Canción por qué (no) Mueres
Este es el último libro, prometía
como alguien que hubiese olvidado
que así había sido siempre - aquel
era el último y después de que alguien viniese
a cerrar la puerta contra el sonido del mar.
- Pagaba por jugar en la oscuridad
y por aquellas astucias ya desgastadas
con los que pensaba y no pensaba
engañar a la muerte blanca y roja.
- Ah y no te olvides: - tirar la llave.
Canción ¿cómo no mueres
¿si es la muerte la que en ti sube hasta la fuente
de la sangre, hasta la flor de la sal quemando
los dedos; hasta la boca que por cantarte
se enciende negra; hasta la copa
de los árboles que distribuyen el sol
sobre el cuerpo muerto del amor
amante y desamado?
O mejor: de qué mueres, por qué mueres
tú, canción ya sin voz, ya
sin el canto,
- ya sin otro asunto
de momento, me despido de todos vosotros-
¿quién habló ahora? - ¿Qué importa quién habló?
- ¿Qué importa? Nada y nonada. Y, sí, todo
es todo lo que importa, para quien vino
mandado a que llamases a quien
hubiese llamado.
Canción, tu soplo es cálido
y tienen sed tus vientos, esos animales
del aire que por mil tubos soplan en el cuerpo-músico
la verdad que calcinó a los amantes que ya el veneno
había besado hasta la flor de la sangre.
después, las palabras en las que te perdiste serán
cenizas sobre el mar y espuma sucia
entre las rocas. Qué atraso o afecto
te prende aún a este margen
Por quién esperas tú
canción todavía
ahora
que ya por todo el cielo
la tierra nos olvidó
Murieses, ahora, canción
mientras corres aún por la sangre
de quien escucha - y
morirías en el fulgor último
que al fondo, en el horizonte
del lenguaje,
del propio lenguaje
se aleja ya, y abandonando va
sus barrios periféricos, despidiéndose
de la tristeza de los migrantes últimos;
quemando página a
página
los últimos barcos.
~
Revolución Orbital
*
Revolución orbital: se va la rosa transformando
en la cosa múltiple, amante y amada, en la acción
que así la hace y en los accidentes mínimos – paisajes,
estaciones de los días y de las noches, de los años de la historia.
Ondula en el cerebro la frontera que los márgenes de la luz
dibujan. Y la rosa es una hélice que vibra
en el aire que a respirar obliga(s): torsión de los pulmones,
del tronco y del sexo, de los nombres y de los vocativos
que se responden: como un corazón que deflagra
la rosa hace del aire que te falta la tierra de donde naces
y el suelo sobre el que danzas.
~
velocidad de la luz
*
Hay una rotación de tu cuerpo –
Andas por la casa: eres un leve rumor bajo el silencio
un rumor que alumbra la sombra silenciosa;
en la sala, el hombre casi sordo casi ciego
te oye, cree reconocerte: vienes ahí.
Estás aquí. El intervalo de tiempo ya comenzó:
hay una rotación en tu cuerpo
que me excluye del mundo y
mientras está hecha para mí; me alcanza
a la velocidad de la luz.
Y yo el hombre casi sordo casi ciego
soy tomado por el viento del fuego que me consume
hasta ser sólo la última brasa: pequeños barrancos de luz
el incendio restante bajo la exhausta costra de la tierra
Estabas, estuviste allí.
El tiempo recomienza.
Apareces y desapareces.
Como la luz del faro disparando en el cielo sobre las casas
o como el anuncio luminoso del edificio de enfrente
que barre intermitente la oscuridad de la sala en la película.
¿Cuándo volverá?
Es como si supieses
que volverá, sí, y que no, no podrá volver.
Cuándo, y si vuelve, ¿seré yo tal vez
quien ya no esté allí? ¿Cuándo
es cuándo?
¿Cuánto tiempo aún podrá el mundo volver
a la posibilidad de esa forma?
Manuel Gusmão (Évora, 1945)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
/
Canção porque (não) Morres
Este é o último livro, prometia
como alguém que tivesse esquecido
que assim sempre tinha sido - aquele
era o último e depois que alguém viesse
fechar a porta contra o som do mar.
- Pagava por jogar no escuro
e por aqueles ardis já gastos
com que pensava e não pensava
enganar a morte branca e vermelha.
- Ah e não esqueças: - deitar fora a chave
Canção como não morres
se é a morte que em ti sobe até à fonte
do sangue, até à flor do sal queimando
os dedos; até à boca que por te cantar
se acende negra; até à copa
das árvores que distribuem o sol
sobre o corpo morto do amor
amante e desamado?
Ou antes: de que morres, por que morres
tu, canção já sem voz, já
sem o canto,
- já sem outro assunto
de momento, me despeço de todos vósquem
falou agora? - Que importa quem falou?
- Que importa? Nada e nonada. E, sim, tudo
é tudo o que importa, para quem veio
mandado a que chamasses quem
tivesse chamado.
Canção, o teu sopro é quente
e têm sede os teus ventos, esses animais
do ar que por mil tubos sopram no corpo-músico
a verdade que calcinou os amantes que já o veneno
beijara até à flor do sangue.
depois, as palavras em que te perderas serão
cinzas sobre o mar e espuma suja
entre as rochas. Que atraso ou afecto
te prende ainda a esta margem
Por quem esperas tu
canção ainda
agora
que já por todo o céu
a terra nos esqueceu
Morresses, agora, canção
enquanto corres ainda pelo sangue
de quem escuta - e
morrerias no fulgor último
que ao fundo, no horizonte
da linguagem,
da própria linguagem
se afasta já, e abandonando vai
os seus bairros periféricos, despedindo-se
da tristeza dos migrantes derradeiros;
queimando página a
página
os últimos barcos.
~
Revolução Orbital
*
Revolução orbital: vai-se a rosa transformando
na coisa múltipla, amante e amada, na acção
que assim a faz e nos acidentes mínimos – paisagens,
estações dos dias e das noites, dos anos da história.
Ondula no cérebro a fronteira que as margens da luz
desenham. E a rosa é uma hélice que vibra
no ar que a respirar obriga(s): torção dos pulmões,
do tronco e do sexo, dos nomes e dos vocativos
que se respondem: como um coração que deflagra
a rosa faz do ar que te falta a terra de onde nasces
e o chão sobre que danças.
~
velocidade da luz
*
Há uma rotação do teu corpo –
Andas pela casa: és um leve rumor sob o silêncio
um rumor que alumia a sombra silenciosa;
na sala, o homem quase surdo quase cego
ouve-te, julga reconhecer-te: vens aí.
Estás aqui. O intervalo de tempo já começou:
há uma rotação no teu corpo
que me exclui do mundo e
entretanto é feita para mim; atinge-me
à velocidade da luz.
E eu o homem quase surdo quase cego
sou tomado pelo vento do fogo que me consome
até ser apenas a última brasa: pequenas ravinas de luz
o incêndio restante sob a exausta crosta da terra
Estavas, estiveste ali.
O tempo recomeça.
Apareces e desapareces.
Como a luz do farol disparando no céu sobre as casas
ou como o anúncio luminoso do prédio em frente
que varre intermitente a obscuridade do quarto no filme.
Quando voltará?
É como se soubesses
que voltará, sim, e que não, não poderá voltar.
Quando, e se voltar, serei eu talvez
quem já lá não está. Quando
é quando?
Quanto tempo ainda poderá o mundo voltar
à possibilidade dessa forma?
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