sábado, 30 de junio de 2018

alan mills / tres poemas










Utopía

*

Éste es el poema que me pediste que no te escribiera:
Es verdad que habría sido más fácil
Dejar a la perfección actuando como un espejo
Frente a tu rostro,
Pero ahora lo estoy escribiendo,
Y sólo me queda pedirte que lo olvides
Cuando llegues al punto final,
Es más hermoso lo que no se podrá ver,
A esto algunos le dicen Utopía,
Una palabra altisonante cuando no se sabe usar,
O cuando se aparece como una estrella apagada,
En medio de otros versos que desearían brillar
Como la luz del sueño donde estamos juntos,
Leyendo un poema invisible.

~~~

Las líneas de ese otro libro que lees

*

Las líneas de ese otro libro que lees     
te indican que no estás a salvo,           
que no lo estarás nunca,                   
que nunca serás salvo.                     
Ni las flores adormecedoras,               
ni los picos más altos, donde las banderas 
ondean ese orgullo un poco tonto,         
ni el mar que es todo deseo.               
Nada, nada te salva.                       
No vuelvas a sintonizar el noticiero,     
haz un graffiti en tu cuarto               
que diga algo lindo o algo sucio,         
pero que diga y ensucie esas paredes       
que te conocen tanto.                     
Súbele el volumen a la música,             
decídete a quemar ese libro,               
viaja y llévate las cenizas               
al sepulcro de Kafka.   

~~~

Al final de la montaña

*
             
Erguido.

Parapetado a ras del cielo.

Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.

Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.

Mojó piedras negras.

Rapiña, carroña, qué más da;
en la cima se ve igual,
da lo mismo.

Parvadas de halcones
señorean los litorales.

Nubes desdentadas humedecen,
no aguantan la risa;
rostros que orientan hacia el fondo.

Un coyote acecha con lascivia;
el deseo es ver correr sangre
en sus tripas sedientas.

Insectos.

Relámpagos de gozo,
la agitación intensa de una rata
en el momento justo que el veneno
le devora agriamente las entrañas.

***
Alan Mills (Guatemala, 1979)

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