~

L'impossible

*

Ah ! cette vie de mon enfance, la grande route par tous les temps, sobre surnaturellement, plus désintéressé que le meilleur des mendiants, fier de n’avoir ni pays, ni amis, quelle sottise c’était. — Et je m’en aperçois seulement !

— J’ai eu raison de mépriser ces bonshommes qui ne perdraient pas l’occasion d’une caresse, parasites de la propreté et de la santé de nos femmes, aujourd’hui qu’elles sont si peu d’accord avec nous.

J’ai eu raison dans tous mes dédains : puisque je m’évade !

Je m’évade !

Je m’explique.

Hier encore, je soupirais : « Ciel ! Sommes-nous assez de damnés ici-bas ! Moi j’ai tant de temps déjà dans leur troupe ! Je les connais tous. Nous nous reconnaissons toujours ; nous nous dégoûtons. La charité nous est inconnue. Mais nous sommes polis ; nos relations avec le monde sont très-convenables. » Est-ce étonnant ? Le monde ! les marchands, les naïfs ! — Nous ne sommes pas déshonorés. — Mais les élus, comment nous recevraient-ils ? Or il y a des gens hargneux et joyeux, de faux élus, puisqu’il nous faut de l’audace ou de l’humilité pour les aborder. Ce sont les seuls élus. Ce ne sont pas des bénisseurs !

M’étant retrouvé deux sous de raison — ça passe vite ! — je vois que mes malaises viennent de ne m’être pas figuré assez tôt que nous sommes à l’Occident. Les marais occidentaux ! Non que je croie la lumière altérée, la forme exténuée, le mouvement égaré… Bon ! voici que mon esprit veut absolument se charger de tous les développements cruels qu’a subis l’esprit depuis la fin de l’Orient… Il en veut, mon esprit !

… Mes deux sous de raison sont finis ! — L’esprit est autorité, il veut que je sois en Occident. Il faudrait le faire taire pour conclure comme je voulais.

J’envoyais au diable les palmes des martyrs, les rayons de l’art, l’orgueil des inventeurs, l’ardeur des pillards ; je retournais à l’Orient et à la sagesse première et éternelle. — Il paraît que c’est un rêve de paresse grossière !

Pourtant, je ne songeais guère au plaisir d’échapper aux souffrances modernes. Je n’avais pas en vue la sagesse bâtarde du Coran. — Mais n’y a-t-il pas un supplice réel en ce que, depuis cette déclaration de la science, le christianisme, l’homme se joue, se prouve les évidences, se gonfle du plaisir de répéter ces preuves, et ne vit que comme cela ! Torture subtile, niaise ; source de mes divagations spirituelles. La nature pourrait s’ennuyer, peut-être ! M. Prudhomme est né avec le Christ.

N’est-ce pas parce que nous cultivons la brume ! Nous mangeons la fièvre avec nos légumes aqueux. Et l’ivrognerie ! et le tabac ! et l’ignorance ! et les dévouements ! — Tout cela est-il assez loin de la pensée de la sagesse de l’Orient, la patrie primitive ? Pourquoi un monde moderne, si de pareils poisons s’inventent !

Les gens d’Église diront : C’est compris. Mais vous voulez parler de l’Éden. Rien pour vous dans l’histoire des peuples orientaux. — C’est vrai ; c’est à l’Éden que je songeais ! Qu’est-ce que c’est pour mon rêve, cette pureté des races antiques !

Les philosophes : Le monde n’a pas d’âge. L’humanité se déplace, simplement. Vous êtes en Occident, mais libre d’habiter dans votre Orient, quelque ancien qu’il vous le faille, — et d’y habiter bien. Ne soyez pas un vaincu. Philosophes, vous êtes de votre Occident.

Mon esprit, prends garde. Pas de partis de salut violents. Exerce-toi ! — Ah ! la science ne va pas assez vite pour nous !

— Mais je m’aperçois que mon esprit dort.

S’il était bien éveillé toujours à partir de ce moment, nous serions bientôt à la vérité, qui peut-être nous entoure avec ses anges pleurant !… — S’il avait été éveillé jusqu’à ce moment-ci, c’est que je n’aurais pas cédé aux instincts délétères, à une époque immémoriale !… — S’il avait toujours été bien éveillé, je voguerais en pleine sagesse !…

Ô pureté ! pureté !

C’est cette minute d’éveil qui m’a donné la vision de la pureté ! — Par l’esprit on va à Dieu !

Déchirante infortune !


L'eclair

*

Le travail humain ! c’est l’explosion qui éclaire mon abîme de temps en temps.

« Rien n’est vanité ; à la science, et en avant ! » crie l’Ecclésiaste moderne, c’est-à-dire Tout le monde. Et pourtant les cadavres des méchants et des fainéants tombent sur le cœur des autres… Ah ! vite, vite un peu ; là-bas, par delà la nuit, ces récompenses futures, éternelles… les échappons-nous ?…

— Qu’y puis-je ? Je connais le travail ; et la science est trop lente. Que la prière galope et que la lumière gronde je le vois bien. C’est trop simple, et il fait trop chaud ; on se passera de moi. J’ai mon devoir, j’en serai fier à la façon de plusieurs, en le mettant de côté.

Ma vie est usée. Allons ! feignons, fainéantons, ô pitié ! Et nous existerons en nous amusant, en rêvant amours monstres et univers fantastiques, en nous plaignant et en querellant les apparences du monde, saltimbanque, mendiant, artiste, bandit, — prêtre ! Sur mon lit d’hôpital, l’odeur de l’encens m’est revenue si puissante ; gardien des aromates sacrés, confesseur, martyr…

Je reconnais là ma sale éducation d’enfance. Puis quoi !… Aller mes vingt ans, si les autres vont vingt ans…

Non ! non ! à présent je me révolte contre la mort ! Le travail paraît trop léger à mon orgueil : ma trahison au monde serait un supplice trop court. Au dernier moment, j’attaquerais à droite, à gauche…

Alors, — oh ! — chère pauvre âme, l’éternité serait-elle pas perdue pour nous !