El mar elástico y lleno de resortes toca la tierra y se retrae
las antenas de un caracol se diría en el tacto de una mano más grande
a ese comportamiento continuo se llama desde antiguo natural
y mar es el nombre de ese misterio obediente
son solo viejas palabras que caben en esta página inmóvil y el mar
es un laberinto ya no en su extensión sino desde la superficie al fondo.
Para decirlo llegaste a él vestida de luz
mecida entre las aguas turbias de su cerebro
el mar es un columpio para su inextinguible niñez
las bodas químicas celebradas entre la semilla del agua
y las oleadas del gran semen núbil aún el mar
removiendo su garganta y revolviendo su enorme cuerpo
en el ritmo de sube y baja al crear las aguas nocturnas
del fondo y las que irrumpen en la superficie
por el mismo paso del día y la noche al que se deja empujar.
Ha soñado con estrellas que se quedan en la tierra
en vez de las desgracias de los marinos y por la salobre sangre
ha soñado con el nivel de las aguas en el mar elástico
y el golpe de las palabras en los roqueríos silenciosos
y las frases que vienen a la cabeza porque se integraron al silencio
para poder ser dichas en sus propias palabras
hemos estado antes estuvimos muertos antes de nacer
y sufrimos con lágrimas de vidrio en el agua impersonal y victoriosa.
El mar elástico golpea y vuelve atrás conmueve a la orilla en su pugilato
el mar se adentra en una caja de cristal suculento devora
mira el ojo verde la inmensidad que lo absorbe todo
lo que toca el mar ventilado se revuelca se retrae y vuelve
humilde entonces como mimbre entre las aguas del arroyo
polimorfo no deja de repetir no obstante en los ojos
como mares el agua del cristalino en tempestad
piensa su vida más ardiente el marino hay goce en el transcurso
la agresión del óxido doloroso supera a la llama y la huida del tiempo
quedan los sentidos remojados la vigilia se distrae con olas
que pasan como señuelos en la extrañeza de pasar la noche
“¡Me apiado de ustedes, estrellas desgraciadas!” grita a la inmersa voz de la tierra.
El vínculo de la luna en su trasfondo el mar con sus llaves abiertas
mientras el sonido de la memoria musa esporádica de silicio y cal
en el verano que fermenta con la palabra ardiente
abrió a cuchillo el vientre de la noche y extrajo el día
por esas montañas que con sus garras se van subiendo al continente
el recuerdo es un fósil la piel marina esa bailadora
una llama roja en una tempestad de manos que tocan y se retiran
la memoria es de la tierra en sus estaciones y porque sufrió dolor de mar
dice ahora contemplándote en su vida afrodita en cualquier templo
y tú en él y tú en él pues su andadura está llegando a su fin.
El origen viene del mar y a él se dirige sin término.
Aquí a la materia del agua se añade una palabra.
Virgilio Rodríguez (Valparaíso, 1946)
Revista de poesía, ensayo y crítica WD 40 N° 6
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