domingo, 10 de mayo de 2020

héctor hernández montecinos / por qué no me has abandonado













                 Hace ocho años que me pides este poema
y creo que es hora de empezar a terminarlo ya,
no lo había escrito antes porque sabía
todo lo que te quería decir,
ahora no.

                 Hoy es un día común, como el de ayer,
no sé qué fecha será,
pero pasado mañana es sábado
y el reloj ladra unos latidos
para que yo sienta los propios
y todavía me dé cuenta de que quedan
pedacitos de ese corazón que allá donde vivo
se rompió tantas veces.

                 Tú sabes que toda mi vida
he estado triste, acá también,
pero la soledad en Perú es diferente
porque todos te acompañan a llevarla a cuestas.

                 Madre, nunca te había escrito un poema,
ahora sí y desconozco la razón,
anoche recordé cuando te contaba que tenía miedo
a las vueltas que dan las almas después que uno se muere
y tú me acariciaste la cabeza y me dijiste
que todo estaría bien;
yo quería llorar, como ahora, pero me aguanté
porque sentía acá
algo parecido a la muerte;
pienso en eso
y quisiera irme de aquí
y no seguir leyendo nada.

                 Pero tú sabes que siempre anhelé
conocer otras tierras,
otras personas y otros animales
porque te lo dijeron apenas nací,
luego cuando caminábamos tan tristes por esa playa,
yo aún no sabía escribir
y soñaba con otras casas
otros árboles y otros cerros
y sentía que todas las veces que escuchaba la palabra ‘otro’
tenía algo que ver conmigo.

                 El tiempo ha envejecido demasiado rápido
y quizá esto no lo escribe tu hijo
y sea yo tu padre muerto
que desde el Fin del Mundo te promete
derribar cada uno de sus años
para que la muerte no sea más una biografía.

                 Ahora, madre,
te envío un beso desde esta lectura
y cuando el sonido de esos labios que es el poema
pase sobre el océano
el océano orará por ti,
y cuando atraviese el desierto
el desierto orará por ti,
y cuando cruce los valles
los valles orarán por ti,
porque solo pueden hablarle al cielo
los que han pasado millones de años mirándolo,
yo llevo unos pocos
pero si te alegrara que yo también orara por ti
lee este poema como una oración pues
que termine con el siguiente verso:

Madre, ¿por qué no me has abandonado?

***
Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979)

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