jueves, 28 de junio de 2018

piero montebruno / andén







                     Escribir es como morir
                ni un poco más ambicioso

I

Siempre es alegre la partida de un tren
De un tren con un solo pasajero
Y con un solo hombre agitando su pañuelo en el andén
El viajero sabe que su ausencia puede durar demasiado
Pero eso no lo inquieta
Quisiera recorrer extraños lugares en la quietud más absoluta
Quisiera poder mezclarse en un tumulto de seres sin ser
[reconocido
Quisiera hablar y no ser comprendido
Lejos podrá lograrlo
Lejos, si persevera en el viaje
Por ahora sólo siente como la distancia mitiga la pesadumbre
[de su existencia
Siente como el movimiento ensaya una caricia por su cuerpo
Pero el hombre del andén sabe que no volverá a verlo
Sabe que así es el viaje eterno de los que se quedan
Un viaje sordo, un viaje ciego
Ambos no volverán a verse
Será ésta una pequeña muerte
Una muerte que sólo les atañe a ambos
Una muerte mínima y sutil
¿Cuál es el viaje?
¿Cuál es el verdadero viaje?
El del hombre que se aleja en el carromato
O el del hombre quieto en el andén
Lo cierto es que el viaje es todo
Y la distancia es la misma entre los dos
Y si uno se aleja
Es porque el otro se lo permite
Y al revés
Partir, partir, partir
Para nunca llegar
Irse de todos lados
E irse de uno mismo
Escaparse del tedio que encierra nuestro cuerpo
Ese bulto henchido de pesadumbre
Y quien en verdad parte es aquél que se queda en el andén
Que reniega del viaje y por eso emprende el viaje verdadero
El viaje hacia adentro
Hacia la magra existencia de la carne

II

Escucho lo que no debiera escuchar
Camino a tientas entre las sombras
Si hubiera tan sólo una luz
Podría ver el rostro de quien camina a mi lado
Se dicen palabras duras e inciertas
Y la sombra se nos va metiendo entre los cuerpos
Tú ignaro caminante
Di quién eres
Pronuncia tan sólo una palabra
Que yo haré el resto
Una palabra tuya basta para que regrese la luz a nuestros ojos
Habla, ten piedad de mí y de los otros
Escucho apenas el susurro del viento
Y las mudas palabras de los hombres a lo lejos
Pero qué importa que alguien intente hablar
Si es para mover inútilmente los labios
Dicen que el hombre cuyo aliento siento a mi lado un día
[despertó
Y había olvidado hablar
Yo hoy he despertado con los ojos sin luz
Los otros ahora cantan
Una triste melodía
Adivino que es un canto nupcial
Le cantan a la vida y están llorando
A mis ojos inútiles sólo les queda también llorar
Entono los cantos que me tarareaba mi madre
Guardo silencio
Y oigo a la distancia la voz del mudo
Que ha roto el vacío del silencio
Y emite una voz cada vez más alta
No es más que una esperpéntica carcajada
Amanece la luz
Los hombres aparecen con rostros ebrios y deformes
El camino se tuerce y muere
Hemos vuelto a ver
Es tan horrible la visión
Que preferiría la nada ante mis cuencas vacías

III

Atardece aquí en los linderos del mar
Unos botes se avistan a lo lejos
Hay hombres en ellos
Hombres que no han dejado por mucho tiempo el mar
Sus rostros tienen la huella del aire frío y del viento solar
En sus manos las redes vuelven a salir vacías
El ayuno forzado ya dura demasiado
El hambre es la más dura tristeza
Los niños lloran por eso
Las mujeres han dejado de dar leche
Y los hombres siguen internándose sin sentido en el mar
Dios se ha ido hacia otras tierras
No hay misericordia para estas bocas
Para esos niños que mueren cuando atardece
A esa hora precisa, día tras día,
Y por los que repican las campanas de la iglesia.
Cuántas bocas pueden vivir de un mísero pan dos veces al día
El pan que es exiguo al igual que las hostias
Nada de eso alcanza para este pueblo
Dios se ha ido hacia otras tierras
Los hombres han enloquecido y ríen de su infortunio
Anoche uno jugaba con el cuerpo sin vida de un niño
Jugaba y profanaba ese cuerpecillo anémico
Es difícil admitirlo pero hay quienes desean que el vecino
[muera
Para así poder comérselo
Se ha esparcido esta práctica entre las gentes
A esta hora un anciano arrastra una hilera de niños
[moribundos atados por sus magros cogotes
Los vende y los compra como animales
Se los usa como carne
Antes que mueran
Para que no enflaquezcan demasiado
Se los come agónicos
Todavía palpitantes
Así es la vida en el atardecer del mundo
Cuando las bocas palidecen por el hambre
Y sólo la muerte ahuyenta a la muerte
Un hombre sólo puede redimir al mundo
Uno sólo pero quién
Estamos todos nosotros, la carroña
Pero ese hombre es el único que falta.

IV

No sucede nada en este pueblo
Nada que parezca salvarnos
Todo sigue tan monótono como siempre
Sólo hace una semana ocurrió algo distinto
Llegó un extraño visitante
Dijo venir de lejos
Dijo querer entendernos
Y redimirnos
Dijo que la distancia le ha hecho comprender a los hombres
Nosotros hemos puesto nuestras últimas esperanzas
En este hombre que bajó solo del tren
Que dijo no haber visto un sólo hombre por meses
A veces parece perder la razón
Y habla de unos hombres vagando por el mar
Y pronuncia palabras de Dioses desconocidos
Habla de tierras donde los hombres
Son ciegos y mudos
Y no obstante viven felices
Sólo conociéndose en el tacto
O en sonidos hechos con sus manos
Este hombre ha traído la paz a nuestro pueblo
Nos ha hecho olvidar nuestras crueldades
Y ya no nos deseamos la muerte entre nosotros
Hemos vuelto a creer en la vida
Y a respetar a la muerte
Sabemos que este hombre
Volverá a partir
Y tememos su alejamiento
Le hemos pedido que permanezca
Que se quede entre nosotros
Nos responde que es su destino
Andar extraviado entre los hombres
Que huye de las palabras
Y busca el silencio y la ausencia
Condenado a vivir eternamente
Pregonando entre los hombres
En un viaje obsesivo
Como un extraño con un alma mísera y fugitiva
Esta tarde hemos ido a despedirlo
Todo el pueblo ha sentido piedad en la estación al verlo partir
Son cientos de manos que se agitan
Cientos de hombres que parecen partir con él
Inadvertidamente un niño también parte oculto
Como el germen de un nuevo extrañamiento
Como el comienzo de un nuevo destierro
Un destierro del hombre con el hombre
Un alejamiento de la existencia con la existencia
Un eterno adiós.

***
Piero Montebruno (Santiago de Chile, 1977). Canciones para una banda de rock (poesía temprana 1999-2003). Santiago de Chile: Pequeño Dios Editores, 2014.

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