miércoles, 17 de enero de 2024

manuel morales / cuatro poemas













Testimonio para recordar un gran amor

*
 

Y fue entonces que escuchamos La Voz

“Tu amor se consumará

sobre las hojas secas

y el otoño. Y tu amor no será vil”.

Y así anduvimos miles y millones de años.

Prendidos y resplandecientes

 rodeados de mitos

bajo una nebulosa de signos cabalísticos / aún pudimos observar

la destrucción del mundo bajo una claraboya.

En algunos lugares la yerba

era esbelta como un salmo

y los hombres animales tranquilos

concientizados por los astros /

la naturaleza.

Otras veces la noche nos empujaba

hacia el suicidio colectivo

y yo recogía conchas y piedrecillas del mar

tratando de ahuyentar la visión de los campos devastados

de Viet-Nam

los cuerpos mutilados /

las almas mutiladas /

y ese maldito olor a mierda de la guerra.

Y siempre escuchábamos La Voz.

A veces después de estar años tras años

enterrando muertos

nos deteníamos junto a un río para hacer el amor

sembrar algunas flores

para leer concretamente al viejo Ezra Pound.

Entonces yo gateaba hacia tus pies

besaba tus rodillas

los muslos como un árbol de miel

y esa rosa perfumada desde donde sale

la vida. Y era un niño / júbilo & gozo /

acariciando y mordiendo tus pezones

como el labriego acaricia y hunde su pala en la tierra. Después

era un perrito. Un perrito husmeando las posaderas de su hembra

hasta culminarte regada por la savia infinita del amor.

Y me mirabas mucho

porque nuestra desnudez era más radiante

que la revelación mosaica

y que todas las hogueras que un día se prendieron

sobre el mundo

aun cuando la nieve era azul y el viento

un caballo ronco.

Un día escuchamos La Voz con mayor intensidad.

Fue algunos meses después de que nos encontramos

fresas silvestres y vimos por primera vez

a una pareja de pájaros haciendo el amor

sobre la rama de un gran árbol de manzano. Y los campos

que eran amargos

y las hojas

 y los frutos

 y el viento

amargos

cambiaron porque en sus entrañas algo crecía

como el trigo en un campo bueno

como la luz cuando los polluelos rompen el huevo

y respiran la belleza del aire

y del sonido.

Solo que súbita La Voz se extinguió.

Y lo que hubo de brotar solo fue pasto muerto.

Y era como intentar encontrar la identidad de las cosas

cuando la oscuridad y el planeta

nos avientan cuestionados

a podrirnos de hastío en una permanente soledad.

Y lo que hubo de brotar solo fue sangre muerta.

Y desde entonces la cólera se irguió

sobre mi frente

al volver después de enterrar a nuestro hijo

durante III años

lloramos juntos y bebimos

como nunca lo habíamos hecho.

Y comprendí finalmente que la había amado mucho

y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos.

Y decidimos separarnos para siempre.

Para siempre.

Y nuestro amor no fue vil.

~

Cobardía

*

No sé, francamente, qué hacer con esta obstinada cobardía.
Cuando a veces creo haberme despojado de ella
arrojándola contra las rocas, en la noche
siento que yo no soy y voy en búsqueda
de su dulce y perversa compañía.
 
Por eso no es raro encontrarme en los acantilados
hablando solitario con las piedras
en busca de objetos perdidos
o de rosas que el destino hace tiempo despojó de memoria.
 
Ustedes seguramente creen que estoy loco. No, no,
soy simplemente un hombre que no acepta
la realidad terrible del desamor

~

Newborg

*

Muchas veces pienso que aquella era la ciudad más pálida que ya conocí.
Localizada en las afueras del mundo, con un viento y un sentimiento
extraño que deterioraba las rosas petrificadas o los párpados de sus
calles. Parado en una estación solitaria yo buscaba una muchacha, de
esas que no resisten la tristeza de los viajeros, apenas para ofrecerle
mi corazón y mi piel. Sé que ustedes pensarán que estoy mintiendo,
pues mientras la besaba y le apretaba uno de los pezones le pregunté
su nombre. Ella me respondió: “cualquier nombre me es igual, pero
puedes llamarme o fingir que me llamo Greta Garbo”. Fue como si
una flauta reseca se quebrara en mis manos y las ocultas fuerzas de los
elementos nos dejaran podridos de exilio con una flecha atravesada
en la memoria llorando por nuestros pecados junto a la hierba. Bajo
la tarde la ceniza de su voz era una irresistible soledad. Y vi tantos
tatuajes sobre su cuerpo que tuve vergüenza de estar desnudo y ser
cremado por él. Nunca más volví a verla. ¿Qué cosa me recuerda
ahora la muchedumbre que encontré en sus ojos? Bello cuerpo de
lluvia donde los pájaros fornicaban bajo un sol de primavera, ¿quién te
bautizó con ese nombre de guerra?


Oda a mis enemigos
 
*

Vivo siempre en sobresaltos, me acusan a diario
de ser un avezado ladrón de gallinas, de excéntrico,
de restallar, de crujir como un mero lobo disfrazado de oveja
para seducir a las inocentes novicias de cabellos negros.
 
Peor aún, andan diciendo que soy un tipejo radiactivo,
            lleno de vientos, huracán
de lascivia corrompido por el trago, la cutra y la modorra,
que no tengo noria ni rumbo, en otras palabras,
que soy más barato que alpargata de argentino. Pura bamba.
 
Algunas veces ya me asociaron al narcotráfico
o hablan que vendo armas para las FARC y Sendero Luminoso,
que soy un eminente peligro andando, un tremendo tramposo
y cuando muera seré enterrado en un ataúd de lata.
 
Pura envidia, a mis enemigos fulleros no les gusta
que yo sea un luchador social con una concepción política del mundo,
un poeta que vive en el aire y en las gracias de las muchachas.

Enojados como hienas odian mi esplendor. Y les jode, sobre todo,
mi desprecio.

***
Manuel Morales (Iquitos, 1943-Porto Alegre, 2008)

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