sábado, 30 de junio de 2018

alan mills / tres poemas










Utopía

*

Éste es el poema que me pediste que no te escribiera:
Es verdad que habría sido más fácil
Dejar a la perfección actuando como un espejo
Frente a tu rostro,
Pero ahora lo estoy escribiendo,
Y sólo me queda pedirte que lo olvides
Cuando llegues al punto final,
Es más hermoso lo que no se podrá ver,
A esto algunos le dicen Utopía,
Una palabra altisonante cuando no se sabe usar,
O cuando se aparece como una estrella apagada,
En medio de otros versos que desearían brillar
Como la luz del sueño donde estamos juntos,
Leyendo un poema invisible.

~~~

Las líneas de ese otro libro que lees

*

Las líneas de ese otro libro que lees     
te indican que no estás a salvo,           
que no lo estarás nunca,                   
que nunca serás salvo.                     
Ni las flores adormecedoras,               
ni los picos más altos, donde las banderas 
ondean ese orgullo un poco tonto,         
ni el mar que es todo deseo.               
Nada, nada te salva.                       
No vuelvas a sintonizar el noticiero,     
haz un graffiti en tu cuarto               
que diga algo lindo o algo sucio,         
pero que diga y ensucie esas paredes       
que te conocen tanto.                     
Súbele el volumen a la música,             
decídete a quemar ese libro,               
viaja y llévate las cenizas               
al sepulcro de Kafka.   

~~~

Al final de la montaña

*
             
Erguido.

Parapetado a ras del cielo.

Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.

Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.

Mojó piedras negras.

Rapiña, carroña, qué más da;
en la cima se ve igual,
da lo mismo.

Parvadas de halcones
señorean los litorales.

Nubes desdentadas humedecen,
no aguantan la risa;
rostros que orientan hacia el fondo.

Un coyote acecha con lascivia;
el deseo es ver correr sangre
en sus tripas sedientas.

Insectos.

Relámpagos de gozo,
la agitación intensa de una rata
en el momento justo que el veneno
le devora agriamente las entrañas.

***
Alan Mills (Guatemala, 1979)

viernes, 29 de junio de 2018

ernesto cardenal / canto cósmico (fragmento)










Los elementos encontrados en los meteoritos

(Museo Geológico de South Kensington)

venidos de estrellas lejanas
son los de nuestro planeta.
Todos los cuerpos celestes sólidos o gaseosos
están compuestos de carbono, oxígeno, nitrógeno y metales
en la misma proporción que la tierra.
¿Son sólo para mirarse las estrellas?
Tanta materia extraterrestre ha caído sobre la tierra
que tal vez el suelo que pisamos es extraterrestre.
De las profundidades del cosmos.
Ciudadanos del universo por nuestra tierra
que es un cuerpo celeste entre los otros.
Y la conciencia en incontables puntos del universo.
1.000.000.000.000.000.000.000 de estrellas
en el universo explorable.
Fiesta de fuegos artificiales
tal vez un millón de sistemas planetarios.
Nuevas estrellas naciendo de la tenue nube de hidrógeno.
Soles con su tierra.
Un universo común.
Uno, sin compañía, en un punto de la superficie
de un planeta pequeño
de una estrella modesta en las afueras de una de las galaxias.
Otean los telescopios el remoto universo,
y gigantescas antenas tratan de escucharlo.
¿Un espacio carente de sentido? ¡Un
universo común!
La seguridad de no estar solos en el cosmos.
La luz cambia de color hacia el rojo
mientras se alejan más y más aprisa las lejanas galaxias
y las ondas de radio se alargan y alargan
como se hace más grave
el silbido de un tren alejándose.
Y mientras más lejana una galaxia mayor
su cambio hacia el rojo y por tanto
mayor su velocidad de retroceso.
Este retroceso de las galaxias
más y más hacia el rojo en el espectro,
mayor y mayor longitud de onda
(tren que se aleja)
sugiere una explosión primordial,
indica
una unión primordial, y una
explosión común.
Explosión hace 20.000 millones de años.
Aún ha quedado un vago rumor de esa explosión,
ondas de radio venidas de las profundidades del espacio,
algo que se percibe en la televisión, dicen,
cuando está a todo volumen sin ningún canal.
Como mil millones de galaxias han visto los telescopios
en un área de mil millones de años luz.
Trenes en la noche alejándose de una estación.
El silbido es más agudo al acercarse
y es más grave cuando se va alejando.
Primero una infinita condensación de la materia.
Y del matrimonio de protones con neutrones
se produjo la vida.
¿Qué hay en una estrella? Nosotros mismos.
Todos los elementos de nuestro cuerpo y del planeta
estuvieron en las entrañas de una estrella.
Somos polvo de estrellas.
Hace 15.000.000.000 de años éramos una masa
de hidrógeno flotando en el espacio, girando lentamente, danzando.
Y el gas se condensó más y más
cada vez con más y más masa
y la masa se hizo estrella y empezó a brillar.
Condensándose se hacían calientes y luminosas.
La gravitación producía energía térmica: luz y calor.
Como decir amor.
Nacían, crecían y morían las estrellas.

(....)

Seres esencialmente cósmicos:
No podemos excluir a la tierra de la eternidad.
Esas luces allá arriba, la Jerusalén Celestial.
Si en matemáticas son infinitos los números,
los pares y los impares
¿por qué no una belleza infinita y un amor infinito?
Es una constante en la naturaleza
la belleza.
De ahí la poesía: el canto y el encanto por todo cuanto existe.
La tierra podría haber sido igual
de funcional, de práctica,
sin la belleza. ¿Por qué pues?
Todo ser es suntuario. ¿Necesario acaso que dieras
tan lujosísimas joyas
a tan efímeros peces
saltando este atardecer en el plan del bote?
Ámame, y si soy nada,
seré una nada con tu belleza en ella refractada.
Al fin y al cabo de la nada nació todo, nada vacía llena toda ella
de urgencia de ser.
Amor ciertamente fuera de este mundo sublunar.
Con esta vocación de algunos de un amor sin cromosomas...
Tu belleza te permite ser tirano.

Mirando en la noche esos mundos lejanos,
lejanos también en el pasado.
Estrellas del pasado. (Y el tiempo
es distinto para cada una de ellas.)
Alfa de Orión 5.000 veces más brillante que el sol.

(...)

Los cuerpos celestes
y los nuestros.
«Estrellas caminantes» -los caldeos. (A las no fijas.)
En griego caminante es planetes, así que
habitamos una estrella caminante.
Los hombres que formamos el Hombre
o mejor dicho formaremos.
O tenemos por delante solamente
un planeta pelado como Marte.
Una nube en forma de hongo levantándose lentamente
en el horizonte...
La Guerra de las Galaxias que llamó el Wall Street Journal
«Dólares caídos del cielo».
Wall Street Journal Neandertal.
Pero no. Tenemos por ejemplo
la evolución del tiburón primitivo hasta convertirse en paloma.
El instinto de muerte en el hombre
no es heredado de antecesores animales.
También la biología enseña:
los animales pacíficos son favorecidos por la selección.
Los grupos asesinos dentro de una misma especie no prosperan.
(Somozas, Pinochet, etc.) Los gorilas son meditabundos,
les gusta pasar el tiempo en contemplación.
Que la solución de todos los problemas sociales de China
era el amor
fue descubierto 5 siglos antes de nuestra era.
La ayuda del hombre al hombre
que para Plinio es Dios.
La encarnación de Dios en nuestra biología.
En nuestra condición todavía de mamíferos.
Jesús: con los cromosomas de Adán...
A sólo 1 millón de años del Pithecanthropus erectus.
El gobierno enraizado en el cielo que decía Confucio.
No los dólares del cielo.
Hemos dejado excremento en bolsas plásticas en la luna.
Ya antes conocieron el mes lunar los mayas
errando sólo 34 segundos.
34 segundos
en un tiempo para ellos infinito, sin principio ni fin.
Los enemigos de la evolución (Somoza etc.)
Contra-evolucionarlos.
¿Cómo puede haber desempleo en el planeta?
Pero hay una torre que queremos construir, decía Chuang-Tsé
que llegue hasta el infinito.
Comemierdas contraevolucionarios.
En aquel día hasta la belleza física será igualitaria.

(...)

Seguir viaje.
Y aquel viaje muy jodido.
La telefoneada inesperada de Managua
a la última isla de las Antillas:
«Ernesto, murió Laureano»
En el vuelo Trinidad-Barbados-Jamaica-Habana-Managua
mirando mar, y mar, no podía pensar en otra cosa.
Ya que hemos nacido desahuciados
lo mejor es morir Héroe y Mártir
como vos moriste.
Claro que hubiera sido mejor que no murieras nunca,
con tal que tu esposa y tus hijos y tus amigos y el mundo entero
no murieran nunca.
Cuando lo bauticé de 20 años en Solentiname
porque quería pasar de su protestantismo alienado de allí
a nuestro cristianismo revolucionario
no quiso tener un padrino y una madrina
todo el Club juvenil campesino fueron sus padrinos y madrinas.
Sobre todo su obsesión por la Revolución.
Fascinado con el marxismo pero sin querer nunca leerlo.
Muy inteligente, pero sin querer formarse intelectualmente.
La persona más mal hablada que he conocido.
Pero el que decía las «malas palabras» con más pureza.
Una vez, comentando el Evangelio en la misa:
«Esos magos la cagaron llegando donde Herodes».
O, sobre la Santísima Trinidad (su resumen):
«Los tres jodidos son uno solo».
La noche que me confesó frente a la calmura del lago:
«Ya no creo en Dios ni en ninguna de esas mierdas.
Creo en Dios pero para mí Dios es el hombre».
Pero siempre quiso ser mi monaguillo en la misa.
Nadie le podía quitar ese puesto.
Su expresión más frecuente: ME VALE VERGA.
Hijo mío y hermano Laureano,
hijo indócil y cariñoso
como todo hijo con su padre
y como además yo no era tu verdadero padre
fuiste sobre todo mi hermano
hermano bastante menor en años
pero sobre todo compañero
¿esa palabra te gusta más verdad?
La que más amabas después de la palabra Revolución.
Compañero Sub-Comandante Laureano,
jefe de los Guarda Fronteras:
Digo junto con vos, que nos vale verga la muerte.
No quería hacer este pasaje.
Pero me dirías en aquel tu lenguaje poético de aquellas misas
traducido después a tantos idiomas, hasta el japonés
(les costará traducirte)
«Poeta hijueputa decí a esos jodidos mis compañeros de Solentiname
que me mataron los contrarrevolucionarios hijos de la gran puta
pero que me vale verga».
Como aquel «que se rinda tu madre» de Leonel.
Siempre me decías allá que querías ya irte a la guerrilla.
Y yo: «Con tu indisciplina allí te fusilan».
Hasta que se cumplió tu sueño con el asalto a San Carlos.
«Aquí los vamos a joder a estos jodidos».
Las balas que te tiraban los guardias. Y tu relato después:
«¡pas! ¡pas! ¡pas! ¡Puta! Allí fue cuando me sentí muerto».
Pendenciero, fiestero, mujerero,
rebosante de vida pero sin temer la muerte.
Poco antes de morir me había dicho tranquilo en Managua:
«Allí es encachimbado. Cualquier día yo puedo morir en una emboscada».

No has dejado de existir:
Has existido siempre
y existirás siempre
(no sólo en éste,
en todos los universos).
Pero es cierto,
una sola vez viviste,
pensaste,
amaste.
Y ahora estás muerto.
Es estar digamos como la tierra, o la piedra, que es lo mismo,
«la piedra dura porque esa ya no siente».
Pero no, nada de piedra dura,
sí estás sintiendo,
más allá de la velocidad de la luz
del final del espacio que es el tiempo,
totalmente consciente,
dentro de la conciencia
vivicísima
de todo lo existente.
LAUREANO MAIRENA ¡PRESENTE!
El jodido avión retrasándose en cada escala.
Ya era muy noche en el mar. Yo no podía dejar de pensar...
Yo quisiera morir como vos hermano Laureano
y mandar a decir desde lo que llamamos cielo
«Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me valió verga la muerte».

***
Ernesto Cardenal (Granada, 1925)

jueves, 28 de junio de 2018

piero montebruno / andén







                     Escribir es como morir
                ni un poco más ambicioso

I

Siempre es alegre la partida de un tren
De un tren con un solo pasajero
Y con un solo hombre agitando su pañuelo en el andén
El viajero sabe que su ausencia puede durar demasiado
Pero eso no lo inquieta
Quisiera recorrer extraños lugares en la quietud más absoluta
Quisiera poder mezclarse en un tumulto de seres sin ser
[reconocido
Quisiera hablar y no ser comprendido
Lejos podrá lograrlo
Lejos, si persevera en el viaje
Por ahora sólo siente como la distancia mitiga la pesadumbre
[de su existencia
Siente como el movimiento ensaya una caricia por su cuerpo
Pero el hombre del andén sabe que no volverá a verlo
Sabe que así es el viaje eterno de los que se quedan
Un viaje sordo, un viaje ciego
Ambos no volverán a verse
Será ésta una pequeña muerte
Una muerte que sólo les atañe a ambos
Una muerte mínima y sutil
¿Cuál es el viaje?
¿Cuál es el verdadero viaje?
El del hombre que se aleja en el carromato
O el del hombre quieto en el andén
Lo cierto es que el viaje es todo
Y la distancia es la misma entre los dos
Y si uno se aleja
Es porque el otro se lo permite
Y al revés
Partir, partir, partir
Para nunca llegar
Irse de todos lados
E irse de uno mismo
Escaparse del tedio que encierra nuestro cuerpo
Ese bulto henchido de pesadumbre
Y quien en verdad parte es aquél que se queda en el andén
Que reniega del viaje y por eso emprende el viaje verdadero
El viaje hacia adentro
Hacia la magra existencia de la carne

II

Escucho lo que no debiera escuchar
Camino a tientas entre las sombras
Si hubiera tan sólo una luz
Podría ver el rostro de quien camina a mi lado
Se dicen palabras duras e inciertas
Y la sombra se nos va metiendo entre los cuerpos
Tú ignaro caminante
Di quién eres
Pronuncia tan sólo una palabra
Que yo haré el resto
Una palabra tuya basta para que regrese la luz a nuestros ojos
Habla, ten piedad de mí y de los otros
Escucho apenas el susurro del viento
Y las mudas palabras de los hombres a lo lejos
Pero qué importa que alguien intente hablar
Si es para mover inútilmente los labios
Dicen que el hombre cuyo aliento siento a mi lado un día
[despertó
Y había olvidado hablar
Yo hoy he despertado con los ojos sin luz
Los otros ahora cantan
Una triste melodía
Adivino que es un canto nupcial
Le cantan a la vida y están llorando
A mis ojos inútiles sólo les queda también llorar
Entono los cantos que me tarareaba mi madre
Guardo silencio
Y oigo a la distancia la voz del mudo
Que ha roto el vacío del silencio
Y emite una voz cada vez más alta
No es más que una esperpéntica carcajada
Amanece la luz
Los hombres aparecen con rostros ebrios y deformes
El camino se tuerce y muere
Hemos vuelto a ver
Es tan horrible la visión
Que preferiría la nada ante mis cuencas vacías

III

Atardece aquí en los linderos del mar
Unos botes se avistan a lo lejos
Hay hombres en ellos
Hombres que no han dejado por mucho tiempo el mar
Sus rostros tienen la huella del aire frío y del viento solar
En sus manos las redes vuelven a salir vacías
El ayuno forzado ya dura demasiado
El hambre es la más dura tristeza
Los niños lloran por eso
Las mujeres han dejado de dar leche
Y los hombres siguen internándose sin sentido en el mar
Dios se ha ido hacia otras tierras
No hay misericordia para estas bocas
Para esos niños que mueren cuando atardece
A esa hora precisa, día tras día,
Y por los que repican las campanas de la iglesia.
Cuántas bocas pueden vivir de un mísero pan dos veces al día
El pan que es exiguo al igual que las hostias
Nada de eso alcanza para este pueblo
Dios se ha ido hacia otras tierras
Los hombres han enloquecido y ríen de su infortunio
Anoche uno jugaba con el cuerpo sin vida de un niño
Jugaba y profanaba ese cuerpecillo anémico
Es difícil admitirlo pero hay quienes desean que el vecino
[muera
Para así poder comérselo
Se ha esparcido esta práctica entre las gentes
A esta hora un anciano arrastra una hilera de niños
[moribundos atados por sus magros cogotes
Los vende y los compra como animales
Se los usa como carne
Antes que mueran
Para que no enflaquezcan demasiado
Se los come agónicos
Todavía palpitantes
Así es la vida en el atardecer del mundo
Cuando las bocas palidecen por el hambre
Y sólo la muerte ahuyenta a la muerte
Un hombre sólo puede redimir al mundo
Uno sólo pero quién
Estamos todos nosotros, la carroña
Pero ese hombre es el único que falta.

IV

No sucede nada en este pueblo
Nada que parezca salvarnos
Todo sigue tan monótono como siempre
Sólo hace una semana ocurrió algo distinto
Llegó un extraño visitante
Dijo venir de lejos
Dijo querer entendernos
Y redimirnos
Dijo que la distancia le ha hecho comprender a los hombres
Nosotros hemos puesto nuestras últimas esperanzas
En este hombre que bajó solo del tren
Que dijo no haber visto un sólo hombre por meses
A veces parece perder la razón
Y habla de unos hombres vagando por el mar
Y pronuncia palabras de Dioses desconocidos
Habla de tierras donde los hombres
Son ciegos y mudos
Y no obstante viven felices
Sólo conociéndose en el tacto
O en sonidos hechos con sus manos
Este hombre ha traído la paz a nuestro pueblo
Nos ha hecho olvidar nuestras crueldades
Y ya no nos deseamos la muerte entre nosotros
Hemos vuelto a creer en la vida
Y a respetar a la muerte
Sabemos que este hombre
Volverá a partir
Y tememos su alejamiento
Le hemos pedido que permanezca
Que se quede entre nosotros
Nos responde que es su destino
Andar extraviado entre los hombres
Que huye de las palabras
Y busca el silencio y la ausencia
Condenado a vivir eternamente
Pregonando entre los hombres
En un viaje obsesivo
Como un extraño con un alma mísera y fugitiva
Esta tarde hemos ido a despedirlo
Todo el pueblo ha sentido piedad en la estación al verlo partir
Son cientos de manos que se agitan
Cientos de hombres que parecen partir con él
Inadvertidamente un niño también parte oculto
Como el germen de un nuevo extrañamiento
Como el comienzo de un nuevo destierro
Un destierro del hombre con el hombre
Un alejamiento de la existencia con la existencia
Un eterno adiós.

***
Piero Montebruno (Santiago de Chile, 1977). Canciones para una banda de rock (poesía temprana 1999-2003). Santiago de Chile: Pequeño Dios Editores, 2014.

miércoles, 27 de junio de 2018

gonzalo millán / siete poemas










La cara de Dios

*

En una mano la piedra
negra y enmantequillada
destellante en los dedos
del infame idólatra;
mordido, menospreciado
el pan en la otra mano.

~~~

Escena original

*

En el silencio húmedo tras
el chubasco de los truenos
el bulbo negro
de un claxon de goma,
estrujado por un niño
que interroga el misterio.

~~~

Tu quebrado vidrio rojo

*

Tu sangre se seca en mi vientre
como una mancha de óxido
y entre tus piernas partidas
se pega el dolor del lacre.
La almohada moja mi mejilla
con tus lagrimas,
y seguimos aguardando mudos,
entre encajes y sedas arrugadas,
el silencio del muerto
o el grito del recién nacido.

~~~

Los aros de hierro del triciclo sin gomas y el rascar de un clavo

*

Caemos de pronto del amor
y somos dos migas sucias
flotando en un platillo con agua
o la mosca sin alas
que el dedo hace correr sobre la mesa.
Yo retiro tu viejo cabello
enrollado en mi oreja
y hacemos vibrar
la gillete del odio en nuestras bocas
basta que el hedor de verdes aguas de floreros
nos hace soltar la arena
que tenían las manos para lanzarnos a los ojos
y abrir de nuevo las ventanas.

~~~

Vida

*

Un pájaro vuela, galopa un caballo;
un gato trepa por un álamo;
un pez nada río arriba.
Las plantas cuando crecen
lentamente se mueven,
si extienden sus ramas,
se hunden las raíces en la tierra
y cuando abren sus flores.

El pájaro huye si se quiebra una rama.
El perro acude al escuchar la voz del amo.
Los peces vienen en masa
cuando se echan migas en el agua.
El animal salvaje, por ejemplo el puma,
olfatea de lejos a su presa.
Y la sensitiva cierra sus hojas
si casi se la toca.

Las aves se alimentan de insectos,
semillas, peces o alimañas.
Los animales pacen o se devoran.
El hombre es omnívoro.

El pez y el pájaro cubren a la hembra
en el viento o en el agua.
El perro se monta sobre la perra.
El hombre se tiende sobre la mujer
y entra por sus piernas entreabiertas.
Los árboles se fecundan con el viento.
El pez raja la ova;
el pájaro triza el huevo y deja el nido,
y uno echa plumas y el otro escamas.
El animal nace con pelaje de las entrañas.
La planta arranca de la semilla
y echa al aire corteza y vellos.
El hombre sale del vientre
desnudo y cubierto de sangre.

El lagarto cría nueva cola
si pierde la antigua,
y los cangrejos si pierden pinzas y patas
echan pinzas y patas nuevas.
Las heridas de hombres y animales cicatrizan;
los huesos quebrados sueldan solos.

Se desgastan las células,
los órganos, los tejidos.
Disminuyen las fuerzas vitales.
La muerte es el fin de la vida.

~~~

Hoy no haré trabajo voluntario

*

Para Andrés y Mauricio Millán


Aunque en las calles lluevan
palos y piedras hoy debo
atravesar la ciudad revuelta.
Nada podrá detenerme,
ni barricadas llameantes
ni gases lacrimógenos.
Avanzo como un ciempiés
bajo una cáscara de huevo
llevando a casa de mi padre
una pequeña tina de baño
para mi hermano recién nacido.
Y no puedo detenerme.
Después escribo.

~~~

La ciudad, 48

*

El río invierte el curso de su corriente.
El agua de las cascadas sube.
La gente empieza a caminar retrocediendo.
Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado.
Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones.
Los oficiales enfundan sus pistolas.
La corriente penetra por los enchufes.
Los torturados dejan de agitarse.
Los torturados cierran sus bocas.
Los campos de concentración se vacían.
Aparecen los desaparecidos.
Los muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás
Los “rockets” suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstituye íntegra.
Su cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de Septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Las fuerzas armadas respetan la constitución.
Los militares vuelven a sus cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en una ambulancia a Isla Negra.
Le duele la próstata. Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra.
Canta
Los discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prat.
Desaparece.
Prat revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando
¡Venceremos!

***
Gonzalo Millán (Santiago de Chile, 1947-2006) Trece lunas. Santiago de Chile: FCE, 1997.

martes, 26 de junio de 2018

jorge teillier / los dominios perdidos













                                                A Alain-Fournier

Estrellas rojas y blancas nacían de tus manos.
Eran en 189... en la Chapelle d'Anguillon,
eran las estrellas eternas
del cielo de la adolescencia.
En la noche apagaste las lámparas
para que halláramos los caminos perdidos
que nos llevan hacia un laúd roto y trajes de otra época,
hacia una caballeriza ruinosa y un granero de fiesta
en donde se reúnen muchachas y ancianas que lo perdonan todo.

Pues lo que importa no es la luz que encendemos día a día,
sino la que alguna vez apagamos
para guardar la memoria secreta de la luz.
Lo que importa no es la casa de todos los días
sino aquella oculta en un recodo de los sueños.
Lo que importa no es el carruaje
sino sus huellas descubiertas por azar en el barro.
Lo que importa no es la lluvia
sino su recuerdos tras los ventanales del pleno verano.

Te encontramos en la última calle de una aldea sureña.
Eras un vagabundo de barba crecida con una niña en brazos,
era tu sombra -la sombra del desaparecido en 1914-
que se detenía a mirar a los niños jugar a los bandidos,
o perseguir gansos bajo una desganada llovizna,
o ayudar a sus madres a desvainar arvejas
mientras las nubes pasaban como una desconocida,
la única que de verdad nos hubiese amado.

Anochece.
Y al tañido de una campana llamando a la fiesta
se rompe la dura corteza de las apariencias.
Aparecen la casa vigilada por glicinas, una muchacha
leyendo en la glorieta bajo el piar de gorriones,
el ruido de las ruedas de un barco lejano.

La realidad secreta brillaba como un fruto maduro.
Empezaron a encender las luces del pueblo.
Los niños entraron a sus casas. Oímos el silbido del titiritero que te llamaba.
Tú desapareciste diciéndonos: "No hay casa, ni padres, ni amor:
                                  sólo hay compañeros de juego".
Y apagaste todas las luces
para que encendiéramos
para siempre las estrellas de la adolescencia
que nacieron de tus manos en un atardecer de mil ochocientos
noventa y tantos.

***
Jorge Teillier (Lautaro, 1935-Viña del Mar, 1996) Los dominios perdidos. Santiago de Chile: FCE, 2004.

lunes, 25 de junio de 2018

enrique lihn / cinco poemas







La pieza oscura

*

La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso hubiera amenazado
una vaga llovizna sangrienta.
De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad
juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos no ignorábamos qué causa;
juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas o, para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.

Y así empezó a girar la vieja rueda —símbolo de la vida— la rueda que se atasca como si no volara,
entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos
con un imperceptible sonido musgoso.
Centrándose en su eje, a imitación de los niños que rodábamos de dos en dos, con las orejas rojas
—símbolos del pudor que saborea su ofensa— rabiosamente tiernos, la rueda dio unas vueltas en falso como en una edad anterior a la invención de la rueda
en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido.
Por un momento reinó la confusión en el tiempo. Y yo mordí largamente en el cuello a mi prima Isabel,
en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad anterior al pecado
pues simulábamos luchar en la creencia de que esto hacíamos; creencia rayana en la fe como el juego en la verdad
y los hechos se aventuraban apenas a desmentirnos
con las orejas rojas.

Dejamos de girar por el suelo, mi primo Angel vencedor de Paulina, mi hermana; yo de Isabel, envueltas ambas
ninfas en un capullo de frazadas que las hacía estornudar —olor a naftalina en la pelusa del fruto—.
Esas eran nuestras armas victoriosas y las suyas vencidas confundiendose unas con otras a modo de nidos como celdas, de celdas como abrazos, de abrazos como grillos en los pies y en las manos.
Dejamos de girar con una rara sensación de vergüenza, sin conseguir formularnos otro reproche
que el de haber postulado a un éxito tan fácil.
La rueda daba ya unas vueltas perfectas, como en la época de su aparición en el mito, como en su edad de madera recién carpintereada
con un ruido de canto de gorriones medievales;
el tiempo volaba en la buena dirección. Se lo podía oír avanzar hacia nosotros
mucho más rápido que el reloj del comedor cuyo tic-tac se enardecía por romper tanto silencio.
El tiempo volaba como para arrollarnos con un ruido de aguas espumosas más rápidas en la proximidad de la rueda del molino, con alas de gorriones —símbolos del salvaje orden libre— con todo él por único objeto desbordante
y la vida —símbolo de la rueda— se adelantaba a pasar tempestuosamente haciendo girar la rueda a velocidad acelerada, como en una molienda de tiempo, tempestuosa.
Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico
como si hubiera conocido, más allá del amor en la flor de su edad, la crueldad del corazón en el fruto del amor, la corrupción del fruto y luego... el carozo sangriento, afiebrado y seco.

¿Qué será de los niños que fuimos? Alguien se precipitó a encender la luz, más rápido que el pensamiento de las personas mayores.
Se nos buscaba ya en el interior de la casa, en las inmediaciones del molino: la pieza oscura como el claro de un bosque.
Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos cazadores de niños. Cuando ellos entraron al comedor, allí estábamos los ángeles sentados a la mesa
ojeando nuestras revistas ilustradas —los hombres a un extremo, las mujeres al otro—
en un orden perfecto, anterior a la sangre.

En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos encontrarnos a la vuelta del vértigo, cuando entramos en el tiempo
como en aguas mansas, serenamente veloces;
en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos de un mismo naufragio.
Pero una parte de mí no ha girado a compás de la rueda, a favor de la corriente.
Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño que cae de rodillas
dulcemente abrumado de imposibles presagios
y no he cumplido aún toda mi edad
ni llegaré a cumplirla como él
de una sola vez y para siempre.

~~~

Raquel (fragmento)

*

Tú que no has abandonado la arraigada costumbre
de tu belleza ni el hábito de hablarnos al oído
como si todo fuera materia de secreto — recordaba tu voz,
"hermana del silencio" — o como si algo o alguien más o menos
temible
pudiera despertar entre nosotros.
Que cuidas, como entonces, de tus manos que tactan
la oscuridad latente, sin forma, de las cosas,
asombradas y sabias, volviendo a su indolencia
por un poco de vaga certidumbre.
Que seguirás soñando, despierta, que despiertas
como si nada hubiera sucedido
demasiado real: Aquí estoy otra vez
en lo mismo de siempre.
En la ciudad de tus sueños bilingües — Londres 1941 — que ellos
reconstruyeron para ti, a imagen de tu alma frágil y olvidadiza.
El bombardeo empezó con un baile : neurosis colectiva en la Intimidad de los
espacios vacíos, en una boite de lujo atestada de sonámbulos
entre esos viejos amigos ocasionales — el amor sangrando por la nariz,
con los dientes trizados y verdaderamente ciego-
la confusión de los rostros bajo un mismo resplandor, el burbujeo de
los rostros como pompas de fuego,
una olla de grillos en una olla de grillos y una advertencia de ceniza en el 
aire, 
los primeros auxilios auxilios a los primeros muertos, los últimos auxilios sin orden ni concierto, 
el eclipse de los espejos de luna, Victorianos, la oscilación de las lámparas 
de lágrimas — histeria colectiva en el corazón de la nobleza — a 
punto de estallar en sí mismas 

Algo bastante peor que la 
Guerra de las Rosas, — ¿Y 
si el Buckingham House 
fuera el Arca de Noé? — 
Los cisnes aprendieron a 
volar. Olvidémoslos. 
— Niadie sabe de nada ni de 
nadie. — Hyde Park, ¿ serías 
la Torre de Babel? — Este 
es el fin del mundo de 
habla inglesa, 
—Esto es el fin del mundo. 
¿Hay una isla en el cielo? 
¿Defraudaremos allí a 
nuestras colonias? 

En la ciudad que tú habrás mantenido en el orden del corazón como 
en un cofrecillo bajo llave. Una llave extraviada, a conciencia, 
en un momento de crisis; 
cartas que se releen de memoria, pero sólo de memoria, siempre un 
poco distintas a sí mismas, cada vez más urgentes, oscuras y 
precisas. 
Fotografías a prueba del paso de los años, alcanzándolos y 
reteniéndolos, como si respiraran, 
postales que habrías recibido o no y el telegrama, con seguridad: 

— Aquí estoy, otra vez, en lo 
mismo de siempre. 

Junto a tu pobre amiga. Una belleza clásica: 

— No volverás a intentarlo, ¿verdad? 
Nadie te dice  que pienses en tu 
familia. Piensa. 
— Haz como yo, que no pienso 
en nada; es la mejor 
manera de pensar. 
Concéntrate en eso. 
— Hablemos una y otra vez de otra
cosa. Tú que conocías a George, 
figúrate, 
— Lo ascendieron en su base 
antiaérea. El mayor 
Catherwood, miembro de 
la nobleza, 
— Pero aún da señales de vida, 
después de todo lo que a mí me 
pasó entre nosotros. 
— Tan absurdo como la guerra 
mundial. Nunca podré 
entender a los ingleses, 
con esa incapacidad de renunciar
como si nada afectara a su
orgullo ni las peores cosas.
Aunque hice una locura. 

—Y te arrepentirás de no 
haberlo aceptado. Porque 
lo amabas
digas lo que digas
— Y esto es lo peor de todo. 
Únicamente esto.

Tú que tendrás que arrepentirte me niego rotundamente a decir de tus actos 
pero sí de haberte deslizado, con el corazón en la boca por todo aliento 
buscando otra salida en otra dirección en el momento mismo en que se abría esa puerta 
como vuelve a bu sitio la cubierta de un foso — qué temblor en las 
manos inválidas — , 
a la realeza de una abatida tarde otoñal y, como en un cuadro de Bacon, 
el mayor en el uso de una doble licencia: 
militar y poética era la tarde misma, tu ultimo día en Inglaterra, la 
emanación del fondo de su figura atrapada 
en todo eso que mirabas rehusándote a verlo, por última vez: 
oleaje inmóvil del cielo allanándose a la invasión de la noche nazi, 
casas petrificadas oteando al horizonte por las ventanas vacías. 

— Dígale al señor que no estoy 
en casa. Espere, dígale 
que no estoy aquí de 
ninguna manera ni en los 
alrededores de Londres. 
—Me refiero a mi viaje por 
favor, usted sabe. Invente 
este pretexto, él está en 
antecedentes. 

~~~

La musiquilla de las pobres esferas

*

Puede que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar, “a lo divino”,
mal si no pasas todas las fronteras.

Digan, al fin y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos
con un poco de todo en la cabeza;
y el poeta más loco que sagrado
pero con una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría,
capaz de darle cuerda a la tristeza.

No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.

Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla el viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.

Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.

~~~

La infancia

*

La infancia: el tema de unos juegos florales
relativamente feroces, pero en fin, música
alrededor de una glorieta vacía.

~~~

Brisa marina

*

Somos los agredidos de una vieja agresión
permanezcamos tranquilos o de lo contrario la ira
acumulada largamente se desquitará de nosotros.
El odio sin objeto puede tener esta cara
la de un jubilado absorbido en los trabajos de la jardinería
a la sombra de su esposa en una casa vacía.
Ese individuo puede desdoblarse
y reaparecer en otro sitio, de noche, en una compañía más que duddosa
cerca del lugar de cualquier crimen, asistir circunspecto
a una boda clandestina entre traficantes de drogas.
No le pisemos la cola al viejo perro dormido,
que bajo la piel rala y polvorienta se eriza en sueños de masacre
allá bajo la nieve impura de Transilvania.
Guardemos para el invierno
los mejores recursos de la buena educación
digamos en primavera que las mariposas que los árboles
y llegado el verano ojalá sea más fácil
obtener los dividendos de una conducta mediocre,
pues entonces cederemos fácilmente a la hipnosis
y el mar al sol, bajo un cielo que es es de por sí la redención
ampollará meciéndolos nuestros mejores deseos.
Ser la nada del no ser o ser la nada que somos; polvo e incluso polvo
que nunca en nada llegará a convertirse
y vivir en cierto modo de esa ausencia que se adelanta
constantemente al futuro porque somos esa ausencia.
Nada de todo eso puede resistirse
a la brisa marina y a la imposible enumeración
de las avecillas del mar que ruedan en el límite de la borla de las olas
cuando ese mar pliega y repliega su manto sobre la arena
y ese sol que cada vez único vive del aura de sus días para nosotros eterno
dice su hic y su nunc, blanqueándose en el reventón de las olas
y no al alcance de los niños (prudentemente invisibles),
en los meandros junto al mar de una casa campestre
la noche nos traerá, como su nombre lo indica, descanso
sueños inquietos quizá pero igualmente olvidadizos
incapaces de reconstruirse a la luz del día, entre las dunas.
Nos es dada, sí, esta módica aunque segura felicidad
la única que por su misma lentitud los deja atrás;
sin saberlo las furias nos persiguen en otro sitio
montan quizá su espectáculo en algún cercano balneario
donde el puerto las recibe entre unos brazos borrachos
sudor de unas máscaras que se impregnan de una sal polvorienta.
Algún ratón extraviado chilla a lo sumo, por un instante en el techo
bajo la garra de un gato solar.
Nuestra tranquilidad depende de tan poco,
pero por ese instante lo tan poco es más que suficiente
es lo excesivo, un imperioso aunque invisible ademán
y el viejo quien sólo se parece a una divinidad
un Belzébuth de table d'hôte, se resigna a esperar
el tránsito hacia una estación menos benigna que facilite sus manipulaciones.

El analista se apronta junto a su diván de trabajo.
El cura, si lo hubiera, practica la absolución
ante un espejo roto que multiplica su cara
los guardianes del Orden establecido, esperan
que alguna vez ese caos nos sea desfavorable.
Desde lo alto de cualquier jerarquía no ha dejado de hablar
el sujeto precario de la historia, una estatua de bulto
animada por la voracidad que impone su incoherencia,
ese aliento espeso es todo lo que del Verbo
ha sobrevivido, desgarrándolo entre sus dientes carniceros
cien o doscientos años pasados en vano
engolfados en la introspección o en las palabras difíciles
para que la así llamada rueda de la fortuna girara
con la docilidad de un cordero en la piedra sacrificial.
En el interior del reino se sabe que éste no es de este mundo
por razones incluso ajenas a su voluntad.
Siempre ha ocurrido así por lo demás
no se trata de escepticismo sino de hechos
las palabras como siempre están de más ante ellos.
Nos hemos desdoblado en nosotros, para el caso es lo mismo.
Debiéramos haberlo previsto en realidad
pues de alguna manera también extraña se nos parecen
nos son internamente, externamente familiares.

Éste no es más que el balance de algunos años de vida,
sobrellevada desde siempre en un exilio culpable
ni el cura ni el analista saben nada del verbo
es una cosa sorda muda y ciega que asume
sin ninguna responsabilidad todas nuestras deficiencias
propias o ajenas para el caso da lo mismo.

Al balcón del Vaticano el hombrecillo se asoma
para complacer el humor anglosajón
y dicta un curso absurdo de educación sexual.
Doctor, el Ello está en la base de todo
y como bien lo dijo usted, el turbio cómplice del mismo
se resuelve en los meandros de una palabra vacía
el azar de una inspiración fundada en su propia cháchara.
El verbo en camino padece de una afasia permanente
es el mismo animal de hace cincuenta mil años
habiendo perdido el camino cada una de sus formas.
Una nube empotrada deshaciéndose en el subsuelo
lo haría mucho mejor un sapo o una piedra
puesto que eso sí su actividad es frenética
sorda muda y ciega ni orientada ni desorientada
y la idea de lo absurdo todavía una idea
no dice nada de eso que podemos y no podemos imaginar
en conformidad a nuestros hábitos meramente humanos.

Esta agresividad inexplícita, que nos asalta de pronto
a la vuelta de cualquier día, al margen de las estaciones
e incluso de frente a la brisa marina
un llamado transparente a los placeres más simples
e incluso bajo la especie no sofrenada del placer
esta necesidad tan urgente como inexplicable de romper
el equilibrio del jardín, con una palabra soez
es un hecho ante todo ni una causa ni un efecto
un tumulto que puede estagnarse en situaciones favorables
pero contra el cual los preparativos o las situaciones no bastan
la almacenemos o no, de por sí, es redundante
atributo este consustancial al escándalo
el odio sin objeto o el amor sin objeto
absorbido o no en su falta de presencia
tampoco añorante, simplemente un hecho
reacio a las comparaciones con que se lo quiere apaciguar
viejo perro dormid o jardinero de ocasión
es y no es por ahora nuestra única verdad

                                                                                       jueves, 12 de febrero de 1976

***
Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)

domingo, 24 de junio de 2018

paul valery / el cementerio marino











           ¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, 
              pero agota toda la extensión de lo posible.
                         
                                               Pindaro, Píticas III.

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!... ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!... Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa...
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia...
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante...
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol... ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!... ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma... ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!... ¡Tratemos de vivir!
¡,Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!

***
Paul Valéry (Sète, 1871-París, 1945)
Versión de Javier Sologuren

/

Le Cimetière marin

*

                                 Μή, φίλα ψυχά, βίον ἀθάνατον
                 σπεῦδε, τὰν δ' ἔμπρακτον ἄντλει μαχανάν.

                                            Pindare, Pythiques, III.

*

Ce toit tranquille, où marchent des colombes,
Entre les pins palpite, entre les tombes ;
Midi le juste y compose de feux
La mer, la mer, toujours recommencée !
Ô récompense après une pensée
Qu’un long regard sur le calme des dieux !

Quel pur travail de fins éclairs consume
Maint diamant d’imperceptible écume,
Et quelle paix semble se concevoir !
Quand sur l’abîme un soleil se repose,
Ouvrages purs d’une éternelle cause,
Le Temps scintille et le Songe est savoir.

Stable trésor, temple simple à Minerve,
Masse de calme et visible réserve,
Eau sourcilleuse, Œil qui gardes en toi
Tant de sommeil sous un voile de flamme,
Ô mon silence !… Édifice dans l’âme,
Mais comble d’or aux mille tuiles, Toit !

Temple du Temps, qu’un seul soupir résume,
À ce point pur je monte et m’accoutume,
Tout entouré de mon regard marin ;
Et comme aux dieux mon offrande suprême,
La scintillation sereine sème
Sur l’altitude un dédain souverain.

Comme le fruit se fond en jouissance,
Comme en délice il change son absence
Dans une bouche où sa forme se meurt,
Je hume ici ma future fumée,
Et le ciel chante à l’âme consumée
Le changement des rives en rumeur.

Beau ciel, vrai ciel, regarde-moi qui change !
Après tant d’orgueil, après tant d’étrange
Oisiveté, mais pleine de pouvoir,
Je m’abandonne à ce brillant espace,
Sur les maisons des morts mon ombre passe
Qui m’apprivoise à son frêle mouvoir.

L’âme exposée aux torches du solstice,
Je te soutiens, admirable justice
De la lumière aux armes sans pitié !
Je te rends pure à ta place première,
Regarde-toi !… Mais rendre la lumière
Suppose d’ombre une morne moitié.

Ô pour moi seul, à moi seul, en moi-même,
Auprès d’un cœur, aux sources du poème,
Entre le vide et l’événement pur,
J’attends l’écho de ma grandeur interne,
Amère, sombre, et sonore citerne,
Sonnant dans l’âme un creux toujours futur !

Sais-tu, fausse captive des feuillages,
Golfe mangeur de ces maigres grillages,
Sur mes yeux clos, secrets éblouissants,
Quel corps me traîne à sa fin paresseuse,
Quel front m’attire à cette terre osseuse ?
Une étincelle y pense à mes absents.

Fermé, sacré, plein d’un feu sans matière,
Fragment terrestre offert à la lumière,
Ce lieu me plaît, dominé de flambeaux,
Composé d’or, de pierre et d’arbres sombres,
Où tant de marbre est tremblant sur tant d’ombres ;
La mer fidèle y dort sur mes tombeaux !

Chienne splendide, écarte l’idolâtre !
Quand solitaire au sourire de pâtre,
Je pais longtemps, moutons mystérieux,
Le blanc troupeau de mes tranquilles tombes,
Éloignes-en les prudentes colombes,
Les songes vains, les anges curieux !

Ici venu, l’avenir est paresse.
L’insecte net gratte la sécheresse ;
Tout est brûlé, défait, reçu dans l’air
À je ne sais quelle sévère essence…
La vie est vaste, étant ivre d’absence,
Et l’amertume est douce, et l’esprit clair.

Les morts cachés sont bien dans cette terre
Qui les réchauffe et sèche leur mystère.
Midi là-haut, Midi sans mouvement
En soi se pense et convient à soi-même…
Tête complète et parfait diadème,
Je suis en toi le secret changement.

Tu n’as que moi pour contenir tes craintes !
Mes repentirs, mes doutes, mes contraintes
Sont le défaut de ton grand diamant…
Mais dans leur nuit toute lourde de marbres,
Un peuple vague aux racines des arbres
A pris déjà ton parti lentement.

Ils ont fondu dans une absence épaisse,
L’argile rouge a bu la blanche espèce,
Le don de vivre a passé dans les fleurs !
Où sont des morts les phrases familières,
L’art personnel, les âmes singulières ?
La larve file où se formaient les pleurs.

Les cris aigus des filles chatouillées,
Les yeux, les dents, les paupières mouillées,
Le sein charmant qui joue avec le feu,
Le sang qui brille aux lèvres qui se rendent,
Les derniers dons, les doigts qui les défendent,
Tout va sous terre et rentre dans le jeu !

Et vous, grande âme, espérez-vous un songe
Qui n’aura plus ces couleurs de mensonge
Qu’aux yeux de chair l’onde et l’or font ici ?
Chanterez-vous quand serez vaporeuse ?
Allez ! Tout fuit ! Ma présence est poreuse,
La sainte impatience meurt aussi !

Maigre immortalité noire et dorée,
Consolatrice affreusement laurée,
Qui de la mort fais un sein maternel,
Le beau mensonge et la pieuse ruse !
Qui ne connaît, et qui ne les refuse,
Ce crâne vide et ce rire éternel !

Pères profonds, têtes inhabitées,
Qui sous le poids de tant de pelletées,
Êtes la terre et confondez nos pas,
Le vrai rongeur, le ver irréfutable
N’est point pour vous qui dormez sous la table,
Il vit de vie, il ne me quitte pas !

Amour, peut-être, ou de moi-même haine ?
Sa dent secrète est de moi si prochaine
Que tous les noms lui peuvent convenir !
Qu’importe ! Il voit, il veut, il songe, il touche !
Ma chair lui plaît, et jusque sur ma couche,
À ce vivant je vis d’appartenir !

Zénon ! Cruel Zénon ! Zénon d’Élée !
M’as-tu percé de cette flèche ailée
Qui vibre, vole, et qui ne vole pas !
Le son m’enfante et la flèche me tue !
Ah ! le soleil… Quelle ombre de tortue
Pour l’âme, Achille immobile à grands pas !

Non, non !… Debout ! Dans l’ère successive !
Brisez, mon corps, cette forme pensive !
Buvez, mon sein, la naissance du vent !
Une fraîcheur, de la mer exhalée,
Me rend mon âme… Ô puissance salée !
Courons à l’onde en rejaillir vivant !

Oui ! Grande mer de délires douée,
Peau de panthère et chlamyde trouée,
De mille et mille idoles du soleil,
Hydre absolue, ivre de ta chair bleue,
Qui te remords l’étincelante queue
Dans un tumulte au silence pareil,

Le vent se lève !… Il faut tenter de vivre !
L’air immense ouvre et referme mon livre,
La vague en poudre ose jaillir des rocs !
Envolez-vous, pages tout éblouies !
Rompez, vagues ! Rompez d’eaux réjouies
Ce toit tranquille où picoraient des focs !

sábado, 23 de junio de 2018

herbert huncke / peter (para peter orlovsky)













Estoy terminando de comer a Peter y de bajarlo con cerveza–cerveza lager. Estaba tierno y jugoso–suculento–curado en azúcar y magro.

Tragué su corazón entero. Chupé sus huesos limpios–dejándolos en una pila–cuidadosamente ordenados–sin médulas.

De su cabello tejeré un chaleco de seda–una bufanda–para envolver alrededor de mi cuello y una faja.

De sus huesos construiré una cama–pasaré horas acostado en ella–soñando–su cráneo será una almohada para mi cabeza–los pájaros vendrán y me encontrarán muerto.

Ellos me picotearán rasgando pequeños trozos de carne. Algunos otros más se irán volando–dejándome caer en el mar–para los peces. El sol me secará y el viento dispersará partículas de polvo sobre la tierra.

Lentamente nuestros huesos se pulverizarán a medida que gradualmente nos convirtamos en polvo–la lluvia nos mezcla–y nos lava en pequeños riachuelos a través de la tierra–filtrándose hasta las raíces de los árboles–hierba–flores.

Encontrarán nuestros cráneos–los últimos en marcharse–entrelazados mandíbula a mandíbula–en la caricatura de un beso.

***
Herbert Huncke (Greenfield, 1915-Nueva York, 1996)
Versión de Juan Arabia

/

Peter
for Peter Orlovsky

*

I just finished eating Peter and washed him down with beer–lager beer.  He was tender and juicy–succulent–sugar cured and lean.

I swallowed his heart whole.  Sucked his bones clean–leaving them in a pile–neatly stacked–marrowless.

Of his hair I’ll weave a silken jerkin–a scarf–to wrap around my throat and a sash.

Of his bones I’ll build a bed–spend hours lying upon it–dreaming –his skull a pillow for my head–the birds will come there and find me dead.

They will peck me tearing tiny morsels of flesh.  Some will fly away–dropping me into the sea–for fish.  The sun will dry me out and the wind scatter flakes of dust over the earth.

Slowly our bones will pulverize as we gradually become powdery– the rain blending us together–washed across the earth in tiny rivulets–seeping down to the roots of the trees–grass–flowers.

They will find our skulls–the last to go–clasped jaw to jaw–in caricature of a kiss. 

viernes, 22 de junio de 2018

reina maría rodríguez / cuatro poemas










al menos así lo veía a contraluz

*
                                              Para Fernando García

he prendido sobre la foto una tachuela roja.
-sobre la foto famosa y legendaria-
el ectoplasma de lo que ha sido,
lo que se ve en el papel es tan seguro
como lo que se toca. la fotografía
tiene algo que ver con la resurrección.
-quizás ya estaba allí
en lo real en el pasado
con aquel que veo ahora en el retrato.
los bizantinos decían que la imagen de Cristo
en el sudario de Turín no estaba hecha
por la mano del hombre.
he deportado ese real hacia el pasado;
he prendido sobre la foto una tachuela roja.
a través de esa imagen (en la pared, en la foto)
somos otra vez contemporáneos.
la reserva del cuerpo en el aire de un rostro,
esa anímula, tal como él mismo,
aquel a quien veo ahora en el retrato
algo moral, algo frío.

era finales de siglo y no había escapatoria.
la cúpula había caído, la utopía
de una bóveda inmensa sujeta mi cabeza,
había caído.
el cristo negro de la Iglesia del Cristo
-al menos, así lo veía a contra luz-
reflejando su alma en pleno mediodía.
podía aún fotografiar al Cristo aquel;
tener esa resignación casual
para recuperar la fe.
también volver los ojos para mirar las hojas amarillas,
el fantasma de árbol del Parque Central,
su fuente seca.
(y tú que me exiges todavía alguna fe).

mi amigo era el hijo supuesto o real.
traía los poemas en el bolsillo
del pantalón escolar.
siempre fue un muchacho poco común
al que no pude amar
porque tal vez, lo amé. la madre (su madre),
fue su amante (mental?)
y es a lo que más le temen.
qué importa si alguna vez se conocieron
en un plano más real.
en la casa frente al malecón, tenía aquel
viejo libro de Neruda dedicado por él.
no conozco su letra, ni tampoco la certeza.
no sé si algo pueda volver a ser real.
su hijo era mi amigo,
entre la curva azul y amarilla del mar.
lo que se ve en el papel es tan seguro
como lo que se toca. (aprieto la tachuela roja,
el clic del disparador... lo que se ve no es
la llama de la pólvora, sino el minúsculo relámpago
de una foto).
el hijo, (su hijo) vive en una casa amarilla
frente al malecón -nadie lo sabe, él tampoco lo sabe-
es poeta y carpintero.
desde niño le ponían una boina
para que nadie le robara la ilusión de ser,
algún día, como él.
algo en la cuenca del ojo, cierta irritación;
algo en el silencio y en la voluntad
se le parece, entre la curva azul
y amarilla del mar.
-dicen que aparecieron en la llanura
y que no estaba hecha por la mano del hombre-
quizás ya estaba allí, esperándonos.
la verosimilitud de la existencia es lo que importa,
pura arqueología de la foto, de la razón.
y tú que me exiges todavía alguna fe).

el Cristo negro de la Isla del Cristo sigue intocable,
a pesar de la falsificación que han hecho
de su carne en la restauración;
la amante sigue intocable
y asiste a los homenajes en los aniversarios;
(su hijo), mi amigo, el poeta, el carpintero de Malecón,
pisa con sus sandalias cuarteadas
las calles de La Habana;
los bares donde venden un ron barato a granel
y vive en una casa amarilla
entre la curva azul y oscurecida del mar.
que importancia tiene haber vivido
por más de quince años tan cerca del espíritu de aquel,
de su rasgo más puro, de su ilusión genética,
debajo de la sombra corrompida
del árbol único del verano treinta años después?
si él ha muerto, si él también va a morir?
no me atrevo a poner la foto legendaria sobre la pared.
un simple clic del disparador, una tachuela roja
y los granos de plata que germinan
                                 (su inmortalidad)
anuncian que la foto también ha sido atacada
por la luz; que la foto también morirá
por la humedad del mar, la duración;
el contacto, la devoción, la obsesión
fatal de repetir tantas veces que seríamos como él.
en fin, por el miedo a la resurrección,
porque a la resurrección toca también la muerte.

sólo me queda saber que se fue, que se es
la amante imaginaria de un hombre imaginario
                                                   (laberíntico)
la amiga real del poeta de Malecón,
con el deseo insuficiente del ojo que captó
su muerte literal, fotografiando cosas
para ahuyentarlas del espíritu después;
al encontrarse allí, en lo real en el pasado
en lo que ha sido
por haber sido hecha para ser como él;
en la muerte real de un pasado imaginario
-en la muerte imaginaria de un pasado real-
donde no existe esta fábula, ni la importancia
o la impotencia de esta fábula,
sin el derecho a develarla
(un poema nos da el derecho a ser ilegítimos en algo más
que su trascendencia y su corruptibilidad).
un simple clic del disparador
y la historia regresa como una protesta de amor
                                                       (Michelet)
pero vacía y seca. como la fuente del Parque Central

o el fantasma de hojas caídas que fuera su árbol protector.
ha sido atrapada por la luz (la historia, la verdad)
la que fue o quiso ser como él,
la amistad del que será o no será jamás su hijo,
la mujer que lo amó desde su casa abierta,
anónima, en la página cerrada de Malecón;
debajo de la sombra del clic del disparador
abierto muchas veces
en los ojos insistentes del muchacho
cuya almendra oscurecida
aprendió a mirar
y a callar
como elegido.
(y tú me exiges todavía alguna fe?)

~~~

los días

*

los días afuera, con esa luz que
baja hasta perder su definición
y no saber si la luz sale de mí (adentro)
me bebe hacia sus claros horizontes, o está pintada
al borde del muro para continuar
el enceguecimiento de su propia claridad.
yo extraño, la canción que de mi boca recorría
el tiempo inmenso En cada sílaba de su penetración.
eso era ser joven. cuando aún, verde y tibia
masticaba las ramitas de toronjil con indiferencia.
lívida, hoy cruzo este discurso de los días
que ya no pueden sorprenderme
-con su arete pequeño de plata en el lóbulo izquierdo-
bestia y muchacho, para recorrer el resultado feroz de los días
su alucinación de oscurecer sin morir en la carrera
hacia la perdición.
un azoro en la nuca
y ser el rostro efímero de cualquiera
(de la mujer del disco, por ejemplo) que se raya
al volver desde tus manos grandes.
un rostro, que sobreimpuesto al mío,
es un rostro encarnizado en morir bajo la misma luz
donde ella y yo hemos permanecido
en lo curvado
en lo que se ha hecho grieta al roer de los días
en lo que ya no te pertenece
en lo que ya no es mi juventud
y todo queda amenazado por la curva
que la trajo y me regresa.

~~~

ella volvía

*

ella volvía de su estéril landa,
bajaba las piedras antes de que aquella intensidad
se convirtiera en sangre;
y todo aquel amor se convertía en sangre
bajaba por sus muslos (el camino que lleva al centro
es un camino difícil) es el reto del paso
de lo profundo a lo sagrado
de lo efímero a lo eterno,
porque esa intensidad se convertía en sangre
por su necesidad de ser libada en febrero
justo antes de la primavera
-de color apergaminado también sus muslos,
lo que llamaba a olvidar cualquier cosa
para ser un cuerpo también, un camino.
que uno atraviesa con las flores del vestido
convertidas en piedras
porque nada puede durar -ella lo sabía-
si no está dotado por un sacrificio.
la tierra está recientemente sembrada
(era la tierra de sus ancestros)
es el rito que se ejecuta cuando se construye un día
el deseo primordial de representarlo,
como si ese fuego y esas piedras
repitieran ademanes antiguos
y ella pagara con su flujo sobre la tierra estéril
para ser fecundada.

~~~

la foto del invernadero

*

fue la que siempre quisimos y faltó.
el invernadero estaba junto al parque
con sus cristales húmedos bajo el sol que entraba
en la tarde, o en la mañana, a colorear sus plantas.
yo me paseaba contigo de la mano -eras
de estatura un poco más bajo que yo-
y así alcanzaba a ver, desde esa altura,
los tallos quebrados por mi madre
que componía y podaba las macetas de bunganvillas.
nunca entramos, éramos demasiado pequeños
para invadir la zona de confianza de esos seres extraños
que permanecían dentro. estábamos afuera.
saltando con nuestra energía sin razón
excluidos de la paciencia de las manos de mi madre
pero es allí donde quisiera vivir...
en el lugar inexacto de una foto que falta
para que no imites otra vez, o intente imitar el ser que soy.
el paisaje prohibido donde pondríamos el amor
con exclusividad.
el paisaje del deseo, que no se suponía o se reproducía a cada instante
y que permaneció oculto para nosotros
-la algarabía de ser niños no nos dejaba ver
"todos andábamos a la caza de una flora insectívora".
éramos suspicaces. ahora, acomodo en mi mente
la mente del invernadero. su llama tibia
en el centro de las imágenes haciéndonos creer que algo temblaba
o que podría no ser alcanzable.
esa incertidumbre del temblor donde cruje la madera
y la realidad se distorsiona y parte en dos lenguajes.
fue la que siempre quisimos y faltó.

9 de marzo del 95

***
Reina María Rodríguez (La Habana, 1952)

jueves, 21 de junio de 2018

edgar allan poe / annabel lee













Sucedió hace muchos, muchos años,
en un reino junto al mar.
Allí vivía una doncella conocida
por el nombre de Annabel Lee;
y esa doncella no vivía con otro pensamiento
que el de amarme y que yo la amara.

Yo era un chiquillo y ella una chiquilla,
en aquel reino junto al mar:
Pero nos amábamos con un amor que era más que amor -
mi Annabel Lee y yo-.
Con un amor que los alados serafines del cielo
envidiaban de nosotros.

Y éste fue el motivo por el que, hace mucho tiempo,
en aquel reino junto al mar,
un viento llegó desde una nube, helando
a mi hermosa Annabel Lee;
entonces vino aquel hidalgo pariente suyo
y la apartó de mi lado,
para encerrarla en un sepulcro
en aquel reino junto al mar.

Los ángeles que no eran tan felices en el cielo,
nos tenían envidia
-¡Sí! -éste fue el motivo (como toda la gente sabe,
en aquel reino junto al mar)
para que el viento viniera por la noche desde la nube,
helando y matando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era mucho más fuerte que el amor
de aquellos que eran más viejos que nosotros
-de muchos que sabían más que nosotros-
y ni siquiera los ángeles allá arriba en el cielo,
ni los demonios en las profundidades del mar,
podrán nunca separar mi alma del alma
de la hermosa Annabel Lee.

Jamás brilla la luna, sin que yo sueñe
con la hermosa Annabel Lee;
jamás salen las estrellas, sin que yo sienta los brillantes ojos
de la hermosa Annabel Lee;
y así, durante toda la noche, permanezco tendido al lado
de mi querida, mi querida, mi vida y mi novia,
allá en el sepulcro junto al mar;
en su tumba junto al mar sonoro.

***
Edgar Allan Poe (Boston, 1809-Baltimore, 1849)
Versión de Arturo Sánchez

/

Annabel Lee

*

It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of ANNABEL LEE;
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love-
I and my Annabel Lee;
With a love that the winged seraphs of heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsman came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in heaven,
Went envying her and me-
Yes!- that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we-
Of many far wiser than we-
And neither the angels in heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee.

For the moon never beams without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee;
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling- my darling- my life and my bride,
In the sepulchre there by the sea,
In her tomb by the sounding sea.

miércoles, 20 de junio de 2018

thomas merton / el conflicto entre el poeta y la ambición













Fama y Dinero fuerzan la entrada
Y encuentran al poeta solo en su cuarto.
Ponen el seguro para que no escape,
Encienden la radio a alto volumen
Y patean al pobre imbécil como a un bulto.

“Mejor canta tu arrebato de canción
Antes que esa voz de avestruz se atonte,
Mejor pégale duro al gong
Antes de que el sonido del metal se opaque,
Mañana, mañana la Muerte vendrá
Y te hallará perdido y torpe
Con tus épicas sin comenzar,
Se llevara tu pluma y lápices-

No habrá estatuas en tu tumba
Y otros bardos ocuparán
Tu cuchitril de 4 x 4.”

“Perdón, señores, mi cara de centavo
Se inclinó ante su dólar de presencias,
Reverenciando al Verso Famoso,
Adulando la riqueza con engreída sonrisa
¡Asfixiando mis lágrimas desesperanzadas!
Pues alguien robó mi jaula de pájaros,
¡Y rompió la caja de música
En que guardaba mi rebaño
De ideas toro y osos mentales
Mi caja poética de zorro,
Mi estuche de venados literarios,
Mi furgoneta de águila para batear los aires!
¡Rompieron las jaulas y dejaron ir
A mi pajarera de aves métricas,
Y todo estilo en mi bestiario
Fue soltado por los novatos!
Mi estanque de palabras de los viernes
Fue vaciado por los días y los años.
Mi entera miscelánea de versos
Está arruinada por los Monsieurs taimados.”

Los días y los años corren playa abajo
Y arrojan sus ideas al aire
Curvean sus símiles al lance
y batean sus versos muy lejos.
Él se desanima junto a la orilla desierta
Con ecos de gaviotas rellenando su oído.
Las horas y los minutos,  juegan atrapadas
Con cada imagen que logran robarle,
Batean sus metáforas hasta donde los pájaros,
Y lo saludan con estas abusivas palabras:
“Mejor canta tu arrebato de canción
Antes que esa voz de avestruz se atonte:
Mejor azota tu pedazo de gong
Antes de que el sonido del metal se opaque:
Mañana, mañana la Muerte vendrá
Y encontrará tus épicas sin comenzar:
No habrá estatuas en tu tumba
Y otros bardos ocuparán
Tu cuchitril de 4 x 4.”

***
Thomas Merton (Prades, Francia, 1915-Bangkok, 1968)
Versión de Milton Medellín

/

The Strife between the Poet and Ambition

*

Money and fame break in the room
And find the poet all alone.
They lock the door, so he won’t run,
And turn the radio full-on
And beat the poor dope like a drum.

“Better sing your snatch of song
Before that ostrich voice is dumb,
Better hit your share of gong
Before the sounding brass is mum:
Tomorrow, tomorrow Death will come
And find you sitting dumb and senseless
With your epics unbegun,
And take away your pens and pencils—

There’ll be no sculptures on your tomb
And other bards will occupy
Your seven-fifty sitting room.”

“Pardon, sirs, my penny face
Bowed to your dollar presences,
Curtsying to Famous Verse,
Flattering wealth with smiles and smirks,
Choking down my hopeless tears!
For someone stole my crate of birds,
And busted up the music box
In which I kept my market flocks
Of bull-ideas and mental bears
And my poetic pocketfox,
My case of literary deers,
My eagle-vans to bat the airs!
They broke the cages and let go
My aviary of metric birds,
And all the diction in my zoo
Was let out by the amateurs!
The fishpond of my Friday words
Is fished out by the days and years.
My whole menagerie of verse
Is ruined by these sly monsieurs!”

The days and years run down the beach
And throw his ideas in the air
And wind his similes up to pitch
And bat his verses out of reach.
He mopes along the empty shore
With gullcries in his windfilled ear.
The hours and minutes, playing catch
With every image they can snatch,
Bat his metaphors to the birds
And cheer him with these bullying words:
“Better sing your snatch of song
Before that ostrich voice is dumb:
Better whack your share of gong
Before the sounding brass is mum:
Tomorrow, tomorrow Death will come
And find your epics unbegun:
There’ll be no statues on your tomb,
And other bards will occupy
Your seven-fifty sitting room!

martes, 19 de junio de 2018

roberto juarroz / seis poemas



Poesía vertical 3

*

¿Por qué las hojas ocupan el lugar de las hojas
y no el que queda entre las hojas?
¿Por qué tu mirada ocupa el hueco que está delante de la razón
y no el que está detrás?
¿Por qué recuerdas que la luz se muere
y en cambio olvidas que también muere la sombra?
¿Por qué se afina el corazón del aire
hasta que la canción se vuelve otro vacío en el vacío?
¿Por qué no callas en el sitio exacto
donde morir es la presencia justa
suspendida del árbol de vivirse?
¿Por qué estas rayas donde el cuerpo cesa
y no otro cuerpo y otro cuerpo y otro?
¿Por qué esta curva del porqué y no el signo
de una recta sin fin y un punto encima?

~~~

Poesía vertical 7

*

Cuando se ha puesto una vez el pie del otro lado
y se puede sin embargo volver,
ya nunca más se pisará como antes
y poco a poco se irá pisando de este lado el otro lado.

Es el aprendizaje
que se convierte en lo aprendido,
el pleno aprendizaje
que después no se resigna
a que todo lo demás,
sobre todo el amor,
no haga lo mismo.

El otro lado es el mayor contagio.
Hasta los mismos ojos cambian de color
y adquieren el tono transparente de las fábulas.

~~~

Poesía vertical 14

*

He encontrado el lugar justo donde se ponen las manos,
a la vez mayor y menor que ellas mismas.

He encontrado el lugar
donde las manos son todo lo que son
y también algo más.

Pero allí no he encontrado
algo que estaba seguro de encontrar:
otras manos esperando las mías.

~~~

Poesía vertical  18

*

Fisuras interiores,
grietas por donde se filtra gota a gota
el líquido espeso y apremiante
de esa invasión profunda
que llamamos oración.
La oración, que no es algo que se reza
sino una inclasificable sustancia
que no está hecha de un decir,
aunque a veces se abrigue con palabras
o fragmentos de palabras,
como el sueño se viste de fábulas rotas,
con desarticuladas historias que descarrilan al pensamiento
y encarrilan, en cambio, el sagrado estupor
que tapiza el lado oculto de los seres.
La oración y el sueño se parecen:
son dos entidades o elementos
que gotean en los entresijos de una nada
que se asemeja a algo.
¿Qué ocurriría si se abrieran de pronto
esos lentos arcaduces,
esos estrechos canales
por donde se filtra la oración
y quizá también el sueño?
¿Se mezclarían ambos acaso?
¿Un torrente arrastraría al hombre
desde su propio interior?
¿O tal vez sólo la oración continuaría goteando,
implacablemente goteando
con el mismo ritmo y la misma medida
por la imprevista abertura?
Es probable que la oración sea una parte fija,
una porción estable
de la naturaleza de cada hombre,
la aplicación de una discretísima posología,
una cuota inmodificable como el sueño.
La dosis establecida
de una extraño y casi abrumador rescate
que llevamos en el centro
de nuestra propia sustancia.

~~~

Poesía vertical 22

*

Inventar el regreso del mundo
después de su desaparición.
E inventar un regreso a ese mundo
desde nuestra desaparición.
Y reunir las dos memorias,
para juntar todos los detalles.

Hay que ponerle pruebas al infinito,
para ver si resiste.

~~~

Poesía vertical 24

*

Darlo todo por perdido.
Allí comienza lo abierto.

Entonces cualquier paso
puede ser el primero.
O cualquier gesto logra
sumar todos los gestos.

Darlo todo por perdido
Dejar que se abran solas
las puertas que faltan.

O mejor:
dejar que no se abran.

***
Roberto Juarroz (Coronel Dorrego, 1925-Temperley, 1995)