Deberíamos nacer ancianos,
despiertos, capaces de decidir
nuestro destino en la Tierra,
saber desde la primera encrucijada
qué camino tomar
y que irresponsable sólo sea
el deseo de ir más lejos.
Después, hacernos al caminar,
aún más y más jóvenes,
maduros y fuertes alcanzar
las puertas de la creación,
traspasarlas y entrar enamorados
a la adolescencia,
ser niños cuando nazcan nuestros hijos.
Igual serían siempre más viejos que nosotros,
nos enseñarían a hablar,
y nos mecerían para dormirnos,
desapareceríamos cada vez más,
seríamos cada vez más pequeños,
como un granito de uva, de arveja o de trigo...
***
Ana Blandiana (Timișoara, 1942)
Versión de Sebastián Teillier
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