domingo, 19 de enero de 2025

ana martins marques / dos poemas










Mañana
 
*

Esta es la fruta de la mañana –
su carne clara.
Esta es la hora peligrosa:
otro día se ofrece al sol
para enfermarse o cantar,
el mundo es nuevo pero los ojos son antiguos,
y aprendieron a reconocer antes
de aprender a mirar.
Esta es la noche de la mañana,
la noche más alta de la noche,
la que dibujó el pensamiento
del cuerpo que ofrezco
al espejo de la luz, a la soledad y al café.
 
~
 
La vida submarina
 
*

Te lo tenía que decir.
Tengo casi treinta años
y una vida marítima que no ves,
que no se puede contar.
Empieza así: fue engendrada en la espuma,
como una Venus aún sin belleza,
sobre la piel nacían los corales,
piel de ballena, caliza y dura.
O así: la luz marítima trabaja lentamente,
los peces comienzan a consumir por dentro
la sal del deseo,
están acostumbrados a la sal.
Cuando miras, el agua inunda los pulmones,
en ellos crecen algas íntimas,
los ojos se vuelven hacia adentro,
al sueño infinito del mar.
Las manos se mueven a un ritmo sumergido,
los pensamientos se guían por la noche
del Océano, una noche más grande que la noche.
Tengo casi treinta años y una vida antigua,
anterior a mí.
De ahí mi silencio, de ahí mi desconcierto,
de ahí mi rechazo a la promesa de ese día
que tú me ofreciste,
ese día que es como una cama
que se ofrece al pez
(no deberías querer
un pez en tu cama).
 
Quién le atribuiría al mar
la culpa por la soledad de los corales
por las vidas imperfectas
de los peces acostumbrados al abismo,
monstruos callados
¿solo de sal, silencio y sueño?
Tenía que decirte algo,
mientras las palabras aún resisten,
antes de convertirse en moluscos
en las espinas de la noche,
antes de perderse para siempre
en el esplendor de la vida
submarina.

***
Ana Martins Marques (Belo Horizonte, 1977)
Versiones de Chiara De Luca

/

Manhã
 
*

Esta é a fruta da manhã –
sua carne clara.
Esta é a hora perigosa:
um outro dia oferece-se ao sol
para adoecer ou cantar,
o mundo é novo mas os olhos são antigos,
e aprenderam a reconhecer antes
de aprendera olhar.
Esta é a noite da manhã,
a noite mais alta da noite,
aquela que desenhou o pensamento
do corpo que ofereço
ao espelho da luz, à solidão e ao café.
 
~
 
A vida submarina
 
*

Eu precisava te dizer.
Tenho quase trinta anos
e uma vida marítima, que não vês,
que não se pode contar.
Começa assim: foi engendrada na espuma,
como uma Vênus ainda sem beleza,
sobre a pele nasciam os corais,
pele de baleia, calcária e dura.
Ou assim: a luz marítima trabalha lentamente,
os peixes começam a consumir por dentro
o sal do desejo,
estão habituados ao sal.
Quando vês, a água inundou os pulmões,
neles crescem algas íntimas,
os olhos voltam-se para dentro,
para o sono infinito do mar.
As mãos se movem num ritmo submerso,
os pensamentos guiam-se pela noite
do Oceano, uma noite maior que a noite.
Tenho quase trinta anos e uma vida antiga,
anterior a mim.
Daí meu silêncio, daí meu alheamento,
daí minha recusa da promessa desse dia
que você me oferece,
esse dia que é como uma cama
que se oferece ao peixe
(você não haveria de querer
um peixe em sua cama).
 
Quem atribuiria ao mar
a culpa pela solidão dos corais
pelas vidas imperfeitas
dos peixes habituados ao abismo,
monstros quietos
só de sal silêncio e sono?
Eu precisava te dizer,
enquanto as palavras ainda resistem,
antes de se tornarem moluscos
nas espinhas da noite,
antes de se perderem de vez
no esplendor da vida
submarina.

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