Se parte el gusto mío, se parte la vida
De quien jamás el pensamiento parte,
Mas no creáis de mí que sea parte
De apartarme de vos esta partida.
Se parte el corazón, mas esculpida
Vuestra figura va en mejor parte,
Y se parte mi alma, mas no parte,
Que en esos ojos queda recogida.
¡Oh cuánto mejor fuera si pasara
En suspiros y lágrimas ardientes
Y en vuestra presencia descansara,
Que probar el furor de los accidentes
Que mi dura suerte me prepara,
Y ya de mi recelo están presentes!
~
¿No son estos los ríos, dulce amigo,
Que con mis lágrimas crecían?
¿No son estos los valles que sabían
Cuánto de amor yo suspiré conmigo?
¿No son estos los montes que consigo
Mi triste secreto recogían?
¿No son estos los árboles que oían
Las quejumbres que sólo a Tirse digo?
Oh ricos precios, oh hermosa tierra,
Qué negra suerte, qué contrario sino,
¿De tus amados términos me destierra?
En fin parto de ti, que mi destino,
Atormentado de perpetua guerra,
Me lleva por mil mares peregrino.
~
Callaba el mar, callaba el fiero viento,
Callaba el alto Cielo, callaba la tierra,
Callaba la mansa noche, que destierra
La pena del cansado pensamiento;
Callaba el pajarillo soñoliento,
Y, llena de animales, callaba la sierra.
Callaba el valle, sin hacerle guerra
Del aire el bullicioso movimiento.
Callaba el manso río, convertido
En dulce desmemoria, y, se corría,
A penas de sí mismo era sentido.
Todo un blando silencio adormecía:
Sólo el triste Tireno, perseguido
En varios pensamientos, se afligía.
Duarte Días (Oporto, siglo XVI-?)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
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Parte-se o gosto meu, parte-se a vida
De quem jamais o pensamento parte,
Mas não creais de mim que seja parte
De me apartar de vós esta partida.
Parte-se o coração, mas esculpida
Vossa figura vai na melhor parte,
E parte-se a minha alma, mas não parte,
Que nesses olhos fica recolhida.
Oh quanto melhor fora se passara
Em sospiros e lágrimas ardentes
E na vossa presença descansara,
Que provar o furor dos acidentes
Que minha dura sorte me prepara,
E já do meu receo estão presentes!
~
Não são estes os rios, doce amigo,
Que com as minhas lágrimas creciam?
Não são estes os vales que sabiam
Quanto de amor eu suspirei comigo?
Não são estes os montes que consigo
O meu triste segredo recolhiam?
Não são estes os árvores que ouviam
Os queixumes que só a Tirse digo?
Oh ricos preços, oh fermosa terra,
Que negra sorte, que contrário sino,
Dos teus amados termos me desterra?
Em fim parto de ti, que o meu destino,
Atormentado de perpétua guerra,
Me leva por mil mares peregrino.
~
Calava o mar, calava o fero vento,
Calava o alto Céu, calava a terra,
Calava a mansa noite, que desterra
A pena do cansado pensamento;
Calava o passarinho sonolento,
E, chea de animais, calava a serra.
Calava o vale, sem lhe fazer guerra
Do ar o buliçoso movimento.
Calava o manso rio, convertido
Em doce esquecimento, e, se corria,
Apenas de si mesmo era sentido.
Tudo um brando silêncio adormecia:
Só o triste Tireno, perseguido
Em vários pensamentos, se afligia.
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