La calle de las veletas
*
La primera vez que me asesinaron,
Perdí el gesto de sonreír que yo tenía.
Después, cada vez que me mataron,
Se fueron llevando cualquier cosa mía.
Hoy, de mis cadáveres yo soy
El más desnudo, el que no tiene nada más.
Arde un tocón de vela amarillenta,
Como único bien que me quedó.
¡Venid! ¡Cuervos, chacales, salteadores de caminos
Pues de esa mano avaramente adunca
No habrán de arrancar la luz sagrada!
¡Aves de la noche! ¡Alas del horror! ¡Revolotead!
¡Que la luz trémula y triste como un ay,
La luz de un muerto no se apaga nunca!
~
Del amoroso olvido
*
Yo ahora — ¡qué desenlace!
Ya ni pienso más en ti...
¿Pero será que nunca dejo
De recordar que te olvidé?
~
Emergencia
*
Quien hace un poema abre una ventana.
Respira, tú que estás en una celda
sofocante,
ese aire que entra por ella.
Por eso los poemas tienen ritmo —
para que puedas profundamente respirar.
Quien hace un poema salva a un ahogado.
~
Segunda canción de muy lejos
*
Había un pasillo que hacía recodo:
Un misterio encanando con otro misterio, en la oscuridad...
Pero vamos a cerrar los ojos
Y a pensar en otra cosa...
Vamos a oír el ruido cantado, el ruido arrastrado por las corrientes en el aljibe,
Tirando el agua fresca y profunda.
Había en el arco del aljibe trepaderas trémulas.
Nosotros nos asomábamos al borde, gritando los nombres unos de los otros,
Y allí dentro las palabras resonaban fuertes, cavernosas como voces de leones.
Nosotros éramos cuatro, una prima, dos negritos y yo.
Estaban los azulejos, el muro del patio, que limitaba el mundo,
Una ceiba enorme y, siempre y cada vez más, los grillos y las estrellas...
Estaban todos los ruidos, todas las voces de aquellos tiempos...
Las lindas y absurdas cantigas, tía Tula riñendo a los cachorros,
El pitido de las teteras...
¿Dónde andarán ahora los anteojos de la tía Tula
Que ella no encontraba nunca?
¡La pobre no llegó a terminar el Toutinegra do Moinho,
Que salía en folletín en el Correio do Povo!...
La última vez que la vi, iba doblando aquel pasillo oscuro.
Iba encogida, pequeñita, humilde. Sus pasos no hacían ruido.
¡Y ella ni se volvió atrás!
~
Los Poemas
*
Los poemas son pájaros que llegan
no se sabe de dónde y se posan
en el libro que lees.
Cuando cierras el libro, alzan el vuelo
como desde una trampilla.
No tienen donde posarse
ni puerto
se alimentan un instante en cada par de manos
y parten. Y miras, entonces, tus manos vacías,
en el maravillado asombre de saber
que su alimento ya estaba en ti...
~
Déjame seguir hacia el mar
*
Intenta olvidarme... Ser recordado es como
evocarse a un fantasma... Déjame ser
lo que soy, lo que siempre fui, un río que va fluyendo...
En vano, en mis márgenes cantarán las horas,
me recamaré de estrellas como un manto real,
me bordaré de nubes y de alas,
a veces vendrán a mí los niños a bañarse...
¡Un espejo no guarda las cosas reflejadas!
Y mi destino es seguir... es seguir hacia el Mar, las imágenes perdiendo por el camino...
Déjame fluir, pasar, cantar...
¡Toda la tristeza de los ríos es no poder pararse!
~
El pobre poema
*
¡He escrito un poema horrible!
Está claro que él quería decir algo...
¿Pero qué?
¿Estaría atragantado?
En sus medias palabras había sin embargo una ternura mansa como la que se ve en los
ojos de un niño enfermo, una precoz, incomprensible gravedad
de quien, sin leer los periódicos,
supiese de los secuestros
de los que mueren sin culpa
de los que se desvían porque todos los caminos están tomados...
Poema, muchachito condenado,
bien se veía que él no era de este mundo ni para este mundo...
Tomado, entonces, de un odio insensato,
ese odio que enloquece a los hombres ante la insoportable
verdad, lo dilaceré en mil pedazos.
Y respiré...
¡También! ¿Quién le mandó a él a nacer en un mundo errado?
***
Mário Quintana (Alegrete, 1906-Porto Alegre, 1994)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
/
A Rua dos Cataventos
*
Da vez primeira em que me assassinaram,
Perdi um jeito de sorrir que eu tinha.
Depois, a cada vez que me mataram,
Foram levando qualquer coisa minha.
Hoje, dos meu cadáveres eu sou
O mais desnudo, o que não tem mais nada.
Arde um toco de Vela amarelada,
Como único bem que me ficou.
Vinde! Corvos, chacais, ladrões de estrada!
Pois dessa mão avaramente adunca
Não haverão de arrancar a luz sagrada!
Aves da noite! Asas do horror! Voejai!
Que a luz trêmula e triste como um ai,
A luz de um morto não se apaga nunca!
~
Do amoroso esquecimento
*
Eu agora — que desfecho!
Já nem penso mais em ti...
Mas será que nunca deixo
De lembrar que te esqueci?
~
Emergência
*
Quem faz um poema abre uma janela.
Respira, tu que estás numa cela
abafada,
esse ar que entra por ela.
Por isso é que os poemas têm ritmo —
para que possas profundamente respirar.
Quem faz um poema salva um afogado.
~
Segunda canção de muito longe
*
Havia um corredor que fazia cotovelo:
Um mistério encanando com outro mistério, no escuro...
Mas vamos fechar os olhos
E pensar numa outra cousa...
Vamos ouvir o ruído cantado, o ruído arrastado das correntes no algibe,
Puxando a água fresca e profunda.
Havia no arco do algibe trepadeiras trêmulas.
Nós nos debruçávamos à borda, gritando os nomes uns dos outros,
E lá dentro as palavras ressoavam fortes, cavernosas como vozes de leões.
Nós éramos quatro, uma prima, dois negrinhos e eu.
Havia os azulejos, o muro do quintal, que limitava o mundo,
Uma paineira enorme e, sempre e cada vez mais, os grilos e as estrelas...
Havia todos os ruídos, todas as vozes daqueles tempos...
As lindas e absurdas cantigas, tia Tula ralhando os cachorros,
O chiar das chaleiras...
Onde andará agora o pince-nez da tia Tula
Que ela não achava nunca?
A pobre não chegou a terminar o Toutinegra do Moinho,
Que saía em folhetim no Correio do Povo!...
A última vez que a vi, ela ia dobrando aquele corredor escuro.
Ia encolhida, pequenininha, humilde. Seus passos não faziam ruído.
E ela nem se voltou para trás!
~
Os Poemas
*
Os poemas são pássaros que chegam
não se sabe de onde e pousam
no livro que lês.
Quando fechas o livro, eles alçam voo
como de um alçapão.
Eles não têm pouso
nem porto
alimentam-se um instante em cada par de mãos
e partem. E olhas, então, essas tuas mãos vazias,
no maravilhado espanto de saberes
que o alimento deles já estava em ti...
~
Deixa-me seguir para o mar
*
Tenta esquecer-me... Ser lembrado é como
evocar-se um fantasma... Deixa-me ser
o que sou, o que sempre fui, um rio que vai fluindo...
Em vão, em minhas margens cantarão as horas,
me recamarei de estrelas como um manto real,
me bordarei de nuvens e de asas,
às vezes virão em mim as crianças banhar-se...
Um espelho não guarda as coisas refletidas!
E o meu destino é seguir... é seguir para o Mar, as imagens perdendo no caminho...
Deixa-me fluir, passar, cantar...
Toda a tristeza dos rios é não poderem parar!
~
O pobre poema
*
Eu escrevi um poema horrível!
É claro que ele queria dizer alguma coisa...
Mas o quê?
Estaria engasgado?
Nas suas meias-palavras havia no entanto uma ternura mansa como a que se vê nos
olhos de uma criança doente, uma precoce, incompreensível gravidade
de quem, sem ler os jornais,
soubesse dos seqüestros
dos que morrem sem culpa
dos que se desviam porque todos os caminhos estão tomados...
Poema, menininho condenado,
bem se via que ele não era deste mundo nem para este mundo...
Tomado, então, de um ódio insensato,
esse ódio que enlouquece os homens ante a insuportável
verdade, dilacerei-o em mil pedaços.
E respirei...
Também! quem mandou ter ele nascido no mundo errado?
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