De vivir en París, podría decir
que el paso de los barcos por el Sena
constituye el ritmo circadiano que le es propio a esa ciudad,
y en Roma, en motoneta,
el ritmo está marcado por los pinos y campanas,
en Nápoles serían traghetti o aliscafi que surcan el Tirreno y van a Capri,
en Praga son los puentes.
Pero escribo en Buenos Aires, que es snob,
y hablar aquí del ritmo circadiano que impone el colectivo.
suena tan falso como quien dice potlatch
sin haber leído a Marcel Mauss. Misterio
que se infla con misterio,
infatuación, miseria del misterio.
Para todo hay siempre público.
Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956)
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