sábado, 6 de mayo de 2023

abraham valdelomar / tres poemas









Tristitia

*

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.
 
Dábame el mar la nota de su melancolía,
el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.
 
En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,
 
y lo que él me dijera aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar…
 
~

Desolatrix

*

La cruz abre sus brazos sobre el pecho del muerto,
cuya frente parece querer aún pensar,
y en su lívida boca juguetea un incierto
sonreír vago y triste. ¡Cuán incómodo está!
 
Sombra, silencio, frío, soledad infinita
en el estrecho ambiente. Apacible vagar
del perfume que exhala la corona marchita.
No se oye el badilejo, sobre la mezcla, ya…
 
Enjambre voraz dentro del cráneo horada,
y las que ideas fueron nutren a los gusanos,
que van hurgando, elásticos, la roña descarnada
 
hasta que muertos caen de los despojos vanos.
El cristo de metal se oxida entre las manos,
y desde aquel instante ya no se siente nada…
 
Lima-1914.
[En Variedades Nº 403. Lima, 20 de noviembre de 1915, p. 2876.]

~

Nocturno limeño


Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio
y tengo miedo a que despierte
al suave roce de mis pasos lentos…
 
La iglesia eleva sus dos torres
en la oquedad honda del cielo
y cruza el aire el pentagrama
del poste del teléfono.
 
La luz de un arco parpadea,
giran ante ella los insectos;
cambia a mis pasos la quebrada
rara silueta de los techos.
 
Pasa un borracho hinchado el rostro,
llena la calle con su aliento,
alza los brazos, y gritando:
¡Viva el Perú!, se cae al suelo.
 
Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio
y me parece que alguien sigue
mis pasos a lo lejos…
 
Pide limosna lamentable
un mendicante anciano y ciego,
habla de Dios, me dice: —¡Hermano!…
y extiende al aire su sombrero.
 
Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio;
repite el eco en el vacío
el duro golpe de mis pasos lentos…
 
De estas cien mil almas que duermen,
¿cuál soñará lo que yo pienso?
¿Acaso aquella que esta tarde
sonrió a mi paso y me miró en silencio?
 
En los siniestros hospitales
se moverán insomnes los enfermos…
¿Quién llorará desconsoladamente?
¿Quién se estará muriendo?…
 
¿En cuántos labios juveniles
se contraerán frases y besos?
¡Cuántas mentiras adorables!
¿Qué desgraciados estarán naciendo?…
 
Ya la ciudad está dormida
y sólo cruza su silencio
el ruido que hace la pesada
negra carroza de los muertos…
 
Lima, octubre de 1915

***
Abraham Valdelomar (Ica, 1888-Ayacucho, 1919)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario