jueves, 9 de marzo de 2023

diane seuss / contra la poesía











Un poema, a diferencia de
un ser vivo, no puede 
percibirte y, al 
percibirte, otorgarte 
realidad. Si duerme
contigo, te corta.
Funciona a pocos
grados por debajo del 
ambiente. Un poema de amor 
no te ama. O 
no necesariamente te ama. 
Un poema de amor mira 
hacia fuera. Fabrica
el amor con cuidado. Ahora último
me he preguntado acerca de la eficacia 
de la poesía. Es como dudar
de un largo romance o del romance 
en sí mismo, de su esencia.
Es temible dudar de
los fundamentos de tu vida.
También me he preguntado sobre 
la pintura. ¿Qué distingue 
a una buena o gran pintura, 
pinturas que he amado, de 
la ilustración? Ahora último todo 
me parece ilustrativo,
como si el mundo entero 
fuera una astuta metáfora.
Un joven pintor una vez 
me advirtió que no llevara
un marco literario al arte visual. 
Una advertencia sensata, creo.
Quizás lo que distingue 
el arte de la ilustración
es su inutilidad. El arte, 
inútil en su esencia,
pero no carente de valor. Y 
¿cuál es la correlación
entre la pintura y la poesía? 
¿Qué hace que un poema sea meramente 
ilustrativo y lo que lo eleva 
a un arte esencial,
es decir, a la inutilidad? Sé que
que estoy utilizando un lenguaje antiguo 
aquí. "Meramente". "Eleva".
Estoy en una pieza anticuada,
sus accesorios, cubiertos de polvo 
y elegantes. Muebles,
construidos a instancias de otra 
época, de un principio de diseño 
que antepone la belleza,
son delicados, como si se balancearan sobre las 
telúricas patas de un potro. Tal vez vivir 
dentro de un poema sea encerrarse
en una arquitectura construida sobre 
teorías anticuadas de composición. 
Es posible que haya una habitación o una casa 
habitación o casa, o una estructura 
en algún lugar para el que aún no tengo
el lenguaje. Una academia de silencios.
Una catedral de voces 
en desacuerdo. Un espacio posthumano 
llenado sólo con una especie 
de mariposas desocultadas. Una catacumba 
de moscas de racimo. Sea lo que sea, 
será nuevo, se llenará
con sus propios absurdos desconcertantes, 
y probablemente más allá de mí.
Este cuerpo no puede ser construido 
para ello. El mío es el tipo
de cuerpo que arrastras 
ciudad con una correa, con una 
cadena. No lo amas,
pero es tuyo para luchar con él, 
aunque comprima tu 
alma. ¿Cuándo comenzó
a comprimir mi alma en vez de 
liberarla? Muy pronto, 
pero recuerdo que
cuando era el instrumento de mi alma,
era indistinguible de
mi alma. Podía sentarme en la entrada 
y el mundo entero 
entraba a raudales a través de
las estructuras de mis sentidos. 
Quizás el cuerpo sea la metáfora 
del alma. Quizás escapar de él 
sea escapar de la economía 
de servicios. Sea disolver la analogía. 
Sea alcanzar la inutilidad.

***
Diane Seuss (Michigan City, 1956)
Versión de Nicolás López-Pérez

/

Against Poetry

*

A poem, unlike
a living being, cannot 
perceive you and, in 
perceiving you, grant you 
reality. If it sleeps
with you, it cuts you.
It runs a few
degrees cooler than room 
temperature. A love poem 
does not love you. Or 
does not necessarily love 
you. A love poem faces 
outward. It performs
love adequately. Lately,
I’ve wondered about poetry’s 
efficacy. It’s like doubting
a long romance, or romance 
itself, the essence of it.
Fearsome, to doubt 
your life’s foundation.
I’ve also wondered about 
painting. What distinguishes 
a good or great painting, 
paintings I’ve loved, from 
illustration? Lately everything 
seems illustrative to me,
as if the whole world 
is a cunning metaphor.
A young painter once 
cautioned me not to bring
a literary framework to visual art. 
A sane admonition, I think.
Maybe what distinguishes 
art from illustration
is its uselessness. Art, 
useless at its core,
but not valueless. And 
what is the correlation
between painting and poetry? 
What makes a poem merely 
illustrative and what elevates it 
to an essential artfulness,
i.e., uselessness? I know
I am using the old language 
here. “Merely.” “Elevates.”
I am in an antiquated room,
its fixtures, dust-covered 
and ornate. Furniture,
built at the behest of another 
era, from a principle of design 
that forefronts beauty,
is delicate, as if balanced on a foal’s 
trembling legs. Maybe to live 
within a poem is to entrap oneself
in an architecture constructed upon 
outmoded theories of composition. 
It’s possible there is an undiscovered 
room or house, or a structure 
somewhere I don’t yet have
the language for. An academy of silences.
A cathedral of cross-purposed 
voices. A posthuman spaciousness 
filled only with a reemerged 
species of butterflies. A catacomb 
of cluster flies. Whatever it will be, 
it will be new, filled
with its own mystifying absurdities, 
and likely beyond me.
This body may not be built 
for it. Mine is the kind
of body you drag around 
town on a leash, with a choke 
chain. You don’t love it,
but it’s yours to contend with, 
though it compresses your 
soul. When did it begin
to compress rather than 
liberate my soul? Early, 
but I do remember
when it was my soul’s instrument,
indistinguishable from
my soul. I could sit on the front 
stoop and the whole world 
came streaming in through
the structures of my senses. 
Maybe the body is the soul’s 
metaphor. Maybe to escape it 
is to escape the service 
economy. To dissolve analogy. 
Attain uselessness.

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