Poemas de la ciencia de volar
*
Una mano relampaguea en la casa de la escritura.
Chispa Truena.
Busca un claro instante para la aparición.
Se le puede ver correr por el dorso del papel,
echada de su lado o de su modo reptante,
se le puede ver probando el rumiante delirio de las palabras,
su rasante acomodo,
y lleva voces aquella mano en cada delicado pasaje,
rítmica, palpitante
o un nervio animal que recuerda
la textura pedestre del papel.
Pero la mano vuela, explosiva,
y no cae ni agoniza en el espacio vibrante donde se comunica.
Volar es un fervoroso recogimiento.
Y en lo que es casi la medida elemental del olvido
la escritura navega
en un estuario de silencio.
Escribir es una droga antigua,
una borrachera que quema con lentitud
la cabeza,
trae las luces desde las vísceras,
la sangre hirviendo en las vías turbulentas,
trae la naturaleza estimulante de los paisajes
que tenemos dentro.
...
Se me ocurre ahora
la pupila minúscula de un niño.
Su ingeniería
desde el cuerpo en la guerrera pequeñez
al dedo probador de la boca.
Se me ocurre este niño
este monje de la franqueza en su templo de inocencia.
Le amo. Le vivo.
Volar es poder amar a un niño.
Soñarle el peso en el regazo, las manos acariciantes
sobre la palma del alma.
Volar es demorar la boca
en la rosa del rostro de un niño.
Pronunciarle la ternura,
la seda fresca y pura
de su infancia.
Volar es adormecer al hombre
en la mano soñadora
de un niño.
~
País de mí
*
42.
¡El peso de la vida!
Me gustaría sentirlo a tu manera
y oírla crecer dentro de mí,
en carne viva,
no querría solamente
rasgarte la herida,
no querría apenas esta vocación paciente
del labrador,
sino, también, la de la tierra
y que es la tuya.
Asume el amor como un oficio
donde tienes que esmerarte,
repítelo hasta la perfección,
repítelo cuantas veces sea preciso
hasta dentro de él todo durar
y tener sentido.
Deja en él crecer el sol
hasta tarde,
déjalo ser el ala de la imaginación,
la casa de la concordia,
sólo nunca dejes que sobre
para no ser memoria.
~
La Palabra
*
La palabra se renueva en el poema.
Gana color,
gana cuerpo,
gana mensaje.
La palabra en el poema no es estática,
pues, entera y desnuda se asume
en lo perfecto,
en el perpetuo movimiento
de la incógnita que la endulza.
La palabra madura es espectáculo.
Canta.
Vive.
Y respira. Para todo eso
basta
una mano inteligente que la trabaje,
le dé la dimensión de lo necesario
y del sentido
y le amaine sobre el dorso
el animal que en ella duerme audaz.
La palabra es ave
migratoria,
es mango de azada,
es fusil, es torno de operario,
la palabra es herida que sangra,
es navaja que mata,
es sueño que se disipa,
visión de vidente.
La palabra es así tantas veces
día claro
señal de paisaje
y por eso a la palabra se da,
enteramente,
un buen poeta
con sus sueños,
con sus fantasmas,
con sus miedos
y sus corajes,
porque es en la palabra que muchas veces está,
perdido o escondido,
el otro hombre que en el poeta reside.
Eduardo White (Quelimane, 1963-Maputo, 2014)
Versiones de Raquel Madrigal Martínez
/
Poemas da ciência de voar
*
Uma mão relampeja na casa da escrita.
Faísca Troveja.
Procura um claro instante para a aparição.
Pode-se vê-la correr pelo dorso do papel,
deitada do seu lado ou do seu modo rastejante,
pode-se vê-la provando o ruminante delírio das palavras,
a sua rasante arrumação,
e leva vozes aquela mão em cada delicada passagem,
rítmica, latejante
ou um nervo animal que faz lembrar
a textura pedestre do papel.
Mas a mão voa, explosiva,
e não cai nem agoniza no espaço vibrante onde se comunica.
Voar é um fervoroso recolhimento.
E no que é quase a medida elementar do esquecimento
a escrita navega
num estuário de silêncio.
Escrever é uma droga antiga,
uma bebedeira que queima com lentidão
a cabeça,
traz as luzes desde as vísceras,
o sangue a ferver nas vias tubulantes,
traz a natureza estimulante das paisagens
que temos dentro.
...
Ocorre-me agora
a pupila minúscula de uma criança.
A sua engenharia
desde o corpo na guerreira pequenez
ao dedo provador da boca.
Ocorre-me esta criança
este monge da franqueza em seu templo de inocência.
Amo-a. Vivo-a.
Voar é poder amar uma criança.
Sonhar-lhe o peso no colo, as mãos acariciantes
sobre a palma da alma.
Voar é tardar a boca
na rosa do rosto de uma criança.
Pronunciar-lhe a ternura,
a seda fresca e pura
da sua infância.
Voar é adormecer o homem
na mão sonhadora
de uma criança.
~
País de mim
*
42.
O peso da vida!
Gostava de senti-lo à tua maneira
e ouvi-la crescer dentro de mim,
em carne viva,
não queria somente
rasgar-te a ferida,
não queria apenas esta vocação paciente
do lavrador,
mas, também, a da terra
e que é a tua.
Assume o amor como um ofício
onde tens que te esmerar,
repete-o até à perfeição,
repete-o quantas vezes for preciso
até dentro dele tudo durar
e ter sentido.
Deixa nele crescer o sol
até tarde,
deixa-o ser a asa da imaginação,
a casa da concórdia,
só nunca deixes que sobre
para não ser memória.
~
A Palavra
*
A palavra renova-se no poema.
Ganha cor,
ganha corpo,
ganha mensagem.
A palavra no poema não é estática,
pois, inteira e nua se assume
no perfeito,
no perpétuo movimento
da incógnita que a adoça.
A palavra madura é espetáculo.
Canta.
Vive.
E respira. Para tudo isso
basta
uma mão inteligente que a trabalhe,
lhe dê a dimensão do necessário
e do sentido
e lhe amaine sobre o dorso
o animal que nela dorme destemido.
A palavra é ave
migratória,
é cabo de enxada,
é fuzil, é torno de operário,
a palavra é ferida que sangra,
é navalha que mata,
é sonho que se dissipa,
visão de vidente.
A palavra é assim tantas vezes
dia claro
sinal de paisagem
e por isso é que à palavra se dá,
inteiramente,
um bom poeta
com os seus sonhos,
com os seus fantasmas,
com os seus medos
e as suas coragens,
porque é na palavra que muitas vezes está,
perdido ou escondido,
o outro homem que no poeta reside.
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