domingo, 12 de marzo de 2023

virginia benavides / imágenes de la enterrada













Y más he de huir de mi razón

De mi verdad bien servida

De mis brazos abrasivos

Y más he de encontrarme

La cruel. La que ama los rincones orillados. La victima de sí misma.

Cicatrices como lombrices vivas arrastran su fosforescencia en la memoria.

Dolor de la parturienta. Neuronas supurando detrás de la sutura.

Nacimiento de una idea abortada la víspera. La condenada y su re cuerdo

Muda vacía jirones de incendiadas palabras

Toda la soledad de ser perseguida por un rostro de trizada ave.

Toda la sensación de triturada lengua. Odas interiores que no salvan nada.

Destellos de incendio. Veladas imágenes que poseo.

Monstruosidades mías que no dan miedo.

Aletazos en la desesperación

Entrañas donde el corcel se pierde, Bosque encantado. Tan roja y cristal tus ramas, tus descensos. Todo enredado el pez boquea. Todo redada el pescador fosea. Anzuelos que tiendo mientras espero. Corcel hundiéndose en un mar de lágrimas que salpican tus hojas.

Entrañas para los perros.

Corazones disolviéndose en la cal de la fosa común

Todo es lo mismo. Oquedad de nuncas y siempres todo extremo en el centro es un despecho.

La garza o el equilibrista ciego a orillas del estanque o al filo de la cuerda.

Todo es lo mismo. Salvación del vacío: El deseo es siempre hambriento.

Ángeles caídos en la fuente de los deseos

Han llegado. Cometa o pájaro sus transfiguraciones. Rumor húmedo en el sexo, sus mutaciones. Han llegado. Tuvieron sed. Sus manos escarbaron las arenas.

Latidos de agua entre las dunas ¿han llegado?

Alas envejeciendo en la fuente riente hablan del tiempo. Las tardanzas.

El sonido: saltado de tímpano para la muerte

Come sordera. Oído al tañido desteñido. Yanta sordera.

Que liberen los golpes secos. El desliz de un cuchillo al cortar la lengua.

El rayo que incendia mi cuerpo de madera. Que respiren afonía todas las palabras. Mudanza de voces, Llanto yanta sordera

Marioneta catatónica besando el aire

Mi titiritero envejece. Se le enredan los hilos, se duerme en otro cielo, olvida cuidarme.

Muchas mañanas amanezco inerte, desesperada, mirando el cielo raso fijamente.

Cuando se habla de las palabras siempre los nudos son difíciles de desatar: Se demora el poema

***
Virginia Benavides (Lima, 1976)

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