Amé siempre esta colina,
y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.
~
Siempre me fue querida esta colina
Solitaria, y querida esta espesura
Que oculta a la mirada una gran parte
Del último horizonte… Pero aquí,
Sentado, contemplando, ilimitados
Espacios a lo lejos, sobrehumanos
Silencios, profundísima quietud
Finjo en mi pensamiento, donde falta
Poco para aterrar al corazón.
Y como el viento escucho susurrar
Entre el follaje, yo comparo aquel
Infinito silencio y esta voz:
Y llega a mí el oleaje de lo eterno,
Las estaciones muertas, la presente
Y viva, y su rumor. Así, entre esta
Inmensidad se anega el pensamiento
Y naufragar me es dulce en este mar.
~
Siempre quise a este cerro seco,
Y a este seto, que desde todos lados
excluye la mirada del último horizonte.
Pero posando y contemplado, interminables
Espacios de allá lejos y sobrehumanos
Silencios, y una profundísima calma
En mi pensamiento me finjo, por poco
El corazón no se asusta. Y como el viento
Entre estas plantas oigo el crujir, yo que
El infinito silencio voy comparando
A esta voz: me sobreviene lo eterno,
Y las estaciones muertas, y la actual
Y viva, y su sonido. Así entre esta
Inmensidad mi pensamiento se ahoga
Y el naufragar me es dulce en este mar.
Giacomo Leopardi (Recanati, 1798- Nápoles, 1837)
Versiones de Carlos López S., Pablo Anadón y Nicolás López-Pérez respectivamente
/
L'infinito (canto XII)
*
Sempre caro mi fu quest’ermo colle,
E questa siepe, che da tanta parte
Dell’ultimo orizzonte il guardo esclude.
Ma sedendo e mirando, interminati
Spazi di là da quella, e sovrumani
Silenzi, e profondissima quiete
Io nel pensier mi fingo; ove per poco
Il cor non si spaura. E come il vento
Odo stormir tra queste piante, io quello
Infinito silenzio a questa voce
Vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
E le morte stagioni, e la presente
E viva, e il suon di lei. Così tra questa
Immensità s’annega il pensier mio:
E il naufragar m’è dolce in questo mare.
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