lunes, 15 de noviembre de 2021

euler granda / tres poemas













El corazón bajo la lluvia

*

Sólo la lluvia entiende
desde hace cuanto tiempo
está lloviendo.
Honradamente
ya no cabe tanta agua
en mi recuerdo

ni tanta lluvia cabe
entre la lluvia;
sin embargo
con la lluvia me vuelves.
Y de tus cosas me habla
la lengua. de la lluvia.
Al mediar una tarde
yo conocí tus manos
por la lluvia
y antes de ser tu voz
era la lluvia
y a ratos me llovías
como si nada más
existiese en el mundo,
pero la lluvia
solo es mi regreso,
un párpado no más,
muriendo de agua,
una gotera sobre las palabras.
Empero ahora
de la mano regresas con la lluvia
v como todo contagiase de lluvia;
do oxidado el día,
de tu misma cintura
bajo los peces muertos.

~

La advertencia

*

Un día
le regalan a uno
una palabra
y uno la pone al sol,
la alimenta,
la cría,
la enseña a ser bastón,
peldaño,
droga anticonceptiva,
garra,
analgésico,
brecha para el escape
o parapeto.
Uno le saca música,
la pinta,
la vuelve más pariente
que un hermano,
más que la axila de uno.
Uno la vuelve gente
y en los instantes débiles
hasta le cuenta
las cosas subterráneas de uno;
pero cría palabras
y un día te sacarán los ojos.


La droga

*

La más inofensiva,
la más sana,
la que nunca produjo salpullido a nadie;
la que hasta ahora que yo sepa
a nadie le ha pasmado la alegría;
la pájara,
la pajarita
que nos hizo volar sin ser aviones;
la que a mansalva nos hizo sudar miel,
quedar absortos
hasta sacar en conclusión
que el mundo lo teníamos cogido
como a una lagartija por el rabo.
Ese licor,
o si usted lo prefiere
esa licora
que nos hizo espumear sin ser cerveza,
que nos hizo calor en pleno frío.
La rica,
la pura gozadera
que no daba adicción
ni efecto de rebote
ni sueño dependencia
y así todo al respecto.
La bizca,
la bizcacha,
la tuerta,
la tuertacha
que nos hacía ver todo bonito y de colores
Esa descabellada primavera,
ese frescor sin nombre,
ese aroma sin cara,
esa borracha borrachera
que nos exacerbaba el apetito
para que devoráramos las fechas y las calles.
Esa droga, ese placebo
que no era cocaína,
ni peyote, ni crak, ni L.S.D. ni marihuana;
esa droga que en nada coincidía con un ave
y sin embargo era más ave
que las aves.
Esa destartalada,
esa chúcara fruta
que nos hacía sufrir delirios de grandeza,
alucinaciones, vahídos
y sin embargo teníamos
Más salud que los toros.
Esa recontramuerta,
esa enterrada viva droga de la juventud.
 
***
Euler Granda (Riobamba, 1935-Portoviejo, 2018)

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