Avispero
*
para Fernando Medina
Cualquier cosa es mejor
a este avispero en llamas que me aguija,
porque aquí, donde estoy, me duele todo:
la tierra, el aire, el tiempo,
y este volcanizado sueño a ciegas, sucumbiendo.
Anoche sollozaba por un vaso de luz,
hora tras hora ardí de sed
y amanecí vacía.
Otra noche fue el sobresalto dulce, el de la sangre;
enardecida fue de la jaula al látigo,
del látigo al silbido
agresivo y caliente de las venas,
amanecí amargada.
Otra vez,
me adentré un amor como montaña;
gacela estremecida vagué temblando húmeda de
lágrimas
Mansamente en silencio,
ahíta de ternura,
bebí luz de cristal entre los sueños,
se me quebró en la entraña, me cortaba,
y me quedé en tinieblas...
Cuántas cosas he dicho,
palabras que se arrancan por no llorar de rabia.
Ya no puedo dormir sobre la misma almohada
aunque los ojos sueñen;
me repudio al decirlo,
pero cualquier cosa es mejor
a este avispero en llamas en que vivo.
~
Marianne
*
Después de leer tantas cosas eruditas
estoy cansada, hija,
por no tener los pies más fuertes
y más duro el riñón
para andar los caminos que me faltan.
Perdona este reniego pasajero
al no encontrar mi ubicación precisa,
y pasarme el insomnio acodada en la ventana
cuando la lluvia cae,
pensando en la rabia que muerde
la relación del hombre con el hombre;
ahondando el túnel, cada vez más estrecho,
de esta soledad, en sí, un poco la muerte anticipada.
Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio,
que no se te achica la palabra en el miedo,
que me has visto morir en mí misma cada instante
buscando a Dios, al hombre, al milagro.
Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo
y no te importa,
ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.
Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,
has dicho,
sin embargo, es azul de cristal tu mirada
y te amanece fresca el agua del corazón;
quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las
cosas,
y entiendes en tu propio dolor al mundo,
porque ya sabes
que sobre todos los ojos de la tierra
algún día, sin remedio, llueve.
~
Pespunteo mis días
*
para Alberto y Rosario Domene
Pespunteo mis días,
aliño la más inútil de mis prendas,
tiro el aguijón de la susceptibilidad al cesto,
las tijeras de alguna palabra inoportuna
que pudiera cortar;
remozo el paisaje en la retina,
deshollino el pecho,
limpio los tejados enmohecidos
por tantas lluvias de sal
en el dolor
y me dispongo a nacer.
~
Lo que más amo, lastimo
*
Dejo caer el látigo duro de mi voz
y lo que más amo, lastimo.
Dejo caer la ola súbita de mi ira
en cada palpitación
y lo que más amo, lastimo.
Dejo caer mi dignidad herida,
como bolsa de hiel que se revienta
y lo que más amo, lastimo.
Saco la frazada de mi amor
—a mordiscos, a puntapiés despedazada—
y te quiero cubrir,
se te clavan sus puntas de hielo desdentado,
aúllas de dolor
y yo te amo,
te quiero cubrir, ponerte a salvo
de los colmillos negros de la vida.
Enriqueta Ochoa (Torreón, 1928-Ciudad de México, 2008)
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