En qué momento la poesía chilena
se nos llenó de Tu Fu
con una mano por delante
y otra por atrás.
Me volví uno de éstos con su épica menor,
cuitas provincianas
y ese clamor ciudadano, burócrata
cada vez más apático e insoportable.
La vida es una guerra no lejos de aquí
pero aquí pega fuerte
con despidos, sueldos miserables
y un statu quo
tan apretado como un traje de neopreno
o botón de oro.
Así, en esta copia feliz del edén
en que la mayoría apenas llega a fin de mes
o derechamente sobregirado
la norma es presumir de entereza
o sedición
de comentario en comentario
sobre el cajón de tomate
de las redes sociales, en el vino de honor
o la noticia online.
Así también regreso día a día de la jornada
a prepararme algo de comer.
Con el control remoto en la mano
navego de canal en canal
tan ansioso como cuando pequeño
no podía desatar el nudo de la bolsa
y la rompía para comer una hallulla caliente.
El pueblo en esta capitanía general
lo saben sus plutócratas
tiene una filosofía sin saberlo de corte gandhiana:
se resiste sin oponer resistencia alguna.
Así leemos en entrelíneas la prensa y el espectáculo.
Soportamos al cura para una misa de casamiento o muerte.
Compartimos un asado con amigos
cuando juega la roja mirando de reojo
a las amigas del anfitrión.
Seríamos alcohólicos si no fuera por el café.
Seríamos tantas cosas
si no nos hubiésemos puesto huevones,
rendido tan rápido
o tuviésemos santos en la corte.
En fin, dejemos esta matraca
también para mañana
como la loza sucia en el lavaplatos,
la llave que gotea.
Estoy cansado como caballo de feria.
Mirar las estrellas solo me pondría más triste
pensando cuál ya no existe
y su luz viajó hasta mí.
¿Qué pasó con los chicos revoltosos?
¿Qué pasó con los sueños que teníamos?
¿Qué pasó con el para siempre?
¿Qué pasó con el para siempre?
Nunca lo sabremos…
Cantaba una banda inglesa
a principios de siglo.
En Chile, más que ser un Imperio
como nos acusaban los EE.UU. en el siglo XVIII
quisimos ser un bar británico,
un bar sin británicos escuchando música británica,
con minuto feliz.
Li Po al menos se tiró al río
para abrazar a la luna.
Ernesto González Barnert (Temuco, 1978)
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