Parábola de la interrogación
*
Inseguro el camino
como un trapecista ocultando sus vértigos.
De pronto la memoria:
estanque al que caen piedras
de colinas que nunca se miran a la cara.
Distraídos planetas
giran alrededor
de una cuerda trepada por la melancolía del páramo.
Nuevamente el invierno
y el mar lejos
calculando la altura de sus olas.
Veinte veces pirata
setenta veces timón
e infinitas veces espadas
desafiando al insistente miedo,
parásito que pudre la carne calurosa del durazno.
El miedo todo lo estropea
como un borracho torpe
que sin querer pasa a llevar
las cosas que están a su lado.
¿Qué hacer ante la imperecedera interrogación,
llena de supersticiones
como una larga noche de San Juan?
Sucesivas hojarascas
temporal de espanto.
¡Vengan!
Llévense todos estos pensamientos
que me acechan como la mirada penetrante
de aquel que adivina un secreto.
Desamuebladas quedarán las ideas
y las cordilleras
amenazarán a las planicies
con su pálido relieve.
¿A dónde huir?
¿En qué parte encontrar
segundos que duren para siempre?
¿Cómo adquirir la lucidez del ciego?
El dolor es parte de la paz
por eso asumo estos días tristes con paciencia
y no con la desesperación del endeudado
aun así caen
caen los granizos
sobre anchas baldosas.
Me resbalo sin darme cuenta
me levanto
otra vez la caída
y toda respuesta galopa hacia mí
como un jinete
que en vez de llegar a su destino
retrocede dejando tras su paso
la humedad de la niebla.
El tarotista distribuirá sus cartas
y yo elegiré un arcano mayor
en el que el sol estará vestido de negro
y negra dejará de ser la oscuridad
cuando comprendamos que ella
también es parte de la luz.
¿En qué idioma se le habla a la muerte?
Recojo un cilindro de hielo
que se derrite en mi mano
y de pronto es como si mi mano lloviera
y yo-viera la profundidad de las cosas
a través de la transparencia del agua.
Retornan pausados arpegios
a un violonchelo lejano
y en el pentagrama del olvido
se borran las armaduras
las notas musicales
sin tegua el gran vacío
y toda geometría es un hexágono hueco
que al ser pisado se rompe de inmediato.
Cada arista se funde con la arena
de una playa a la que van a dormir las gaviotas.
¿En qué tono se le habla a la muerte?
¿En qué espejo la verdad enfrenta a su semejanza?
~
Secretos de juventud
*
Es triste entrar al supermercado del barrio
y advertir que amigos de la adolescencia
con quienes se creyó
en la confianza y la libertad
sean hoy los guardias que de reojo
te persiguen por los pasillos
desconfiando de cada uno de tus movimientos.
~
¿Libros y poemas tus hijos comerán?
*
Las viejas casas no son eternas.
C. Kavafis
Hace tiempo
esta casa dejó de ser mi hogar.
Mi único rincón en ella es el silencio.
Quisiera salir a las calles
sin temerle a la noche,
hacer de la sombra de un árbol
mi residencia permanente.
Pero cobarde soy,
un laberinto abandonado en el desierto
alguien que se resiste a la adultez
tal como un perro se resiste
a salir al patio cuando sus amos lo echan.
La eterna cesante
que siempre regresa a casa
con las manos sucias, pero vacías.
Vacía también a veces la mirada
en esta mudanza permanente que es la vida,
en la que asumo mi material mediocridad.
Pues sí
mediocre soy,
me conformo con poco
no me entusiasma la abundancia
ni seguir el mandato de una ley
que no es más que un canto
sin nadie que lo cante.
Ladrona de misterios
que hunde estrellas en el agua
una ola arrancada de altamar,
la muerta de hambre
que escribe poemas sobre la mesa para alimentar su fe.
¿Eso acaso le darás de comer a tus hijos cuando seas madre,
fe e inútiles misterios que no son más que otro invento tuyo?
¿Libros y poemas tus hijos comerán?
¡Mejor levántate de tus pensamientos y trabaja!
¿Qué harás,
perdida hija,
cuando yo y tu padre ya no estemos?
El fuego se apaga
y una vez más
no hay árbol cerca que me pueda dar leña.
Después de esas ingratas preguntas
miro a mi madre
como un mendigo
que en vez de pedir dinero
pide un abrazo y comprensión.
Lentamente
el fulgor de mis sueños se apaga.
María Paz Valdebenito (Santiago de Chile, 1987)
Fotografía de Lorna Remmele
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