bandera de luto
*
Aquí, en este vértice, Tomás, hago un abismo,
trazo un vacío imponente, paro mi vida.
Aún escucho crujir la naturaleza y el corazón
de tu madre, aún veo el sonido de mundo, de tiempo que se derrumba, de sol, de mar, de luz partida
de la última gota de aceite alcanforado, aún siento
que la pequeña lengua lame la eternidad ensangrentada.
Oloroso y campesino de estatura, alegre como
los ganados.
Ahora te come la tierra, más glotona que tú,
hijo mío, niño mío, Tomás, y yo te lloro.
Eras muy hombre, Tomás.
Minero, soldado, marino, explorador, se quebraron los vientos de la muerte en tu frente de dos
años, y era como una gran tempestad, arrasando
pinares de noche, tu actitud agonizante.
Morías como un héroe del absoluto.
Fuerte, libre, gloriosamente cósmico, el dramatismo te agrandaba las entrañas.
Hoy aromo de albahacas de Chile tu memoria.
Oh! amigo mío, Tomás, bebo mi jarra de espanto a la salud de tu alma, y te consagro
Raimundo, a quien tú, TOMÁS DE ROKHA, entristeciste “por los siglos de los siglos”, con tu alegría incalculable.
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todos los caminos
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entra pisando niebla tocando tambores de piel de fantasma sonando y tronando enriqueciendo lo imaginario con aquella tal hechura de castaño nublado cargado de pólvora y sol Raimundo
apenas le cuelga el poema mismamente que la enfermedad a los terrenos
arrastra la creencia muerta rodeando a una escuadra de velámenes americanos y el dios podrido del triste le envuelve en humaredas de difuntos ese tremendo traje de laureles derrotados
huele a duraznos artificiales esqueleto de naftalina parecido a la muñeca muerta de los manicomios
viejos gansos rojos echan a volar desde la cruz emigran en situación de banderas difíciles arbolando los extenuados ocasos entonces y además tiene toda la vida metida adentro del sexo ¡oh! adentro del sexo de todas las mujeres él Raimundo Contreras como una dual lengua crecida que anda lamiendo el suceder de ese pez alegre incandescente entremedio mojada la cara en jugos de frutas grandemente negras como quebrándose huevos de tinta azul en la espada indominada o como pasado a cosas viscosas redondas en redondez de vinos en desnudez que se repite de alegría incombustible
alguien desde antes de la infancia le llama llorando: ¡Raimundo!… él se responde él le responde a la mujer desaparecida quebrando los actos en razones con heliotropos llovidos despertándose agarrándose a las tinajas del instinto
va gimiendo adentro de su actitud de mujeres abiertas mordiendo y oliendo sombras que parecen que le parecen grandes matas de plátanos de obscuridad acorralado de terrores genitales semejante a aquellos a quienes les crece una uva única y enorme demorosa más solapada que reloj de ladrón y les traslada la energía desproporcionándolos haciéndoles un órgano rama de viento que se retuerce arrancándose del vacío
vigila su condición Contreras su corazón rural como un huevo de perdiz con miedo eterno
es una especie de canto de gallo amarillo en día lluvioso o de quejido de paloma de cementerio o de lamento de enfermos pero de
bastantes bastantes enfermos ese que él expele y le envuelve apartándole encerrándole aislándole e independizándole a heridas digamos que deviene cargado con pensamiento con un pozo o con un hoyo cargado con la ausencia de la carga y eso es infame cargado con abismos metafísicos con religión caída fe hedionda a tumba abstracta con libertad con soledad muy errante que abre ciudades cortadas a pico de espanto en espanto horizontes verticales y lamentables que zanjan tanta situación a cuchillo y no obstante oscilan como antenas
continúa la huasa amarga que lo dejó cubierto de mujer dolorido y pegajoso de mujer empapado de mujer e inmensamente atónito enfermo a ombligo a intimidad a sobaco al pobre Raimundo Contreras que amanece desflorido que amanece deshojado solo entre las rosas manchadas
Corina González rajada culo de potranca azul con los pechazos libres cimbrando carcajadas de material caliente como dos insultos o dos zapallos de substancia tremenda y un sexo pujante y oceánico que arrastra retrotrayendo bielas de suplicio a horcajadas encima de Raimundo hilando sus ganas enajenándolo aún a setenta leguas con tanta evidente forma turbia montada en Raimundo tendida en Raimundo desde los lenocinios talquinos atornillándole la belleza desaforada de la inmundicia besándolo y manchándolo en la orgía de llanto
ahora un onanismo que embriaga como los cigarros malos tiritándolo y estucándolo de borrachera borrachera de cuba de vino volcada en incendios de ciruelos nuevos
niña rubia rima de lluvia de los poetas románticos que confunde al cazador entre los guairabos al domador de bestias alegres al joven soberbio y moreno cabeza de potro que nada cantando a la siga de las felices truchas y le entrega la ceniza de los primeros libros un color funeral de choclo muy maduro o diario muy antiguo
trenzas de colegio en oración de madreselvas provincianas marchita la vecina de Raimundo y piernas gruesas de tonta
sin embargo la chiquilla a pata pelada meando los naranjos del conventillo puchas que levanta entusiasmado a Raimundo Contreras en ese entonces enladrillado como con ópalos de historia de bandido
porque las noches de Raimundo no se estiran encima de los cuatro silencios parecidas a inmensas yeguas nó echan agua negra enervándolo dominándolo ahogándolo
ahora él quiere situarse existir haciendo palanca del hecho y del sueño obrar en dirección e iguales a guindas maduras se le pudren los actos se le pierden los gestos copiosos quiere todo viaje agarra la posibilidad de todos los prólogos toma todas las fórmulas y se le abre la mano ardiente como cacho de granada crece un ateo en la ansiedad forma de vidrio de grandes cristales pálidos que ascienden desde la llaga y antiguos acordeones le enternecen el porvenir
o anda brillante a topadas rodeado de locura mordiendo tics funestos adentro de La Capital desenfadado aeroplano de artista hiriendo otoños pintados de prostitutas todo solo
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el descubrimiento de la alegría
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un día Raimundo siente que quiere y entra entra en la tierra aquella e igual al zorzal de ojos escucha la arveja del siglo abiertamente creciendo en lo infinito distingue las aguas de las aguas se abotona el cinturón de la rosa épica justamente que vestirse de río o sol adelantado y enorme
parecido a una caricia de árboles al bramido del automóvil apuñaleado en las tinieblas altas a un ataúd que tiene raíces y además al militar del horizonte el corazón de Raimundo Contreras sí
ahora al caminar va levantando los pájaros colorados pisa y revientan grandes hongos dulces que tienen bastante mundo en las pupilas arrumoradas de esteros eternos habla y sonríen todas las materias ¡oh! habla habla y setecientos camarones entusiastas emergen del elemento del universo embanderados los cuadrados lomos
dando olorosos saltos de potrancas en soledad
Raimundo entonces Raimundo abraza la vida la monta y le revientan loros de tinta peras de gritos agrícolas
entran las guitarras y un gran chacolí rancagüino llora la cueca llorada del roto choro la llora pero la llora realegremente remolienda de la empanada y la aceituna y el carajo de Raimundo Contreras gritando y cantando como un arrollado picante repuchas la naranjada de invierno que anda mamando el guaina
¿en dónde llevará entonces esa tal canasta oceánica de tortillas de rescoldo y aquella cachada de aguardiente y aquel ancho poncho guacho que declama en la proa de las noches fomentando grandes vientos fuertes corriendo a la orilla del molino del mundo siguiendo el color arterial de un cielo ausente pero alegre y de carácter rubio y éste y ése bastón para muchos hombres poderosos que afirma el tiempo y sus techumbres y es un río fragante a pataguas andando y saliendo de la naturaleza encima del minuto?
diariamente le corresponde la niña cartucha del establo el mate de vino que tiene el vientre agreste entusiasma la situación subterránea de Raimundo Contreras concursos de huasitas se desgarran los potitos de olla o de fruta ño Raimundo empuña la pinga de santo ño Raimundo ño Raimundo ño Raimundo
canonizado de cebollas el corredor de Raimundo recuerda bodegas de otoño uncidas a esa gran humedad olorosa y elevada del año que siempre sucede alrededor de las vasijas
un contentamiento que esplende soberbiamente su elocuencia de copihues en trapos negros
sus anchos barriles de chicha de maqui sus ardientes enormes tunas agobiando lluviosos muros caídos a la tonada del verano en aspecto de animales profundos y su mar que levanta un pabellón de gritos azules que esplende soberbiamente un contentamiento que esplende soberbiamente felices pavos reales encima de Pelarco
y revienta en Raimundo su huevo de agua saliendo de los síquicos cósmicos subterráneos
como chorro de inocencia incontestable
Raimundo se formula de dónde emana la tristeza y entiende y adquiere su carcajada
entusiasmo de tomates colocados encima del cielo sobresaliente la sociedad blanca del río que lame noches verdes erguida de pescados infantiles alzada de labios y cosas en significado de circunferencia brillante el día trenzado de goteras de boqui la vihuela morena de las lavanderas batiendo su desnudez feliz orillas del estero — ¡qué te parece Raimundo! — y Raimundo arremangándoles las polleras a las lechugas besándole las tetas a la tarde mordiéndole los pechos a la muerte y de vez en vez durmiendo en la guatita de las cabritas lamiendo duraznitos que parecen meloncitos que parecen es que que parecen montoncitos de miel sobre hojuelas la vida ¡ay! Rosa gritazos de animal satisfecho y vagabundo flojera de gañán bostezo de peón hartura de gañán desvergonzado como los zapallos y la Julieta y la María que imponen sus potos calientes y muy buenos en las arenas tan maduras por debajo del fruto de sombra del sauce humilde y la Carmen Gómez que parece lloica y tiene gruesas y negras las trenzas sobre la pechuga de diamante y oloroso a jarcia naviera el melón de las berijas y la rubia Lucía lánguida como yegua gorda y Rosalía la colorina la que es semejante a una frutilla de julio la pequeñita que se esconde en Raimundo desnuda y mimosa y la negra Marina pálida como mula nueva y la bruta rabona de la Pancha arruinándole a culazos revolcándose lomismo que golondrina salvaje en los cementerios de la porquería hermosa y babosa como dios borracho hasta la cacha
miren cómo va cantando el reputas de Raimundo a la grupa de las carretas costaneras arando la obscuridad cerebral con la yunta gradiosa
y todavía la putita fina de “las parralinas” la de los senos chiquitos y parados campanas del mundo hablando en el jardín amoral sus luces ingenuas e ingenuas la de los ojos honrados arriba de las proxenetas la flaquita que maneja un pescado de rubí y es como gata de invierno
entonces maduran las callampas hacia el sol desnudo prudentes vidrios celestes y un olor nacional a hoja podrida un olor genital a noria tranquila o viñedo transatlántico
encumbra el volantín de las provincias la bola profunda del astrónomo y del encendedor de naciones de naciones el globo del juez testarudo y educa astros claros con ese filo fuerte para siempre que amarra mundos y muertos tira carcajadas contra el cielo y un mar antiguo ciñe su cintura alegremente como idea de cadáver
honorable alegremente alegremente danzando en pelotas Raimundo a horas tremendas Chile retumba en los bramidos en las palancas de Raimundo Contreras el bruto
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el hombre que se olvidó de todas las cosas antiguo dios abandonado
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lomismo que el crujido a la rueda aquella niebla cierta y aquel ademán vago e indescriptible a Raimundo Contreras
tiene la cara torcida hacia el otro lado del mundo
parece que hubiese pájaros muchos pájaros muchos pero muchos pájaros alrededor de Contreras o que oyese diálogos cósmicos y aún que hubiese muerto y que hubiese muerto antiguamente en la Mesopotamia llorando de estrellas caldeas y animales
aquesta gran humareda es Raimundo es Raimundo aquel incendio sin fuego y sin leños aquel problema de humo poesía derrotada que espande altas olas confusas en azules incalculables
porque Raimundo está redondo nó cóncavo es decir sonando es decir cubriendo toda su actitud como la gallina echada o Dios en el primer día del misterio cóncavo muy cóncavo
semejante a la distracción del cielo que es completamente cóncava en aquel parecer distraído que emerge de las cuatro esquinas del mundo gritando azul ardido y está situado en ausencia
toma a Lucina en condición de recuerdo sin material humano como un hecho o como un sueño de ella en él o viceversa y la toma íntegra
es como si a la tinaja que contiene vino le preguntasen qué contiene y contestase oliendo verificando la verdad primordial de ese alegre rumor de años haciendo vino hirviendo vino siendo eso: un sonido de abejas formidable
hay una sonrisa recordando en Contreras la marea en los peñascos no es que sonría es sonrisa todo él sí a la manera del sol que no canta es canto canto del canto inamovible
“Lucina” “Lucina” balbuce como quien llama a una paloma de olvido y Lucina lo está besando como quien llama a una paloma gimiendo poniendo miel a la llegada y la tiene adentro en el sentido del sonido en la campana
y como si un hombre cualquiera se pusiese a tomar tragos de cielo grandes tragos de cielo y se volviese invisible a la luz y como el pan la cual tonada es de las eras
caminarán mil años mil años cien mil años ciertamente Raimundo Contreras y Lucina
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a la manera de los sentidos desparramados
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conciencia dispersa nó construcción de niebla en niebla de niebla arquitectura despedazada hay voluntad en aquella congoja deshecha
un principio útil de superfluidades lo que amarra lo que orienta la disgregación celular del difunto aquel fluído feliz de formas porque se construye lomismo parando que tendiendo es decir canto o llanto o nudo obscuro ordenamiento…
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matemática del destino
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como hombre que recoge piedras así Raimundo reconquista su estilo
estaba enfermo del problema sicológico
ahora le conviene lo contrario de lo contrario los obreros engrandeciendo murallas partidas indiscutiblemente la manía dominadora la trayectoria industrial del hecho
sí
furioso entusiasmado acapara esperanzas disgregadas gobierna su barco salvaje tira un grito riéndose y lo agarra en la punta de la espada desenvainada y cuando se le caen los pantalones al universo patea la tierra reputas! carajo! hay que ver a Raimundo libre grande fuerte en pelotas desensillando estrellas desnudas y soles chúcaros en este instante que huele a quillay descuerado mierda enderezando la berija como toro oliendo las montañas sudorosas
porque empuña la vida y los cuchillos de la vida en majestad de guaripola único
¿emperador? exacto emperador de leones rey cavernario y trotamundos hijo de fiera padre de fiera nieto de fiera en las tribus errantes peludo chivato moreno entre ovejas antiguas cohabitando
¡hurra! su libertad ¡hurra! su corazón ¡hurra! su porvenir su tal pana chilena
la guagüita idolatrada lo mira y lo quiere al animal divino del marido a ese Raimundo que anda saltando épocas de continente a continente con tranquilidad sin ley posible imaginable
aquella tan polvareda que hierve metales amarillos en todas las gargantas de las montañas es Raimundo Contreras que arrea piños de vacas azules rebramando puchas el macho remundial de Raimundo puchas el jodido puchas el niñazo “le zumban las babas le cuelgan los mocos” entrecrestas si parece topeadura de colchagüinos riña de gallos riña de potros pelea a cuchillo riña de perros borrachera de asesinos remolienda de ahorcados trutruca de indio horriblemente rojo y negro en la amarilla araucanía astro que revienta en sangre
igualmente a alguna cual pulguita oceánica que sucede en la arena de la arena emerge del subconsciente la tristeza geométrica ecuménica del himno ese cistal verde de parecer absoluto
comienzan a despuntar ciertamente a madurar las cordilleras ensangrentadas debajo del ciprés del ocaso los gallos casados de los pueblos el caracol azul y agreste de la mar chilena en la superficie expresiva e inaudita de Raimundo y los designios estupefactos de la raza le aran la cara de responsabilidades vagabundas barros de almas gritos de almas inminentes
como ratones en nidos viejos o como lagartos como culebras en nidos viejos así se crían en Raimundo esos obscuros esos peludos esos inmundos poemas de santo suciamente humanos suciamente amargos vergas de helecho indecorosas
él no es un conjunto de perros aullando ni un conjunto de yeguas relinchando ni cien leones emocionantes rugiendo adentro de la noche nó caramba nó él es un gran ademán educado un carro enorme y ardiente de animales salvajes pero con gobierno esa inmensa fuerza de lo regido el tren que emerge desde lo obscuro hacia lo obscuro enarbolando la luz obscura de las catástrofes por dirección única y álgida egregiamente la bala que arde y cruje y va lanzada éso lo férreo lo geométrico la música pitagórica de las matemáticas que son la libertad dirigiendo la libertad el hombre entonces
determina su deseo lo enseña lo agranda y le concede lomismo que la escopeta a esa bandera tan blanca que enarbolan las palomas llorando
Raimundo es Raimundo
si por compasión un riel le partiera la cabeza agarraría la cabeza y la iría acumulando la iría edificando pacientemente como un verso o como un templo día a día
va montando un potro terrible pero él es más terrible él es mucho más terrible que un potro terrible
escarba la tierra como los toros gozosos llena de bramidos de bramidos la tinaja ultramarina de su país natal saca la pinga y la besa “entonces” se ríe inmensamente antiguamente como los esteros desaforados entre las quebradas como el vino en el chuico como las segadoras entre las sementeras tragando a carcajadas aquel sol frutal que las agarra de las tetas aquel sol frutal que las levanta de las mechas mordiéndoles las berijas
¡chupallas la huasquita que anda trenzando Contreras! mango de luna florecido en albahacas rebenque de pellejo de buey salvaje hecho a setenta tientos argolla de hueso de muerto
Raimundo Contreras el chileno
pateados de cebolla con harto ajo y chacolí de Pocoa del Parral de Pelarco patas de chancho y aceitunas
“achitas el gallo pueta ¡oh! y tan güenazo pa la copa por las reconchas!…”
rodean a Contreras sus hijitos Lucina se hace la chiquita entre sus besos implacables de campeón ¿de campeón? de campeón del tiempo Santiago de Chile le ofrece un poncho de dudas como dos lobos hermosos Dionysos le saluda desde los viñedos y las bodegas de la antigüedad
¡y eres bien hombre Raimundo Contreras!
Pablo de Rokha (Licantén, 1895-Santiago de Chile, 1968) Escritura de Raimundo Contreras. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2001 [1929]
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