domingo, 21 de agosto de 2022

elizabeth schön / cuatro poemas











He aquí la tempestad. Dóblase el follaje y la selva se giba como rueda de carretón. El viento tumba frutos y nidos. El rayo parte en rebanadas los grandes árboles. Escóndense los loros y los querrequerres. El trueno se confunde con el ladrido de las ramas. La oscuridad es temible, semejante al ataque del tigre hambriento. No hay rapiña ni maldad; un pájaro destrozado entrega su canto a lo eterno.

Luego, la quietud, la tranquilidad mortal del rocío. Un murciélago vuela y caen gotas sobre la hojarasca, es que alguien en la lejanía suma rubíes. La selva comienza, otra vez, a sacudir su melena de escalofríos, tumbas y, lentamente, reaparecen los millares de insectos que pululan en deseos incontrolables. La selva retorna como si la hubieran narcotizado y volviera a su encuentro, salpicada con hebras de río, tejida por los rastros de la furia de Júpiter. Casi, convaleciente, vuelve a su habitual pregón de arañazos, martillos y yunques.

~

Se escribe con ribetes de sol
reminiscencias errabundas
presencias de entrañas
soplos de desiertos
restos de dinosaurios.
Se escribe con la embestida
de las cosechas de los hombres
ciudades
campos
con la luz y la sombra
yendo de una orilla
hacia la otra orilla.

~

Para mirarla
raspamos el cielo
y se desprenden las nubes
la lluvia, la centella
aun lo luminoso, esférico, espacial
desde el primer instante del sol.
Ni aun así
concluye nuestra reyerta contra la inmensidad
como si a la flor
no pudiéramos arrancarla de los cielos, de la tierra
donde cabe lo que se dice de ella
nunca parecido a cuando vive
dentro del largo pasadizo del alma.

~

Te gustaba oler el jengibre
la hierbabuena
paladear el sabor claro del horizonte.
Si te acercabas a las raíces
buscabas aquélla que de alguna manera
te podía indicar el rumbo
de la nube que no pudiste poseer.
Y mecías las hierbas
que ya nadie recuerda
y permanecías junto a ellas
por largo tiempo
llevándote entre la lengua
el grano blanco que durante días
había nutrido las aguas de los ríos
con los atardeceres y el sol.

***
Elizabeth Schön (Caracas, 1921-2007)

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