Sé que la maldición de los creyentes caerá sobre mí
cuando mi garganta sea cebada pura
y mi boca
mi olorosa boca, ancha de sonrisa
Porque burlé su ira
porque burlé su fe
y reí creyendo en los halagos a mis actos
porque ofendí a Dios
e hice de su oración un acto blasfemo,
pagaré con miseria y soledad
Señor, sé que mi hombre me abandonará hoy,
cansado de mi espíritu débil
e irá tras los pasos de otra mujer
despojándome de su nombre en mi cuerpo
Pasaré hambre,
la lluvia empozará sobre mis heridas abiertas
para delatar mi cuerpo atacado por la peste
Bajo el sol
seré un animal que intente rascar la sarna de su lomo
con los dientes
y se extienda sobre el concreto
lamiendo sus patas y
bostezando
Ya no seré una oveja de tu rebaño
sabré que profané tu lugar
tu nombre y tu obra
con soberbia
Señor, apiádate
cuando caigan sobre mí
los ojos del que me amaba
y me desprecie
Caerán sobre mi cola y sobre mis patas
los ojos de mi padre que negué tantas veces
y ya no podrán ofrecer el amor
y el perdón que desprecié
negándome a ser igual a él y a sus absolutos errores
cuando éramos tan iguales y crueles
con la mujer que más nos amó
Señor, sólo pido que lleves los pasos de mi madre
lejos de mi cuerpo cuando esté tendido y abandonado
porque no soportaré la caída de sus ojos
ni su llanto o tristeza
convertidos en filosos puñales
para su propia frente y la mía
Mi padre, los creyentes y mi amante
oirán mi quejumbroso ladrido
y de ellos solo tendré lástima
escrita ya en mí
como el presagio que echa mis días
a la ceguera,
reino en el que me crié entre pájaros sedientos
para recibir la muerte
Sobre una vereda
sé que pagaré con miseria, vergüenza y soledad
y ya poco te importará
haber escuchado mi plegaria
sobre el concreto
en el que yace
esta masa sometida a tu sentencia,
oh Señor
Cecilia Podestá (Ayacucho, 1981)
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