sábado, 21 de agosto de 2021

rené crevel / seis poemas













Respuesta a un cuestionario aparecido en The Little Review, vol. 12, no. 2 b

*

No sé qué es lo que más quisiera hacer, ser, conocer. Hacer es ser, y conocer es hacer. Y toda la vida es un círculo… no un círculo mágico, sino un círculo vicioso, como decimos en francés. Pero en este círculo vicioso no hay lugar para vicio alguno.

Y dado que el tiempo no es tan simple, las cosas, los hombres, las mujeres, los caballos, los gatos, los perros, los automóviles del pasado no se han ido para siempre, sino que mantienen siempre su curso. Y si he conocido algún día feliz o desgraciado por alguno de ellos, esas cosas buenas o malas (para mí)… hombres, mujeres, caballos, gatos, perros, automóviles, pueden ser en mi memoria (y la memoria es la vida) el conocimiento de lo que fueron por primera vez. Pero el problema de la vida no reside en la felicidad o la desgracia. No me amo ni me detesto. Mi trabajo es manzanas caídas de un árbol (yo), pero soy un árbol desprovisto de alma o, si prefiere, mi alma no se encuentra en mi cuerpo. Mi alma prefiere otra morada. Hoy, mi cuerpo está en Pau y, allí, hay viejas damas inglesas con sombreros verdes y rosas. Si usted ve mi alma (puede que aún esté en la buena ciudad de París, junto a todo lo que amo), hágale sus preguntas. Pero creo que un manzano nunca habla de sí mismo. Un hombre que habla de sí mismo es un hombre repleto de huecos. Dice lo que metería en los huecos. Yo no quiero nada que tape mis huecos.

~

Estremecimiento

*

Un pájaro en mi cráneo,
un pájaro sin voz,
batiendo las plumas sin son,
un pájaro que no ha volado,
un pájaro que no ha cantado,
propenso al temblor de lo gastado.

~

Duda

*

El sol se ha roto en los vidrios de hierro blanco.
Muertas las flores de mi herbario.
Las neurastenias son rosas en miga de pan.
¿Y si tratamos de jugar al trictrac?
Saltan los dados.
¿Hombre o mujer?
¿Gata o gato?
Pero estará el perro que igualmente será gato,
la vieja canción de las partidas que quedan,
y luego la butaca de madera.
Los pechos no tienen sino un seno en lo alto de cuerpos sin sexo.
¿Entierran mi juventud? ¿Es cierto?

~

Proyecto de futuro

*

Los dedos de nuestros pies tocarán escalas.
Tras el juego de anagramas,
un poeta
islas
cree
en porcelana de histeria.
En la calle cuenta los pisos,
desde el octavo de las casas nuevas
caen, caen los amores.
Entre los continentes meterán diques de piedra.
Sin embargo, Jérôme ya no será un nombre de flor.

~

Mirada

*

Tu mirada color de río
es el agua dócil que cambia
con el día que abreva.
Madrugada, túnica de ángel
un trozo de abrigo celeste
bajo tus pestañas, entre las riberas
ha encallado. Fluye, fluye, agua viva.
La noche se va, pero el amor permanece
y mi mano siente latir un corazón.
El alba quiso engalanar nuestros cuerpos con su candor.
Corpus Cristi.
El deseo matinal volvió a tomar nuestros cuerpos desnudos
para esculpir una carne que creímos fatigada.
A lo lejos, sobre los ríos ya pasan los barcos.
Nuestras pieles, tras del amor, tienen el olor del pan caliente.
Si el agua de los ríos es para nuestros miembros,
tus ojos lavarán mi alma;
pero tu mirada líquida, en el mediodía que temo,
¿se volverá de plomo?
Tengo miedo del día, del día demasiado largo,
del día que da de beber a tu mirada color de río,
oro en una noche cubierta de triunfos dobles.
Si la victoria grita la voluptuosidad de los ángeles,
que se revele en él la majestad de un Ganges.

~

No basta la elocuencia

*

No basta la elocuencia.
Esta noche mi corazón se balancea
y se desliza al borde de un párpado,
lámpara de desgracia
que no me ilumina la noche.
Hombre negro pero no de ónice,
hombre color de despecho
titubeando en el pantano de los odios pequeños,
quisieras, como una alondra su espejo,
un sol donde morir con tu pena.
Buscas pero eres demasiado inquieto
como para hallar tu Monumento.
Nada brilla,
ni los ojos, ni el hierro, ni el amante anónimo
liberan de sus mil clavos
tu dolor,
donde el enjambre de moscas de vuelo cojo,
de moscas con una sola ala,
alumbra con estrellas pobres la sangre.
Malabarista,
malabarista de palabras,
tus palabras se machacan contra los muros.
Tu angustia –todavía una cinta frívola–
corona
un cerebro que ha jugado por demasiado tiempo al veo-veo.
Las cartas de la desesperanza
esta noche
son iguales a las cartas de la felicidad de antaño.
¡Qué puedo decir entonces!
Qué podría decirte,
hermano nacido de mis pies,
sobre un suelo donde nada más vives para espiarme.
Vereda que he seguido
en su mentira de granito.
Olvidé que allá abajo estaba el mar
y huí del agua espejo de estrellas
para cantar una mano
en otra mano.
Río verde.
Infancia suave,
piedad para el hombre que pasa,
el hombre que muerde su labio
en sus labios,
porque teme olvidar el sabor de la boca.
Timonel moreno, bajo la tela azul,
la piel color de cabellos,
¡hola! Bello viajero,
ibas hacia el mar,
ahora caminas sobre el oleaje
y yo, que busco en el cielo un hueco, una ventanilla,
estoy ahogado de tierras.
Di que no es demasiado tarde,
orgullo mío, para jugar al faro.
Y sobre el colchón de hierbas tiernas,
cae en triángulos de metal.
Mi corazón quisiera aullar su mal,
con mi corazón yo haría cordeles,
cordeles que sabría tender
o retorcer en cifras
más definitivas
que los huevos en sus cáscaras
y las momias en su túnica de oro.
Y tú, cuerpo mío, maldice los sentidos como un enfermo
maldice sus muletas.

***
René Crevel (París, 1900-1935)
Versiones de Adalber Salas Hernández

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