martes, 4 de julio de 2023

franco arminio / de "quedarán los cantos"









En definitiva, he venido al mundo.
Ha ocurrido hace poco.
No he entendido cómo.
No estaba seguro que pudiese ocurrir.
Aunque si me rozáis una pierna
oigo qué es lo que tienen para decirse
estrellas muy lejanas.
Si me claváis un dedo en el pecho
siento la oscuridad sin culpas
que pastorea en el universo.
Si me abandonáis
yo paseo sobre la basta del vuestro silencio.
Miro. Escribo. Celebro
cada día mi llegada al mundo.

~

No piense la alegría, siéntala
es un florecer en la carne,
es el mayo de los huesos,
el abril de los ojos.
La alegría no es un hecho,
una cosa, un lugar.
La alegría crea espacio,
derrite, hace el vacío.

~

Qué sea un amor
dulce y leve,
un amor que puede estar
sobre una telaraña
sin miedo de caer.

~

Las personas se encuentran
para renacer.
Nacer
nunca basta a ninguno.

~

No me gusta quien entra a pasitos
me gusta ir al hueso,
al pozo, a la trinchera, quiero la ferocidad,
un combo en la cara,
me gusta quien me lleva al centro de las cosas,
no logro girar a mi alrededor,
mi agotan los preámbulos
las explicaciones,
quiero ser excavado,
las cosas leves no las siento,
la dulzura está bien
cuando es repentina,
mi enerva la lentitud
yo voy contra la lentitud,
contra la paciencia, me gusta la vida
agitada, el corazón amargo:
después de las grandes desventuras
los seres humanos tienen el corazón más claro.

~

Carta desde la ceniza

*

Ahora no tengo nada que pedirte para el tiempo de la vida. Te pido cualquier cosa para el tiempo de la muerte. Quisiera ser incinerado y que tú tuvieses una parte de mis cenizas. Me calma y me pone contento confiar a ti mi cuerpo. En las cenizas no se distingue eso que era un ojo, una pierna, una mano. Siento que tú puedes hacer esa distinción, puedes ver incluso en las cenizas mis ojos, mis manos. Tú puedes pasar por un pueblo y saludarlo por mí, sentarte en una banca, dar alguna cosa a los perros, mirar el cielo que promete lluvia, entrar en un bar a tomar una manzanilla. No te puedo y no te quiero pedir más nada por como soy ahora. No me interesa que pongas tus pensamientos incluso detrás mío. Me interesa dejar a ti mi silencio, mi ausencia. Sé que los usarás bien. Sé también que hasta cuándo vivirás, pensarás al amor que te ha faltado, al mal que te he hecho. Yo vivo mis días esperando de lograr sentir tu dolor de lejos, visto que no he logrado sentirlo de cerca. Vivo estos, mis días, intentando sentir algo, el problema no es no recibir más abrazos, satisfacciones. Ya no hay ninguna batalla que vencer, ningún enemigo que combatir. He hecho todo lo que he podido con la vida que no he vivido. Si yo fuese venido al mundo en verdad, si realmente una vez hubiese logrado besarte, si al menos una vez hubiese creído en tu mano estrechando la mía, ahora estaría vivo. Y en cambio, soy un fantasma. Tú mientras tanto eres piedra, hierba, luz. El universo en ti te ha ordenado casi todas sus cosas, tormentas y silencios, oscuridad y calideces. De mi quedarán las palabras a las que solo pueden acercarse otros fantasmas. Tú continuarás con vida cuando un pájaro si despegará de la rama, cuando la vaca pondrá el hocico en la hierba, cuando la golondrina fabricará su nido. No sé cómo, no sé dónde, pero continuarás con vida incluso cuando el universo se habrá acabado. Yo nunca he estado allí. Mi vida se compone solo en la página. La realidad no ha logrado del todo a engancharme a esta. Estaba siempre fuera de la medida, demasiado impaciente, poco atento, demasiado egoísta. El tiempo que me queda de vida lo quiero pasar sin ninguna ambición. No tengo metas que alcanzar, ni nada que defender. Me gusta la idea de que estás y que hay poesía. Aquello que hemos hecho no nos ha servido ni servirá a ninguno. Hemos probado a pasar intensamente el nuestro tiempo usando la ficción de que el tiempo sea nuestro. Pertenecíamos al tiempo como una lámpara pertenece al cielo.

~

Los pueblos se salvan con los ojos.
Primero es necesario mirarlos
como un joven
mira a una mujer hermosísima. 
Luego viene el resto:
acoger turistas, cultivar, criar,
curar a los enfermos,
educar con el paisaje a los niños.
Los pueblos no los pueden salvar
aquellos clavados dentro
ni siquiera los que están lejos.
Para salvar a los pueblos se necesita
un nuevo tipo de habitante
alguno que viene y que va:
distancia e intimidad.

~

La otra noche a la Casa de la Paesologia
el tipo de Altamura decía
que la escuela debería hacer una sola cosa:
enseñar a los muchachos a recoger frutos.
Tenía razón: primero las aceitunas, las nueces,
las moras, las uvas y luego el resto.
La agricultura y la geografía
primero que todo: los muchachos deben saber
que nosotros mismos somos geografía,
basta pensar en el ruido del mar
que tenemos en el pecho, al prado del pubis
a la nieve que llevamos sobre los hombros.

~

La paesologia

*

Nacer y crecer dentro de una hostería.

Las pichangas
en la curva de calle Mancini
las pausas cuando los burros
volvían del campo.

Mi miedo del fin
y el fin que se siente en los pueblos:
un tiempo penúltimo
la perenne vigilia del colapso.

Hablar con las muchachas
que no se dejaban besar
en el bus que iba a Lacedonia.

Llevar las noticias de la desolación.

Mi abuela que cuando tenía el tumor
me dijo de prender un fósforo
y darle fuego en la espalda.

La mujer que cruza la calle
con una bolsa en la mano
una tarde de junio.

El bar en Monteverde,
el cartel envuelto en una bolsa negra.

El viento furioso de un día de marzo.

Los enfermos,
la última vez que van al baño
con sus piernas.

Pensar cada tanto
a quien no se ha encontrado
en un abrazo.

La batalla para impedir
la descarga en el Formicoso.

Aquellos que decían
hoy viene el senador desde Roma.

El fastidio de los vestidos nuevos
en los días de fiesta.

La nuca heladísima
que te espera
en la última casa del pueblo.

Quien se está quieto y quien va lejos.
Seguir otra calle,
viajar en los alrededores.

Los placeres de la paesologia:
acostarse al sol en Accadia.

Piazzetta Panevino,
la casa entre las nubes
en Trevico.

Gianni Celati que lee a Leopardi
en voz baja en el centro de ancianos
de Bisaccia.

La infancia es la juventud
con el infarto
de mi madre.

Las vacas podólicas.

El primer ataque de pánico
en la silla del barbero.

Aquellos que se ponen mal con los tumores
en los días en que saben el nombre
de la enfermedad.

El verde de mayo
que cambia cada día.

Salir cuando los bordes de las cosas
son claros, cuando de lejos
se ve la última hoja de un árbol
el color de un pájaro.

Senerchia
una tarde de diciembre
el pueblo muerto con el río dentro.

El pastor macedonio que juega las cartas
con un viejo de los Abruzos.

Los muchachos que cantan
con la lengua de los abuelos.

Apoyar la oreja en el pueblo
como si hace en un andén abandonado.

Salir para tocar y para ser tocado.

Arrodillarse
de vez en cuando.

Un padre y un hijo que caminan al sol
en una tarde de enero.

Los muchachos polvorientos tendidos en la vereda
del bar Corrado, la noche del terremoto.

Quien sabe hacer el queso.

Comenzar una historia de amor
en Montaguto.

El pueblo caído luego del terremoto,
un viejo que lo está mirando.

Los cementerios, todos los cementerios.

***
Franco Arminio (Bisaccia, 1960) Resteranno i canti. Firenze: Bompiani, 2018.
Versiones de Nicolás López-Pérez

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