viernes, 16 de septiembre de 2022

javier campos / tres poemas













Nosotros los de entonces

*

A los que se fueron al exilio.
A los que creyeron en una utopía
A los que emigraron quien sabe dónde
 
Dónde estarán los amigos del pasado.
Aquel que me dijo leyera a Lenin y El Capital.
O aquellos que en las tardes insubstanciales de un pueblo del sur
me invitaban a leer poesía tomando vino dulce y fumando mariguana.

O aquella bella muchacha que a las 8 de la noche en verano
me hacía señas de su balcón
y yo en la esquina de la calle mirándola con un libro bajo el brazo
a la que nunca hablé, a la que se la tragó la vida.

Dónde estarán los otros amigos que trabajaban en una fabrica
y allí envejecieron o desaparecieron en una isla,
en un campo de concentración.

Dónde estarán las bellas muchachas de piernas color del durazno.
Esas que nos llamaban para que nadáramos en el mar junto a ellas.
Les tocáramos sus senos, las besáramos en sus labios color de las cerezas.

Dónde estará aquel que tenía un único abrigo para el frío
y se paseaba por la plaza del pueblo leyendo a los poetas malditos.

Y aquel que tocaba la guitarra cantando canciones de protesta
dicen que está enterrado en el fondo del mar
amarrado a una piedra con cadenas.

A dónde se fue aquella edad cuando íbamos a construir
un Universo igual para todos.

Ahora somos otra vez esos muchachos y muchachas que repiten lo mismo.

A lo mejor somos de nuevo todos ellos que volverán a leer los mismos libros,
ver las mismas películas, repetir las mismas canciones,

encandilarse con hombres de barbas con una estrella en su boina,
que les susurrarán meterse en una selva con un fusil
y dar la muerte para cambiar la vida.

Quizá no

Por cierto que volverán amar a las mismas muchachas o a los mismos muchachos.

Acariciarse en la arena caliente, tocarse sus cuerpos desnudos bajo el agua del mar.

Algunos volverán a desaparecer en la misma isla.
Meterlos en horrorosos campos de concentración.

O serán lanzados otra vez al mar con la misma piedra,
encadenados para que nunca más puedan regresar.

O Quizás no

Nosotros los de entonces, rejuvenecidos por la nostalgia,
seguiremos siendo los mismos.

Quizás si
Quizás ya nunca más

~

La vida loca

*

Aquí la nieve, allá en El Salvador la muerte
Aquí mi casa en paz, allá cercada por murallas de hierro
Aquí la felicidad es como luces de los avisos, allá también son felices
Aquí no debo nada, allá millones no tienen nada
Aquí dejo mi ventana abierta,  allá no hay ventanas abiertas
Aquí es verano, allá es el infierno
Aquí no tengo tatuajes en mi cuerpo, allá viven las Maras
Aquí  puedo leer tranquilo, allá hay miles que escriben poesía
Aquí camino siempre, allá caminas con miedo
Aquí hay muchos Malls, allá los hay mejores
Aquí pago mis cuentas, allá te las cobran con una pistola en la cabeza
Aquí hay cuatro estaciones, allá sólo dos: una es el verano la otra es la estación de coches  funerarias
Aquí hay muchos indocumentados, de allá es de donde vienen
Aquí nadie lee poesía, allá hay muchos que devoran la poesía
Aquí pocos saben que la guerra civil terminó allá, y allá cada día mueren más que cuando estaban en la guerra civil
Aquí no venden CD piratas, allá todos viven de la piratería de los CD
Aquí los baños son limpios y olorosos,  allá sólo eso se ve en los Malls
Aquí las escuelas son de sueños, allá las escuelas son peores que una cárcel
Aquí los niños tienen su celular, allá hay más niños con celulares
Aquí los profesores de escuelas tienen buen salario, allá es un salario casi igual a trabajar en una maquiladora
Aquí no hay maquiladoras,  allá hay más maquiladoras que granos de café
Aquí pasaría 1000 años en la cárcel por tocar a una menor de edad,
allá se morirían de risa si les digo eso
Aquí no existen las pupusas, allá son más populares que las hamburguesas
Aquí puedo caminar tranquilo por la calle, allá quizá estaría muerto por alguna bala perdida
Aquí uso siempre el cinturón en el carro, allá lo usan para reconocer a  los cadáveres en la carretera (y esto me lo dijo un poeta así que es verdad)
Finalmente llegué sin problemas a mi paraíso, allá me estaba llenado de estrés y nunca supe por qué.

~

El poeta olvidado

*

                                                    A E.J, quien sabe dónde estará

Escribo tu nombre en esta biblioteca virtual de Alejandría
y hay miles;
tu primer nombre es de millones,

tu nombre y apellido juntos también es de miles;
y cuando escribo "poeta" ante tu nombre
y tu apellido
la máquina entre billones de nombres
no encuentra el tuyo en ninguna parte

ni siquiera sabe que fuiste un poeta de un pueblo
de mi país
que escribiste dos libros que nadie te publicó,
o quizás era sólo uno, o probablemente ninguno

que leías tus poemas en lugares que sólo interesaban a los poetas
o cuando hace siglos los poetas eran queridos por las muchedumbres
pero de eso hace ya mucho tiempo

nada dicen de ti en esta biblioteca cibernética
aún cuando tu nombre y tu apellido aparece miles de veces;
tampoco hay referencia alguna que mencione que fuiste un poeta maldito
o quizás eso fue una leyenda y eras realmente un poeta romántico
ni tampoco hay información de que tenías un único abrigo gastado
y eras pálido (o pálida) como la luna

menos que alguna vez fuiste un guerrillero o guerrillera
y te metiste por meses o años en un selva
de eso sí que nadie se acuerda en aquel pueblo
del sur de planeta
o quizás aquello fue también una leyenda que a nadie importa
ni siquiera hay una foto de ti
ni aquella al lado de un poeta famoso quien decían era tu amigo
y cuyo nombre ya nadie tampoco recuerda
hermosa o bello te encontraban las muchachas
y los muchachos adolescentes suspiraban por ti,
y eso parece que era verdad

querido poeta olvidado
quizás aún deambulas por el pueblo aquel, envejecido, o anciana,
con tu gastado abrigo desteñido, solapas alzadas,
pelo encanecido, y tu bella sonrisa destruida,
con alguna cicatriz de una bala que recibiste
cuando vivías en una selva, en una montaña,
cuando te enamoraste de una boina con una estrella

ni siquiera la post modernidad (ni menos la modernidad)
se acordó de ti;

quién sabe si en un par de segundos ahora aparezca tu nombre y apellido
y quedes para siempre en esta biblioteca cibernética

a lo mejor alguna muchacha (o algún muchacho) del futuro
encuentre tu nombre
y sepa que fuiste una poeta pobre y olvidada,

o quizás a esa muchacha del futuro (o a ese muchacho)
ya no le interesen ni los poetas viejos
tampoco los poetas muertos, ni menos los poetas jóvenes,

o quizás sí
porque hay que tener fe en el futuro

y aún dentro de este paisaje virtual y cibernético
que rodea al Universo
tendrá que haber en alguna parte del planeta
una muchacha (o un muchacho)
que volverá a repetir la historia del poeta olvidado.

***
Javier Campos (Santiago de Chile, 1947)

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