lunes, 3 de enero de 2022

luís carlos patraquim / cuatro poemas













Metamorfosis

*

la madre no era todavía mujer
y luego se hizo madre
y la mujer es quien es la vaina y la tierra
entonces entendí el color
y metáfora
pero ahora muerto Adamastor
tú le viste el escorbuto y cantaste la madrugada
de las mambas escupideras en los senderos del bosque
hablemos de los abrigos y del miedo
tamborileando el sonido y el habla sobre las planicies verdes
y las espigas de bronce
las rótulas ya no tiemblan no y la siete de marzo
se llama junio desde un día de hace mucho con media docena
de demonios mozambiqueños todos poetas trazando
la naturaleza y el suelo en el parnaso de las balas
hablemos de la madrugada y al atardecer
porque el monzón llegó
y el último insomne puebla la noche de pensamientos embarazados
en un silencio de ranas a tisana del deseo
mientras los tocadores de guitarra
con que latas de ricino y cacahuetes
percuten otros tendones de la memoria
y concreta
la música es el juguete
alrededor
y el sueño
de los niños que miran los abrigos y se ríen
en la descarada inocencia de este resplandor matinal
que tu
clandestinamente plantaste
A GRITOS

~

Canción

*

                            Para Paula

llegaré con los árboles
mi amor al sonido de la sangre
a las catedrales del puro gesto
con el grito y las aves
marítimas dentro de las sílabas
a la breve cima de la espuma
manos en las manos llegaré
llegaré con las espadas
arena verde dolor planicie
al tútano mi amor del hambre
con los frutos en tus ojos
amante viento esperando
al sexo nuclear del mundo
nervio el agua llegaré
llegaré en las mañanas sudadas
de la voz mi amor liberta
a la nocturna ola del poema
con las aves dentro del grito
o sólo marítimo eco
a la raíz exigua de los cristales
muerte a muerte llegaré
llegaré de pie al silencio
que empaña mi amor en los ríos
remo a canto deslumbrados
contigo al principio llegaré

~

Muhipiti

*

                    Para ti, con la isla, a Rui Knopfli

Es donde depongo todas las armas. Una palmera
armonizándonos el sueño. La sombra.
Donde yo mismo estoy: Despacio y desnudo. Sobre
las olas eternas. Donde nunca fui y los ángeles
juegan a los barcos con libros como manos.
Donde comemos el acidulado último gajo
De las retóricas inútiles. Es donde somos inútiles.
Puros objetos naturales. Una palmera
de abalorios con o sol. Cantando.
Donde en la noche la isla recoge todos os istmos
y amurallan las voces. La estatuaria en las ingles.
Chorreando. Maconde no petrificada.
Es donde estoy en este poema y nunca fui.
Tu nombre que grito riéndome del nombre.
De mi nombre anulado. Las voces que te anuncian.
Y me pierdo. Y estoy desnudo. Despacio. Dentro del cuerpo.
Una palmera abriéndose al silencio.
Es donde sé la maxila que sangra. Donde los leopardos
naufragan. El tiempo. El cigarro ametrallando
en los pulmones. La tierra empapada. Chorreando. Roja.
Es donde me confundo de ti. Un niño sometido
al peso de ser hombre. Una palmera en azul
humedecido sobre la frente. La memoria del infinito.
El reposo que a sí mismo se interroga. Oye.
La ronda y ningún avión partió. Es donde estamos.
Donde los pájaros son pájaros y tú duermes.
Y yo vagueo en hipos de sílabas. Donde
huyo de este poema. Una palmera de fuego.
En la isla. Incendiándonos el nombre.

~

Drummondiana

*

                        A Gulamo Khan

Ya no me eludo, fiel amante de la enunciación,
el mundo durando. Cargo la mía en el pecho
no abriéndose ningún dolor mayor —
entre casuarinas que saludan desde la infancia.
Mis versos se desnudaron. La noche,
la inenarrable, la que espera sin ilusionada
omisión rasgar este poema, sonríe desde los muros
circunnavegando las casas. ¡Cómo planté muros!
Como soy, sin pago, tal vez un quark
o comburente de enzimas con alguna historia.
Proteicas ideas se metamorfosean
y la palabra escande y zozobra en el silencio.
José, Jacob, Macuácua, hacen un nombre.
Sin embargo me pierdo. No traigo escalera
y ningún ángel es mayor que mi amor.
Ella estremece. En su rostro sumo
la disonante, vaga luz de lumbre, informulada
poesía. Sólo aún la honda música se estructura,
pura. Líquida sustancia desde las venas,
escapándose de sílabas, verbos, lívidas vocales.
Aquí, sin marketing para viajes lunares,
compongo esta planicie hostil a los escrúpulos
de la muerte. Un árbol cortado, ¡se pudre!
Los sexos son sólo sexos no futuribles
pero como explotan los cuerpos, en ávidos,
misteriosos abrazos con máscaras y cañizo.
¡Como de granito pesas las barrigas de los niños!
Escribo, no obstante, un país solar,
ronca la lengua que suspira em sintagmas antiguos.
Verde fue el pino de las gavias con hierros
a las Américas. La memoria es esto.
Pero ya no me eludo. También tengo una sala,
ningún S. Benedito. Algunas esporas se hieren
ánima y caballero. Del mundo a la máquina llegará
con la máquina — este avión de trigo, sujeto
y objeto sin interrogaciones. Sólo aún el mar
se asoma a mi deseo ondulante en la arena.
Tu flor anuncio, orquestación, maravilla,
con mi semen, el frágil milagro.

***
Luís Carlos Patraquim (Maputo, 1953)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez

/

Metamorfose

*

a Mãe não era ainda mulher
e depois ficou Mãe
e a mulher é que é a vagem e a terra
então percebi a cor
e metáfora
mas agora morto Adamastor
tu viste-lhe o escorbuto e cantaste a madrugada
das mambas cuspideiras nos trilhos do mato
falemos dos casacos e do medo
tamborilando o som e a fala sobre as planícies verdes
e as espigas de bronze
as rótulas já não tremulam não e a sete de Marco
chama-se Junho desde um dia de há muito com meia dúzia
de satanhocos moçambicanos todos poetas gizando
a natureza e o chão no parnaso das balas
falemos da madrugada e ao entardecer
porque a monção chegou
e o último insone povoa a noite de pensamentos grávidos
num silêncio de rãs a tisana do desejo
enquanto os tocadores de viola
com que latas de rícino e amendoim
percutem outros tendões da memória
e concreta
a música é o brinquedo
a roda
e o sonho
das crianças que olham os casacos e riem
na despudorada inocência deste clarão matinal
que tu
clandestinamente plantaste AOS GRITOS

~

Canção

*

                            Para a Paula

chegarei com as árvores
meu amor ao som do sangue
às catedrais do puro gesto
com o grito e as aves
marítimas dentro das sílabas
ao breve cume da espuma
mãos nas mãos chegarei
chegarei com as espadas
areia verde dó planície
ao tutano meu amor da fome
com os frutos nos teus olhos
amante vento à espera
ao sexo nuclear do mundo
nervo a água chegarei
chegarei nas manhãs suadas
da voz meu amor liberta
à nocturna onda do poema
com as aves dentro do grito
ou só marítimo eco
à raiz exígua dos cristais
morte a morte chegarei
chegarei de pé ao silêncio
que vaza meu amor nos rios
remo a canto deslumbrados
contigo ao princípio chegarei

~

Muhipiti

*

                    Para ti, com a ilha, a Rui Knopfli

É onde deponho todas as armas. Uma palmeira
harmonizando-nos o sonho. A sombra.
Onde eu mesmo estou: Devagar e nu. Sobre
as ondas eternas. Onde nunca fui e os anjos
brincam aos barcos com livros como mãos.
Onde comemos o acidulado último gomo
das retóricas inúteis. É onde somos inúteis.
Puros objetos naturais. Uma palmeira
de miçangas com o sol. Cantando.
Onde na noite a ilha recolhe todos os istmos
e marulham as vozes. A estatuária nas verilhas.
Golfando. Maconde não petrificada.
É onde estou neste poema e nunca fui.
O teu nome que grito a rir do nome.
Do meu nome anulado. As vozes que te anunciam.
E me perco. E estou nu. Devagar. Dentro do corpo.
Uma palmeira abrindo-se para o silêncio.
É onde sei a maxila que sangra. Onde os leopardos
naufragam. O tempo. O cigarro a metralhar
nos pulmões. A terra empapada. Golfando. Vermelha.
É onde me confundo de ti. Um menino vergado
ao peso de ser homem. Uma palmeira em azul
humedecido sobre a fronte. A memória do infinito.
O repouso que a si mesmo interroga. Ouve.
A ronda e nenhum avião partiu. É onde estamos.
Onde os pássaros são pássaros e tu dormes.
E eu vagueio em soluços de sílabas. Onde
Fujo deste poema. Uma palmeira de fogo.
Na ilha. Incendiando-nos o nome.

~

Drummondiana

*

                        Ao Gulamo Khan

Já não elido, fiel amante da enunciação,
o mundo durando. Carrego a minha no peito
se abrindo nenhuma dor maior —
entre casuarinas que acenam da infância.
Meus versos se despiram. A noite,
a inenarrável, a que espera sem iludida
elisão rasgar este poema, sorri dos muros
circum-navegando as casa. Como plantei muros!
Como sou, sem pagamento, talvez um quark
ou comburente de enzimas com alguma estória.
Proteicas ideias se metamorfoseiam
e a palavra escande e soçobra no silêncio.|
José, Jacob, Macuácua, fazem um nome.
Porém me perco. Não trago escada
e nenhum anjo é maior do que o meu amor.
Ela estremece. Em seu rosto acrescento
a dissonante, vaga luz de lume, informulada
poesia. Só ainda a funda música se estrutura,
pura. Líquida substância desde as veias,
esgueirando-se de sílabas, verbos, lívidas vogais.
Aqui, sem marketing para viagens lunares,
componho esta planície infensa aos escrúpulos
da morte. Uma árvores cortada, apodrece!
Os sexos são só sexos não futuráveis
mas como explodem os corpos, em sôfregos,
misteriosos abraços de máscaras e caniço.
Como de granito pesam as barrigas dos meninos!
Escrevo, não obstante, um país solar,
rouca a língua que soluça em sintagmas antigos.
Verde foi o pinho das gáveas com ferros
para as Américas. A memória é isto.
Mas já não elido. Também tenho um quarto,
nenhum S. Benedito. Algumas esporas se ferem
anima e cavaleiro. Do mundo à máquina chegará
com a máquina — este avião de trigo, sujeito
e objeto sem interrogações. Só ainda o mar
espreita o meu desejo ondulante na areia.
A tua flor anuncio, orquestração, maravilha,
com o meu sêmen, o frágil milagre.

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