Este caballo de mi infancia
encerrado en una cárcel de sal
asombrado por esa sal
en el cruce inexorable
el pájaro de mi niño
con filo de flecha
y de yeso blanco
que anda por la arena del alba
hacia atrás
borrando la huella de sus pasos
obeliscos del silencio
en el país que he perdido
donde ningún árbol con sus hojas
devana el viento
líneas del horizonte de la mano
y bailando la ronda del verbo jaula
caed todas en la mar de este espejo
donde solo se ve el cielo
~
Solitarias como los planetas en el espacio
como el niño dentro de su madre
islas cubiertas de árboles
aparecieron verdes por encima de la niebla
coronadas de casas
con blancas caras de ciego
La soledad le apretaba la garganta a los faros
en el crepúsculo lluvioso
Este día había vencido una vez más
a la esperanza
terminaba con un viento ocioso
que hacía batir las alas inmensas
de tul gris de los pájaros desarraigados
Un corazón batía perdido
al final de una estela inmóvil
Son esas rutas las que hay que seguir
para encontrar el camino
donde los marineros deslumbrantes
duermen bajo doscientos metros de agua
Alice Rahon (Chenecey-Buillon, 1904-Ciudad de México, 1987)
Versiones de Inmaculada C. Pérez Parra
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Ce cheval de mon enfance
enfermé dans une prison de sel
étonné de ce sel
à l’angle inexorable
l’oiseau de mon enfant
à tranchant la flèche
et de gypse blanc
que marche dans le sable de l’aube
á reculons
en effaçant la trace de ses pas
obélisques du silence
au pays que j’ai perdu
où nul arbre de ses feuilles
ne dévide le vent
lignes de l’horizon se donnant la main
Et dansant la ronde du verbe cage
tombez tous dans la balle de ce miroir
où l’on voit que le ciel
~
Solitaires comme les planètes dans l’espace
comme l’enfant dans sa mère
des îles couverts d’arbres
apparurent vertes au-dessus du brouillard
couronnées de maisons
à blanches faces d’aveugle
La solitude serrait la gorge des phares
dans le crépuscule pluvieux
Ce jour avait vaincu encore une fois
l’espérance
il finissait dans un vent désoeuvré
faisant battre les ailes immenses
de tulle gris d’oiseaux déracinés
Un coeur battait perdu
au bout d’un sillage immobile
Ce sont ces routes qu’il faut suivre
pour trouver le chemin
où des navigateurs éblouissants
dorment sous deux cents mètres d’eau
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