viernes, 9 de abril de 2021

jesús montoya / de "rua são paulo"













La lengua como medusa en la página circula.
Rumiante es su golpe incomprensible.
Escribo, hablo arrancado entre las patas,
la silla o la olla mortuoria, cápsula envuelta al paladar.
Pronuncia alguien la llaga y su consumación,
costas como cabezas de otros días en el viaje.
Antes, parecía un cuerpo de sol impío en el centro de la ciudad.
Antes, caminaba refundido en cuadernos,
risas semejantes a letras que cantan,
 signos como dagas rondando la garganta seca.
Lengua sin capullo zarpada de la cosa, a quemarropa,
húmeda frente a mí.

La selva es la voz preciosa del niño.

~

Fisionomía

*

Poema anfibio, poema reciclado, en tu calle habrá un hombre solo. Poema vencido, por tus cañerías hablarás en otra lengua. Poema punteado al borde del jardín, pata de pájaro, polilla borracha soñarás. Soñarás pieles de barro, fábulas de soledad que te abandonan. Polilla poema comprensiva, ala amorfa del pardo río, ala adornada del siglo santo. Ven a mi casa, poema de zinc, tachadura sin rostro, noticia de mi santidad infame. Poema de males menores y amplias madrugadas como muertes, ¿quién es ese hombre? ¿Por qué su pelvis es caudal en lejanía? Asfalto de agua adormecido, poema de versículo roto, íntimamente viudo, íntimamente solo. Poema, anatomía del pez negro, diamante lateral, oído de mi tráquea, el sonido te permea. Poema de rasgada barba, de dientes amarillos, de pez angelical en las veredas. Poema sumergido, sal adherida al litoral siniestro, suspirando tus rocas, suspirando tus grietas soñarás. Soñarás una lápida marina con tu nombre desnudo, con tu aleta turbia, búfala de cabañas en el prado. Poema espectro, campo de adorno residual, tu ojo brilla como el de un tigre de agua. Poema radical, no ores por tu muro en otro idioma. Cantor del aire, el esqueleto de los peces tiene tu delgada forma. Tu aureola cromática unida al frío de esta calle me ilumina. Eres humilde, poema dorsal; gallo en flotación sin pulso, a contracorriente eres más puro. 

~

Mudo nudo

 *

       Con escalofrío, la lengua se levanta a barrer la casa.
Cepilla su desganado cuerpo, pintarrajea su músculo
   ausente de vértebras.  

Hoy es lunes clarividente, y hay que barrer la casa,
            piensa ella.
    La casa de la lengua no es robusta,
       sus paredes son blancas y verdosas,
  su sala cristiana nos mira, nos mira girar
pasillos delgados como sombras.
  Simbólica no es, herbívora de luz, ¿é?
La lengua, ¿una máscara vaciada?,
     ¿una cáscara neurótica?
 
La lengua tiñe cosmética su atareo,
¿ustedes le dijeron algo? Díganle la verdad,
porque estoy tan solo, quiero decir, tan sola la lengua está
   que inventa una deshabitada acentuación,
un oportuno corte.
 
   Barre la casa y escucha canciones de su tierra.
La tierra de la lengua es exterior a su cuerpo
              pero la realidad le impone.
      ¿Le impone?
  La realidad turbulenta le impone sucesos. 
Su bisabuela, por ejemplo, murió el martes pasado. 
Y la lengua lloró solitaria en unas escaleras
   frente a los árboles.
Lloró lágrimas peculiares, casi históricas,
     lágrimas que trémulas cayeron por sus aftas.
Quiero decir, lágrimas como luceros, como perros ladrando.
 
Este mes pretende ser exageradamente ningún lugar
     para la lengua.
Pero hoy, lunes, con su escoba amarilla
   empuja el polvo, empuja inconsciente viejos restos,
materias estiradas por el suelo.
 
Hace días que la lengua no barre.
Hace días que no ve a nadie, que no habla con nadie.
 Pero hoy es lunes de imágenes sumergidas,
    de objetos desmoronados como sonidos vastos.
 Pastosa está ella, cada papila camina por un vocablo diferente,
           fracturado.
Cada una recorriendo surcos, descifrando grafías en los escondrijos.
 
Se asemeja a lo que empuja.
    Empuja el barro al aire.
Empuja, empuja su raíz delicada, diría transparente.
    El aire es la semilla de la lengua.
 
Barre y barre arañas encantadas.
Les dice: quiero ser destejida por la oscuridad.
Y todo esto nos confunde
porque primero va la sombra, luego la lengua.
       Primero va la sombra arrastrada por la luz que filtran las ventanas.
 
       La sombra de la lengua no es un racimo
   pero es una cosa.
Una anquilosada cosa,
una cosa que tiende su espectro,
    su macabra desnudez en las superficies.
Superficies, superficies camuflan su presencia.
Ya no viste igual.
   Sus trapos descansan como esqueletos en urnas.

  O eso imagina cuando los ojos la suturan entera,

      torpe al trabarse sin justificación.
 
También imagina que es una multitud muda,
    que un panteón celeste aguarda en la profundidad de lo que barre.
Allí el sol como una luna cortada nace de la tierra,
    paciente para el mirar.
 
Luego olvida.
Luego fisura la mañana con ociosas preguntas,
    ¿soy una piedra?, ¿soy una piedra escrita
en un libro?,
¿soy una piedra ladrada en una página?,
¿soy una piedra repetida?
Ninguna piedra es igual a otra.
  ¿Acaso, tan siquiera, he entendido
a la piedra?
Al vagarla la he vuelto un crematorio de enigmas.
Parla, parla cuando desplaza por sueños al fumador
    en la boca de la puerta.
¿Con quién habla?, ¿qué le dice? 
      Este lunes hay tanto silencio.
 
Recoge tímida sus dudas.
         La lengua, como una tortuga, se esconde en sí misma.
 

Troncal 858 KM

*

                                a Iván Arango


La voz de la selva parecía el cuerpo de una araña.
    Bajaba, como ella, de verde en vilo a estamparme en la aridez.
Me retuvieron, creí.      
 
Ha de ser ligero el cuenco para alimentar a quien no ha sido iniciado.
Bebí entonces agua del manantial.
 
      Pemón oía, oía el matrimonio del dorado Tepuy,
vagando caminos desiertos desde la otra frontera.
 
Mediocre fue el cuerpo para el ritual.
 
Leía a Rumi al lado de dos orfebres
reunidos al fondo de la edad
cuando sucumbió el accidente y la rueda se detuvo.
 
      Entonces quité el vaho a mi padre para conocer al verdadero.
 
Árido, árido girasol, coleccionista de piedras,

          ninguna palabra soportará el peso de lo que no guarda peso alguno.
Forma humana como noches ante la inmensidad.
Forma, cimas. Era yo, eran ellos.
                 Una fue flor furiosa arropándome con la historia de sus vidas.
 
La mano del orfebre parecía una gema clavada en la tierra.
Su mineral de agua, iris esclarecido para los muertos.
     En Santa Elena de Uairén la mano del orfebre alentaba su volante.
 
Es de noche en otro país para quien nunca ha partido:
flota la herida más allá del ala que interrumpe.
Callo y la señal se vuelve humo parco.
Vidrios, vidrios, carreteras, paisaje de la espina.
 
Inmerso encontré regocijo en la noche clara de la selva.
    Mi hueso fue luz, aunque impermanente,
            luz repetida entre las olas.
 
Gran Sabana, por la luz hojas cubren la cresta del viento y nos reflejan.

           Por la luz el cuerpo crece y la espada se detiene.
Por la luz el pan no duerme.
Por la luz sellé la puerta.
Por la luz pluma cuna del hombre me hice baraja en su destino.
Por la luz un ángel sonríe ante la planta.
Por la luz la planta es ángel mío.
Por la luz rompía esta fuente en mi cabeza.
          Uñas, cieno, trizas.
Por la luz mi anillo esparcí como un sol sin lengua.
Por la luz despedí a mis padres
    y contemplé siendo un pez negro
           una piedra acurrucada al fondo del mar.
 
Canté trasnochado para el orfebre,
brillante, brillante en mi castillo blanco.
 
     Mi madre sonríe, imagino.
Sus pies como gaviotas erosionan islas de casas huérfanas,
     caminos de hombres partidos en países por la luz. 
Luz entre los vidrios, lluvia, lluvia 
              o bramido de tigre, poema de fuga.
 
      Fuiste al pozo y formaste el agua,
Solo lo invisible te habló. 
Era el inicio del amor.
Era la potencia del amor.

Boa Vista, 26 de febrero de 2018
***
Jesús Montoya (Mérida, 1993) Rua São Paulo. Caracas: Fundavag Ediciones, 2019.

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