lunes, 24 de octubre de 2022

carlos de rokha / tres poemas













Transito solo

*

Quiero decir que grito y me sale un sollozo.
Me sale un corcel muerto por la espiga
y por las estrella me abundan dinosaurios.
Me da miedo la lluvia cuando pienso
que habré de entrar desnudo entre sus arcos.
Me duele el abedul de hoja egipcia
y el grito de mi mar por ser espuma.
Me duele tanto todo y siempre digo
que he de volver, pero me acalla un eco.
Quiero decir que grito y me sale un sollozo.

~

La vida vuelve a su más puro alcohol

*

A ese labio de esfinge a su mosaico
A un desierto de abanicos de pestañas de insectos
Donde este otro mundo ríe sin cesar
Sobre la ciudad de los arlequines de humo
El mar abre su cofre
Me hacer ver en una playa de caimanes hermosas mujeres de hielo
Ellas espantadas corren por la selva como un atado de ojos
Mujeres sin boca grupo de hielos enloquecidos
Persiguen la noche con sus ramas de amor
Cantan de bahía en bahía
Mujeres con arañas con hachas llameantes
Jóvenes de espaldas de gaviota
Ávidas de sed y por cuyos ojos pasa un mundo alucinado y de terror
Ella arrojan alacranes a la garganta de la esfinge
Ellas predican alianzas con alas y olas
Ellas asaltan la realidad con su delirio
Y con su rosa de hielo domestican la playa
Y con sus ojos transfiguran el cielo
Todo se transforma en un génesis de olas y alas
De vértigo de espléndidas pirámides
Ya más allá de todo de la virtud y del encanto
Donde perderse por un desierto de pinos flotantes
Hacen sonar las llaves oír la risa de la esfinge
La vida vuelve a su más puro alcohol
Ella es este deseo de proseguir
De destruir todo lo que está demás
El otro mundo encadenado a mi delirio

~

De profundis

*

Desde este amargo té me vuelvo hacia el demonio
apenas entrevisto por el insomne huésped
que soy cuando de noche entro en mi ser visible
cansado de mi viaje y de la larga
locura que hace tiempo absorbe mis dos sienes.
Me vuelvo a la ceniza y al vaso de mi sangre
con las venas ardiendo y el rostro amortajado,
más la espalda llagada, doliéndome el costado,
dando perdón al denodado
enemigo que soy de mí mismo y de mi alma.
Solitario por dentro, fatigado,
sin esperanzas como
un Cristo de abismal perspectiva
sobre el madero de mi columna vertebral crucificado
por los días que vivo buscando una respuesta
a la angustia que asalta mis ojos cuando duermo.
Oh deudo, oh desolado
centinela del tiempo, vigía sumergido
en la sangre, en el vino y la tierra: ese soy,
esa es mi sed, esa mi hambre, esa mi soledad, esa mi angustia,
y en mí mismo me acabo
por dentro como un viento que hacia el cielo se impulsa.
Desterrado por siempre, solemne, vertical, desterrado
como un águila ebria sobre una isla en llamas,
ya sin ansias de todo lo vivido
me vuelvo a la vigilia de mi cáliz,
y nada, nada espero de los días que vienen,
sino una azul espada que me destroce el alma.

***
Carlos de Rokha (Valparaíso, 1920-Santiago de Chile, 1962)

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