jueves, 6 de agosto de 2020

sergio raimondi / tres poemas










¿Qué es el mar?

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El barrido de una red de arrastre a lo largo del lecho,
mallas de apertura máxima, en el tanque setecientos mil
litros de gas-oil, en la bodega bolsas de papa y cebolla,
jornada de treinta y cinco horas, sueño de cuatro, café,
acuerdos pactados en oficinas de Bruselas, crecimiento
del calamar illex en relación a la temperatura del agua
y las firmas de aprobación de la Corte Suprema, circuito
de canales de acero inoxidable por donde el pescado cae,
abadejo, hubbsi, trasnferencias de permiso amparadas
por la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca; ahí:
atraviesa el fresquero la línea imaginaria del paralelo, va
tras una mancha en la pantalla del equipo detección,
ignorante el cardumen de la noción de millas o charteo,
de las estadísticas irreales del INIDEP o el desfasaje
entre jornal y costo de vida dese el año mil novecientos
noventa y dos, filete de merluza de cola, SOMU y pez rata,
cartas de crédito adulteradas, lámparas y asiático pabellón,
irrupción de brotes de aftosa en rodeos británicos, hoki,
retorno a lo más hondo de toneladas de pota muerta
ante la aparición de langostino (valor cinco veces mayor),
infraestructura de almacenamiento y frío, caladero, eso.

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Extraños ruidos en la tolva

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La psicología laboral lo sabe: ante niveles importantes
de exigencia y soledad las formas de protesta alcanzan
grados alarmantes de sutileza. Tan sólo un ejemplo:
el manejo de la soda cáustica es de suma peligrosidad
durante el embolsado y la calidad de los guantes debe ser
más que eficaz. Los operarios de Solvay -Idupa se niegan
a usar el mismo par de un día para el otro, y por allí
o por allá, al final de la jornada, lejos de sí los arrojan.
La empresa presupuestó la compra de doscientos guantes
semanales para los doscientos embolsadores y sin duda
no es lo mismo comprar doscientos que comprar mil.
Por eso ahora cada lunes las manos de caucho se entregan
con un sello interno, y una reglamentación ha fijado
la multa correspondiente a quien los abandone. Es decir: 
ahora los guantes poseen apellido y número de legajo,
pero no la herramienta que el operario como al descuido
desliza en la bolsa de soda en perlas y que el vigilante
deberá dar por perdida con la consiguiente multa para él.
Días más tarde, al realizarse la descarga de los vagones
en el muelle, el responsable de los silos de almacenamiento
oirá primero el golpe seco del hierro, luego el estallido
de los metales con que ha sido construida la hermosa tolva.

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La naturaleza no es un banco

*

Aunque el haz segado de trigo, a la luz última del día,
asemeje su brillo al que tiene el oro, la Naturaleza
no es un banco, y la flexibilidad de la vara no admite
metáfora económica ninguna, salvo cuando restalla.
Y así las grandes cosechas favorecidas por la lluvia
no alcanzaron allá por mil ocho setenta a amortiguar
el déficit provocado por los importantes empréstitos
firmados en Londres que habían permitido extender
el crédito vacante con el que se había creído pagar
la trilladora a vapor. Se importó para exportar, no
para no importar más. Un año o dos sin nubes a la vista
y la trilladora urgida de algún repuesto, y el número 
ingente de la deuda, blancos huesos, seco el junco
del fisco junto al arroyo seco, una escena romántica,
al azar del modélico destino liberal que copia y copia
como la literatura de sus ociosos, mucho, mucho y mal.

***
Sergio Raimondi (Bahía Blanca, 1968)

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