lunes, 14 de mayo de 2018

odile kennel / dos poemas

Y entonces empiezo una vez más con la línea

*

de repente estuve ahí,
en ese lugar, fuera de
mi vida, en ese lugar no había,
si se mira con precisión, nada
significante, ningún valor nominal, ninguna
cosa, ningún nombre para la cosa.

Si hubiera golpeado, tal vez
me hubieran dejado entrar. Me falta esa luz
descolorida de marzo, quiero decir: me hace falta
escuchar el sábado al mediodía el sonido
de los vidrios en el container y por eso pensar
que no pienso en nada, necesito pensar
que un zapato es nada más que un zapato;
una heladera, una heladera
y el despertador ahí afuera
que cada día pía a la misma hora,
nada más que un despertador ahí afuera
que cada día pía a la misma hora.

Esta línea nueva que empiezo tal vez no
termina, o despega, así
como saldría corriendo un perro, sólo
porque la puerta está abierta.

~~~

Pensar salvia

*

pienso salvia cuando miro
salvia, pienso verde grisáceo hojas de terciopelo
por parejas opuestas, labiadas
amargas y aromáticas o no pienso nada
ni salvia ni plantas tampoco aroma
porque por puro pensamiento la salvia
prende bien en la ventana, sin embargo
se echa a perder en la cabeza, entonces para mí
la salvia no existe, aun así existe
para sí y no sabe cómo se llama
y no sabe de su existencia
es posible que no sepa absolutamente nada.

En vos pienso cuando no
pienso salvia, no pienso que
los vencejos dormitan
en las esferas más altas del aire
mientras estamos despiertas al lado de la ventana
en vos pienso mientras el aroma amargo
y a especia en tu existencia
y en la mía viene de donde el aroma mismo no sabe
y así surge un desequilibrio
existencial en la luz de la tarde
porque sabemos, sabemos con precisión
que el tiempo es nada más que una taza
que se tira hacia el cielo o aceite etéreo o
un dispositivo de aislamiento, es posible

(Cita en itálica de Ulrike Draesner)

***
Odile Kennel (Bühl, 1967)
Versiones de Silvana Franzetti

/

& dann fing ich noch einmal mit der Zeile an

auf einmal, da war ich
an dieser Stelle aus meinem Leben
heraus, an dieser Stelle war
wenn man genau hinsah, nichts
Nennenswertes, kein Nennwert, kein
Ding, kein Name für das Ding.

Hätte ich geklopft, man hätte mich vielleicht
hereingelassen. Ich brauche dieses blasse
Licht im März, sage ich, ich brauche es
am Samstagnachmittag das Klirren
der Glascontainer zu hören und dabei zu denken
dass ich an nichts denke, ich brauche es
dass ein Schuh nur ein Schuh ist
ein Kühlschrank ein Kühlschrank
und der Wecker da draußen
der jeden Tag um die gleiche Zeit piept
nur ein Wecker da draußen
der jeden Tag um die gleiche Zeit piept.

Diese neue Zeile, die ich beginne, endet
vielleicht nie, oder hebt ab
so wie ein Hund hinausliefe, nur
weil die Tür offen steht


nach Zeilen von Rolf Dieter Brinkmann

~~~

Salbei denken

*

ich denke Salbei, wenn ich Salbei
sehe, denke grüngraue, samtene Blätter
paarweise gegenständig, Lippenblütler
bitter und würzig, oder ich denke nichts
nicht Salbei, nicht Pflanze, nicht Duft
weil vor lauter Denken der Salbei
wohl vorkommt am Fenster, doch
verkommt im Kopf, er also für mich
nicht existiert, er aber für sich
existiert und nicht weiß, wie er heißt
und nichts weiß von seiner Existenz
vermutlich gar nichts weiß.

Ich denke du wenn ich nicht
Salbei denke, nicht denke
dass die Mauersegler dösen
in den höheren Schichten der Luft
während wir wach liegen am Fenster
ich denke du, während der bittere
und würzige Duft in deine und meine
Existenz dringt, von der er nichts weiß
und so entsteht ein existenzielles
Ungleichgewicht im Nachmittagslicht
denn wir wissen, wir wissen sehr genau
dass alle Zeit nur eine himmelwärts stürzende
Tasse ist oder ätherisches Öl, oder
eine Apparatur der Einsamkeit, vermutlich


mit einem Zitat von Ulrike Draesner

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