XXVIII
Sobrevivo en la profundidad de las rocas
En la ciudad de la hecatombe
ya no recuerdo mi infancia
cocinaba poemas que ardían
en las ollas de barro del fogón
A medianoche
las estrellas encandilaban el camino serpenteado de eucaliptos
Me tomabas en brazos
y bajo el alumbrar de los glaciares incendiábamos la bruma
La iglesia era una enorme corona de oro en llamas
y volamos junto a las palomas y sus doce campanadas
Yo era una aprendiz de poeta
aprendiz de paloma
El candelabro encendió mis huesos
hasta encenizar mis plumas
y así aprendí el fundamento
de la página en blanco
Hambre voraz
decía mi madre en su propia lengua
~
Querids Jimena, Inti , Camila, Jorge y Bryan
A veces la vida deposita esperanzas en un kafkiano padre
esperando proteja las alas de las polillas y la curtiembre
pero este padre decretó dardos en la niña de vuestros ojos
ansiaba apagar el fuego de su luz
Ustedes fueron miles en Santiago otro tanto en la Mitad del mundo
hoy en las calles de Perú han visto a las muchachas
desactivar estruendos para evitar las llagas indelebles
las han acompañado con sus pañuelos verdes
Ustedes saben que no todes nacen con un pan bajo el brazo
ni un lecho donde depositar el cansancio
Ustedes saben que las wawas se desvelan
porque sus sueños se encienden y se apagan
como una luciérnaga en los nocturnos veranos
Ustedes saben lo que es subsistir y dar de beber al hambriento
saben que sus aviones de papel arrancan la suavidad
de una sonrisa
o la sinfonía de rondín
Ustedes saben lo que es levantarse en la madrugada
salir en busca de trabajo
dormir y trastabillar en el bus del infortunio
Querids Jimena, Camila, Jorge, Inti y Bryan,
ustedes pudieron ser alguno de los hijos que perdí.
No espero nada
de los padres de la patria solo anhelo que el Sol la Luna y
vuestros sueños no se apaguen para siempre
***
Carolina O. Fernández (Lima, Perú) Rumikuna del mar. Lima: Hanan Harawi Editores, 2021.
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