Y fue entonces que escuchamos La Voz
“Tu amor se consumará
sobre las hojas secas
y el otoño. Y tu amor no será vil”.
Y así anduvimos miles y millones de años.
Prendidos y resplandecientes
rodeados de mitos
bajo una nebulosa de signos cabalísticos / aún pudimos observar
la destrucción del mundo bajo una claraboya.
En algunos lugares la yerba
era esbelta como un salmo
y los hombres animales tranquilos
concientizados por los astros /
la naturaleza.
Otras veces la noche nos empujaba
hacia el suicidio colectivo
y yo recogía conchas y piedrecillas del mar
tratando de ahuyentar la visión de los campos devastados
de Viet-Nam
los cuerpos mutilados /
las almas mutiladas /
y ese maldito olor a mierda de la guerra.
Y siempre escuchábamos La Voz.
A veces después de estar años tras años
enterrando muertos
nos deteníamos junto a un río para hacer el amor
sembrar algunas flores
para leer concretamente al viejo Ezra Pound.
Entonces yo gateaba hacia tus pies
besaba tus rodillas
los muslos como un árbol de miel
y esa rosa perfumada desde donde sale
la vida. Y era un niño / júbilo & gozo /
acariciando y mordiendo tus pezones
como el labriego acaricia y hunde su pala en la tierra. Después
era un perrito. Un perrito husmeando las posaderas de su hembra
hasta culminarte regada por la savia infinita del amor.
Y me mirabas mucho
porque nuestra desnudez era más radiante
que la revelación mosaica
y que todas las hogueras que un día se prendieron
sobre el mundo
aun cuando la nieve era azul y el viento
un caballo ronco.
Un día escuchamos La Voz con mayor intensidad.
Fue algunos meses después de que nos encontramos
fresas silvestres y vimos por primera vez
a una pareja de pájaros haciendo el amor
sobre la rama de un gran árbol de manzano. Y los campos
que eran amargos
y las hojas
y los frutos
y el viento
amargos
cambiaron porque en sus entrañas algo crecía
como el trigo en un campo bueno
como la luz cuando los polluelos rompen el huevo
y respiran la belleza del aire
y del sonido.
Solo que súbita La Voz se extinguió.
Y lo que hubo de brotar solo fue pasto muerto.
Y era como intentar encontrar la identidad de las cosas
cuando la oscuridad y el planeta
nos avientan cuestionados
a podrirnos de hastío en una permanente soledad.
Y lo que hubo de brotar solo fue sangre muerta.
Y desde entonces la cólera se irguió
sobre mi frente
al volver después de enterrar a nuestro hijo
durante III años
lloramos juntos y bebimos
como nunca lo habíamos hecho.
Y comprendí finalmente que la había amado mucho
y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos.
Y decidimos separarnos para siempre.
Para siempre.
Y nuestro amor no fue vil.
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