sábado, 10 de abril de 2021

andré gamito / dos poemas













Día de Invierno

*

La mañana de invierno revienta con la luz opaca de las nubes.
Una niebla sellada envuelve a los pinos marítimos del litoral.
En un matorral, dos cuervos observan las hojas escarlatas de un eucalipto.
En un arbusto, delante, se esconde una araña luminosa.
Las telas resplandecen bajo el sol matinal, y cerca duerme el mar.
En la laguna secreta, flamencos y garzas reposan en comunión.
La tarde en el interior es clara y el sol asoma poco a poco.
En la cascada, gotas contiguas se arrojan desde el pico de la montaña.
Un cataclismo antiguo vive a través de una ribera llena de hojas.
Se oyen, a lo lejos, las avalanchas del Atlántico.
El eterno retumbar de las olas ahoga a un islote cargado de gaviotas.
A poniente, se organizan nubes para componer un retrato.
La noche llega al pueblo con ternura y el viento suave levanta hojas caídas.
Brillos estelares dividen el cielo en infinitos patrones.
En las rocas, pescadores se arrodillan ante el precipicio.
El océano embiste contra el acantilado y la espuma se deshace en el firmamento.
A lo lejos, el asentir de un faro inquieta la vida marítima.
La sierra se esconde en la costa, lentamente, cuan gigante que se sumerge en las
                                                                                                                            profundidades.

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Por la Noche, en la Playa

*

Brisa, granos de arena, lugar soturno.
Así caminé por el palco nocturno
De las estrellas y de las preguntas.
Miro hacia arriba
Y el velo gracioso de la noche
Me da el alivio momentáneo
De que la casualidad de la vida
Está atada con un nudo seguro.
El peso del fardo disminuye,
La vida se suspende en la simplicidad
De los movimientos marítimos
Y de la oscuridad total.
Pido gentilmente un día,
Apenas y sólo otro día
Para terminar el encargo imposible
De vivir con el peso del mundo.
Pido hoy otro día,
Mañana pediré uno más.
Mañana pediré vivir sin pedir.

***
André Gamito (Vila Nova de Santo André, 1990)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez

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Dia de Inverno

*

A manhã de inverno rebenta com a luz opaca das nuvens.
Um nevoeiro selado envolve os pinheiros bravos do litoral.
No mato, dois corvos observam as folhas escarlate de um eucalipto.
Num arbusto, à frente, esconde-se uma aranha luminosa.
As teias resplandecem no sol matinal, e perto dorme o mar.
Na lagoa secreta, flamingos e garças repousam em comunhão.
A tarde no interior é clara e o sol espreita aos poucos.
Na cascata, gotas contíguas atiram-se do pico da montanha.
Um cataclismo antigo vive através de um ribeiro cheio de folhas.
Ouvem-se, ao longe, as avalanches do Atlântico.
O eterno retumbar das ondas afoga um ilhéu carregado de gaivotas.
Ao poente, organizam-se nuvens para compor um retrato.
A noite chega à vila com ternura e o vento suave levanta folhas caídas.
Brilhos estelares dividem o céu em infinitos padrões.
Nas rochas, pescadores ajoelham-se perante o precipício.
O oceano embate contra o penhasco e a espuma desfaz-se no firmamento.
Ao longe, o acenar de um farol inquieta a vida marítima.
A serra esconde-se na costa, lentamente, qual gigante que mergulha nas
                                                                                                                    profundezas.

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À Noite, na Praia

*

Brisa, grãos de areia, lugar soturno.
Assim caminhei no palco nocturno
Das estrelas e das perguntas.
Olho para cima
E o véu gracioso da noite
Dá-me o alívio momentâneo
De que a casualidade da vida
Está atada num nó seguro.
O peso do fardo diminui,
A vida suspende-se na simplicidade
Dos movimentos marítimos
E da escuridão total.
Peço gentilmente um dia,
Apenas e só mais um dia
Para terminar o encargo impossível
De viver com o peso do mundo.
Peço hoje mais um dia,
Amanhã pedirei outro.
Amanhã pedirei para viver sem pedir.

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