Uvas
*
muchos frutos brotan de las rosas
del rosado de todas las rosas
de la rosa desplegada
la rosa del mundo
admite que las manzanas y las frutillas y los duraznos, las peras y las moras
son todas rosáceas
efusión de rosa meridiano
la rosa de apertura fresca y sonrisa al cielo
¿y qué pasa entonces con la parra?
oh, la parra gacha
el nuestro es el universo de la rosa desplegada
lo meridiano
la revelación pura.
pero hace tanto, oh, hace tanto
antes de ser la rosa algo monumental.
antes del rosa de todas las rosas ―la rosa del mundo― era tan sólo un brote.
antes que los glaciares se fundieran en estos mares y vientos tempestuosos
o antes de que bajase la marea en el diluvio de noé,
había otro mundo, un mundo oscuro, sin flores y con tentáculos
y criaturas tejidas y pantanosas
y en el margen, hombres prístinos de pies suaves,
quietos y sensibles, de una sensibilidad táctil,
auditiva y táctil, como un tallo en espiral que se orienta y se extiende,
y alcanza y agarra por un instinto más delicado
que el que siente la luna por las mareas.
de qué mundo la parra era la rosa invisible,
antes de que los pétalos se desplegaran,
antes de que el color hiciera su explosión,
antes de que los ojos vieran demasiado.
en un mundo verde, fangoso,
con pies de tela, callado de sonido,
la parra era la rosa de todas las rosas.
no hay amapolas ni claveles,
apenas un lirio inmaduro, agua débil.
cetrino, tenue, fantasmal florecer de las parras;
pues en realidad gesticulan.
miren ahora, en este instante, cómo mantiene su poder de invisibilidad
miren cuán negro, cuán azul oscuro, cuán enredada en esa noche egipcia
se deja caer de entre sus hojas, miren cómo pendula esta uva oscura.
verle allí, lo translúcido, tan palpable e invisible
¿a quién preguntaremos por ella?
el moreno podría saber algo.
cuando la parra floreció, los dioses eran de piel oscura.
baco era el sueño de un sueño.
alguna vez que dios fuera negro, como ahora es justo.
pero fue hace mucho que el viejo bosquimano
olvidó tanto como lo que nunca hemos sabido.
es que estamos a punto de volver a recordar,
lo cual, supongo, es porque américa se ha drenado.
nuestro día pálido se hunde en el crepúsculo,
y si tomamos vino, damos con sueños que nos abruman
fuera, en una inminente negación.
no, nos vemos cruzar la frontera perfumada de helechos
del mundo antes de la inundación, cuando el hombre estaba oscuro y evasivo
y el fruto pequeño de la parra rosa de todas las rosas, perfumado.
y todo en una comunión desnuda que se comunica
como nuestra visión aislada nunca pudo hacerlo.
vistas, mientras bebemos vino por avenidas oscuras.
la uva es translúcida, las avenidas oscuras y enroscadas, como un gancho sutil.
pero nosotros, cuando empieza el despertar, nos aferramos
a estas perspectivas democráticas: bulevares, tranvías, policías.
danos lo que es nuestro, vayamos a las fuentes de soda a estar sobrios.
sobrio, frugal.
es como la agonía perversa de un niño bajo un sueño profundo,
que lucha y lucha por mantenerse despierto;
sobrio, frugal, con los ojos pesados y bien abiertos.
oscuras son las avenidas del vino,
debemos cruzar sus contornos, aunque no lo hagamos.
del mundo perdido con aroma al helecho:
pon su semilla en nuestros labios,
cierra los ojos y ve por las avenidas
desplegadas del vino y del otro mundo.
~
Higos
*
la forma correcta de comerse un higo, en sociedad,
es dividirlo en cuatro, sosteniéndolo por la base,
y abrirlo, de modo que sea una flor de cuatro pétalos
pesados; brillante, rosada, húmeda, encerada flor.
entonces tiras la piel
que es como un cáliz de cuatro vértices,
luego de haberle sorbido la pulpa con los labios.
pero de hacerlo de forma vulgar
basta acercar tu boca a la grieta y arrancar la carne de un mordisco.
toda fruta tiene su secreto.
y el higo, a su modo, guarda el suyo.
si lo ves germinar, sientes al instante su simbolismo:
aparenta ser macho,
pero si lo examinas mejor, concuerdas con los romanos, es hembra.
los italianos vulgarmente dicen que es el sexo femenino;
el fruto del higo: la fisura, la vulva,
la uretra húmeda que va hacia el centro.
envuelto,
enrollado,
la floración hacia el centro del útero fibroso;
y sólo un orificio
el higo, la herradura, la flor de calabaza.
símbolos
había una flor que crecía hacia adentro, vientre uterino;
ahora hay una fruta como un útero maduro.
siempre fue un secreto.
así es como debería ser, lo femenino está oculto.
nunca hubo nada en lo alto ni desplegado en una rama
como otras flores con su revelación de pétalos;
duraznos rosáceos y platinados,
verdes vasos venecianos de nísperos y serbas,
llanas copas de vino en tallos cortos y abultados
saludan abiertamente al cielo:
¡aquí está la espina en flor! ¡aquí está su enunciado!
la rosácea valiente y aventurera.
plegada sobre sí misma, su secreto indecible,
la savia lechosa, savia que cuaja y hace ricotta,
savia que huele extraña en tus dedos, que ni los chivos saborearían;
envuelta sobre sí misma, cautiva como una mujer mahometana.
su desnudez entre paredes, su floración para siempre invisible.
sólo una pequeña abertura de entrada, y ésta sin luz tras el velo;
higo, fruto del misterio femenino, cubierto e interno,
fruta mediterránea con su desnudez escondida,
donde todo ocurre fuera de los dominios del ojo,
floración y fertilización, y fructificación.
en la intimidad de ti mismo, ese ojo nunca verá
hasta que estés lo suficientemente maduro, y caigas
y te revientes para derramar tu fantasma.
hasta que chorree la gota de madurez,
y el año termine.
el higo guardó su secreto lo suficiente,
es cuando explota, y ves a través de su fisura el escarlata.
el higo está listo, el año terminó.
así es como el higo muere,
muestra su carmesí a través de la grieta púrpura
como una herida, expone a la luz su secreto
como una prostituta, el higo maduro devela su tabú.
así también es como las mujeres mueren.
el año cayó de lo maduro.
el año de las mujeres.
el año de las mujeres cayó de lo maduro.
el secreto se desnudó
y se viene la putrefacción.
de lo maduro cayó el año de las mujeres.
cuando eva tuvo conciencia de estar desnuda
tejió de una vez un taparrabos de hojas de la higuera,
e hizo lo mismo para el hombre.
había estado desnuda todos los días pasados.
y no fue hasta la irrupción del fruto
del manzano de las ideas puras,
que tuvo recién conciencia de su desnudez.
entendió el hecho y rápidamente tejió hojas de higuera,
desde entonces las mujeres se dedican al tejido.
aunque ahora tejan para adornar los higos reventados, y no para cubrirlos.
tienen más que nunca conciencia de su desnudez,
y no nos dejarán olvidarla.
ahora, el secreto
se ablandan los labios húmedos y rojos, la risa
esa mueca frente al señor que mira con indignación
entonces ¡buen señor! llora a las mujeres.
hemos guardado nuestro secreto lo suficiente.
somos un higo maduro.
vamos a estallar en afirmación.
se olvidan que los higos maduros no duran
los higos maduros no aguardan
higos blancos como la miel del norte, higos negros de interior escarlata, del sur.
los higos maduros no duran, no aguantan ningún clima.
entonces, ¿qué pasa cuando las mujeres de todo el mundo se han reventado, se han abierto?
¿los higos maduros durarán?
D. H. Lawrence (Eastwood, 1885-Vence, 1930)
Versiones de Sebastián Diez Cáceres
/
Grapes
*
SO many fruits come from roses
From the rose of all roses
From the unfolded rose
Rose of all the world.
Admit that apples and strawberries and peaches and pears
and blackberries
Are all Rosaceae,
Issue of the explicit rose,
The open-countenanced, skyward-smiling rose.
What then of the vine?
Oh, what of the tendrilled vine?
Ours is the universe of the unfolded rose,
The explicit,
The candid revelation.
But long ago, oh, long ago
Before the rose began to simper supreme,
Before the rose of all roses, rose of all the world, was even
in bud,
Before the glaciers were gathered up in a bunch out of the
unsettled seas and winds,
Or else before they had been let down again, in Noah's flood,
There was another world, a dusky, flowerless, tendrilled
world
And creatures webbed and marshy,
And on the margin, men soft-footed and pristine,
Still, and sensitive, and active,
Audile, tactile sensitiveness as of a tendril which orientates
and reaches out,
Reaching out and grasping by an instinct more delicate than
the moon's as she feels for the tides.
Of which world, the vine was the invisible rose,
Before petals spread, before colour made its disturbance,
before eyes saw too much.
In a green, muddy, web-foot, unutterably songless world
The vine was rose of all roses.
There were no poppies or carnations,
Hardly a greenish lily, watery faint.
Green, dim, invisible flourishing of vines
Royally gesticulate.
Look now even now, how it keeps its power of invisibility!
Look how black, how blue-black, how globed in Egyptian
darkness
Dropping among his leaves, hangs the dark grape!
See him there, the swart, so palpably invisible:
Whom shall we ask about him?
The negro might know a little.
When the vine was rose, Gods were dark-skinned.
Bacchus is a dream's dream.
Once God was all negroid, as now he is fair.
But it's so long ago, the ancient Bushman has forgotten more
utterly than we, who have never known.
For we are on the brink of re-remembrance.
Which, I suppose, is why America has gone dry.
Our pale day is sinking into twilight,
And if we sip the wine, we find dreams coming upon us
Out of the imminent night.
Nay, we find ourselves crossing the fern-scented frontiers
Of the world before the floods, where man was dark and evasive
And the tiny vine-flower rose of all roses, perfumed,
And all in naked communion communicating as now our
clothed vision can never communicate.
Vistas, down dark avenues
As we sip the wine.
The grape is swart, the avenues dusky and tendrilled, subtly
prehensile.
But we, as we start awake, clutch at our vistas democratic,
boulevards, tram-cars, policemen.
Give us our own back
Let us go to the soda-fountain, to get sober.
Soberness, sobriety.
It is like the agonised perverseness of a child heavy with
sleep, yet fighting, fighting to keep awake;
Soberness, sobriety, with heavy eyes propped open.
Dusky are the avenues of wine,
And we must cross the frontiers, though we will not,
Of the lost, fern-scented world:
Take the fern-seed on our lips,
Close the eyes, and go
Down the tendrilled avenues of wine and the otherworld.
/
Figs
*
Figs
The proper way to eat a fig, in society,
Is to split it in four, holding it by the stump,
And open it, so that it is a glittering, rosy, moist, honied, heavy-petalled four-petalled flower.
Then you throw away the skin
Which is just like a four-sepalled calyx,
After you have taken off the blossom with your lips.
But the vulgar way
Is just to put your mouth to the crack, and take out the flesh in one bite.
Every fruit has its secret.
The fig is a very secretive fruit.
As you see it standing growing, you feel at once it is symbolic:
And it seems male.
But when you come to know it better, you agree with the Romans, it is female.
The Italians vulgarly say, it stands for the female part; the fig-fruit:
The fissure, the yoni,
The wonderful moist conductivity towards the centre.
Involved,
Inturned,
The flowering all inward and womb-fibrilled;
And but one orifice.
The fig, the horse-shoe, the squash-blossom.
Symbols.
There was a flower that flowered inward, womb-ward;
Now there is a fruit like a ripe womb.
It was always a secret.
That’s how it should be, the female should always be secret.
There never was any standing aloft and unfolded on a bough
Like other flowers, in a revelation of petals;
Silver-pink peach, venetian green glass of medlars and sorb-apples,
Shallow wine-cups on short, bulging stems
Openly pledging heaven:
Here’s to the thorn in flower! Here is to Utterance!
The brave, adventurous rosaceæ.
Folded upon itself, and secret unutterable,
And milky-sapped, sap that curdles milk and makes ricotta,
Sap that smells strange on your fingers, that even goats won’t taste it;
Folded upon itself, enclosed like any Mohammedan woman,
Its nakedness all within-walls, its flowering forever unseen,
One small way of access only, and this close-curtained from the light;
Fig, fruit of the female mystery, covert and inward,
Mediterranean fruit, with your covert nakedness,
Where everything happens invisible, flowering and fertilisation, and fruiting
In the inwardness of your you, that eye will never see
Till it’s finished, and you’re over-ripe, and you burst to give up your ghost.
Till the drop of ripeness exudes,
And the year is over.
And then the fig has kept her secret long enough.
So it explodes, and you see through the fissure the scarlet.
And the fig is finished, the year is over.
That’s how the fig dies, showing her crimson through the purple slit
Like a wound, the exposure of her secret, on the open day.
Like a prostitute, the bursten fig, making a show of her secret.
That’s how women die too.
The year is fallen over-ripe,
The year of our women.
The year of our women is fallen over-ripe.
The secret is laid bare.
And rottenness soon sets in.
The year of our women is fallen over-ripe.
When Eve once knew in her mind that she was naked
She quickly sewed fig-leaves, and sewed the same for the man.
She’d been naked all her days before,
But till then, till that apple of knowledge, she hadn’t had the fact on her mind.
She got the fact on her mind, and quickly sewed fig-leaves.
And women have been sewing ever since.
But now they stitch to adorn the bursten fig, not to cover it.
They have their nakedness more than ever on their mind,
And they won’t let us forget it.
Now, the secret
Becomes an affirmation through moist, scarlet lips
That laugh at the Lord’s indignation.
What then, good Lord! cry the women.
We have kept our secret long enough.
We are a ripe fig.
Let us burst into affirmation.
They forget, ripe figs won’t keep.
Ripe figs won’t keep.
Honey-white figs of the north, black figs with scarlet inside, of the south.
Ripe figs won’t keep, won’t keep in any clime.
What then, when women the world over have all bursten into self-assertion?
And bursten figs won’t keep?
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