miércoles, 10 de diciembre de 2025

roberto appratto / tres poemas










Conversación

*

Las voces de adentro y las voces de afuera
hablan al mismo tiempo de cosas diferentes
como si se comentaran sin escucharse.
Las voces de adentro y las voces de afuera
se toman su tiempo para limpiar el ambiente
sin decir lo que son ni lo que cantan: de a poco
la versión  de afuera cambia
como si diera un salto visto de abajo
por encima de los años que ha tardado,
complicado por las tensiones del momento.
Por otro lado, las voces de adentro entienden en el acto
y cantan como si supieran la letra, inspiradas
por el aire que las mueve: son de adentro,
de un interior apasionado por lo que creían. 
Las voces de adentro y las voces de afuera
hablan en  presente del indicativo
del cuerpo que las une. No sé  si hablan bien,
pero tratan de cubrir  los períodos oscuros,
esos días que se dispersan como versos
y dejan por atrás una imagen, muy precisa,
de lo que no se quiere decir. Algo que se cierra
como una bóveda secreta entre la lengua de afuera
y la lengua de adentro, para que nadie entienda.

~

Desde el principio

*

Acerca de componer sin mirar atrás,
sin olvidarse de cómo decir algo
con agregados que marca el uso
y la imaginación tal como está.
Sin tocar nada ni pensar
cómo podría ser otro, pensado por otro. Ahí 
segregamos lo poético, como  puesta en escena
de lo que no se ve pero se redondea,
con mucho cuidado.
Eso que se llama la palabra justa.
La debilidad no se nota, ni siquiera vista de cerca.
Por lo tanto, se puede seguir un rato más
mientras se piensa en el siguiente giro,
en la siguiente coma,
en el siguiente poema. El redondeo
es una cuestión de oficio,
todo el mundo sabe eso. Sin dudar:
el que escribe es uno, el que sabe cómo moldear
la imaginación con tiempo.
Se termina el poema con una sonrisa
que lleva la cara hacia adelante y hacia arriba,
donde está el público. Eso es lo que uno espera.
Sin embargo llega un punto en que la certeza no aguanta
y uno queda en un rincón ordenando papeles,
repitiendo en voz alta dos o tres frases antiguas
para decir yo soy ése y  no perder la mano.
Eso es todo:
el oficio no salva de la repetición.
Yo aconsejaría quedarse un rato sin decir nada.

~

Sobrenatural

*

La imagen de lo que  no tiene imagen
brilla sola en el canto de la hoja
como un cuerpo que se prende y se apaga
en una película vieja de ciencia ficción.
La imagen escribe al margen la historia  y el sonido
de un pensamiento oscuro
imposible sobre todo de día.
Se toma un tiempo para no perder el control
entre lo que está y lo que no está, como una danza
que  apenas toca el suelo marca el rostro del vampiro.
El nombre aparece dibujado.

***
Roberto Appratto (Montevideo, 1950-2025)
Fotografía de Ricardo Antúnez

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