Termina septiembre
y pongo
estas flores
amarillas
en un vaso
frente a mi ventana
por donde
pasan autos
ya justo
a la hora
de bajar a almorzar
otra vez
enfrentarme a
la tentación de existir
y las pongo
pensando en ti.
El cielo nublado
solitario
sobre casas
con ropa tendida
y paredes sin tarrajear
y el aburrimiento
se ciñe a mi
sentimiento.
Me siento
profundamente
azul
pero aguantaré
este día
y el que venga
con tal de
seguir
un instante
respirar
arder
tratar
de no apagar
el sentimiento
bajo la
niebla de tristeza.
Porque aunque
ahora
me siento así
mañana no
lo estaré
y la vida
es una película
que pasa
que se va filmando
entre las calles
angostas
de la pena
o cualquier
sentimiento
que se acopla
a las palabras
a la vida
a este día
que tiene que ser
que avanza sobre los contornos
que terminará
que será diferente al de mañana
con su peso
con su plato de ají de gallina
con sus sentimientos
con sus plumas
y calles y avenidas
todo este día
guardado
en una obra
de mil doscientas
páginas
que terminará
de escribirse
quién sabe dónde
quizás
sin que yo lo sepa
¿el yo
de este poema
qué importancia tiene?
ver por la ventana
sentir el movimiento de la vida
en la vereda
donde pasa la gente
en la mototaxi que dobla la cuadra
sentir que todos estos años
pasan y pasarán
detrás de cualquier cosa
que
digamos sobre ello.
Y descubrir que el caos
es vacío
(o poesía del lenguaje
o lenguaje de poesía
o poesía sin lenguaje:
solo vacío)
hasta que la palabra
lo separa del montón
de señales
y destruye ese caos
para generar
la risa
la luz
de algunos versos
que yo garabateo
para no morir
para evitar este
sentimiento
que me hace ver
todo el paso de
los años
como este intento
de no morir ahora
de calentar el café
-en la cafetera que
me obsequió mi novia-
y el viento
pasa
y el día
se queda atrapado en los colores
que guardé sobre un frasco rojo
en los libros de
Eguren y Khayyam que
abrí
para despejar
la bruma de seguir vivo
con el sonido de la sensibilidad,
este deseo
de una buena copa de vino
antes de bajar a almorzar
al tedio de las mesas
al fondo de la helada cueva
de los días
de la orilla
del desgarro sobre cortinas de plástico
blancas
que me recuerdan a las páginas
que abro en la computadora
cuando una idea me asalta
cuando una idea me salto
cuando una idea me ensarto
cuando una idea brinca
sobre mi corazón
y el café acaba de enfriarse
y caminan los escolares
en la calle
de este día de septiembre
que no acaba
como una película
llena de palabras
o ideas o sentimientos
mi corazón y
un vaso de vidrio
y tu corazón
tan lejos
y tan cerca.
Julio Barco (Lima, 1991). Inédito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario