sábado, 15 de agosto de 2020

jean genet / el condenado a muerte













El viento que en los patios arrastra un corazón;
un ángel que solloza suspendido de un árbol,
la columna de azul que envuelve el mármol
alumbran en mi noche salidas de emergencia.

Un pájaro que muere y el sabor a ceniza,
el recuerdo de un ojo dormido sobre el muro
y el dolorido puño que amenaza el azul
al hueco de mis manos hacen bajar tu rostro.

Ese rostro más duro y sutil que una máscara,
más cargado en mi palma que en los dedos del ladrón
la joya que se embolsa, anegado en llanto.
Es feroz y es sombrío y el laurel lo corona.

Es severo tu rostro como el de un monje griego.
Trémulo permanece en mis manos cerradas.
De una muerta es tu boca y rosas tus ojos,
y tu nariz, quizás, el pico de un arcángel.

La brillante helada de un perverso pudor
que empolvó tus cabellos de astros de limpio acero,
que coronó tu frente de espinas de rosal,
¿Qué revés la fundió cuando tu rostro canta?

¿Qué fatalidad, centellea en tu mirada
con despecho tan alto, que el más cruel dolor,
visible y descompuesto decora tu bella boca
pese a tu llanto helado, de una sonrisa fúnebre?

No cantes esta noche “Les costauds de la lune”.
Sé más bien, chico de oro, princesa de una torre
que sueña melancólica en nuestro pobre amor;
o pálido marinero que vigila en la lágrima.

Y a la tarde desciende y canta sobre el puente
entre los marineros, destocados y humildes,
el "Ave María Stella". Cada marino blande
su verga palpitante en la pícara mano.

Y para atravesarte, grumete del azar,
bajo el calzón se empalman los fuertes marineros.
Amor mío, amor mío, ¿Podrás robar las llaves
que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles?

Desde allí siembras, blancos encantamientos,
copos sobre mis páginas, en mi muda prisión:
lo espantoso, los muertos en sus flores violetas,
la parca con sus gallos, sus espectros de amantes.

Con sofocados pasos cruza en ronda la guardia.
En mis ojos vacíos tu recuerdo reposa.
Puede ser que se evada atravesando el techo.
Se habla de la Guyana como una tierra cálida.

¡Oh el dulzor de la cárcel lejana e imposible!
¡Oh el indolente cielo, el mar y las palmeras,
las límpidas mañanas, los crepúsculos calmos,
las cabezas rapadas, las pieles de satén!

Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,
enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.

Un macho deslumbrante tallado en un arcángel
se excita al ver los ramos de clavel y jazmín
que llevarán temblando tus manos luminosas,
sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.

¡Oh tristeza en mi boca! ¡Amargura inflamando
mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,
ya se alejan de mí! ¡Adiós, huevos amados!
Sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente!

¡No cantes más, chico, dejá ese aire apache!
intenta ser la joven de luminoso cuello,
o, si el miedo te deja, el melodioso niño,
muerto en mí mucho antes que el hacha me mutile.

¡Mi bellísimo lacayo coronado de lilas!
inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura
golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
te relata su gesta entre mil explosiones.

Canta que un día tuvo tu cuerpo y tu semblante,
tu corazón que nunca lastimarán las espuelas
de un tosco caballero. ¡Poseer tus rodillas,
tus manos, tu garganta, tener tu edad, pequeño!

Robar, robar tu cielo salpicado de sangre,
lograr una obra maestra con muertos cosechados
por doquier en los prados, los asombrados muertos
de preparar su muerte, su cielo adolescente...

Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo...
las sombras de tabaco, de prisión, de marinos
acuden a mi celda, y me tumba y me abraza
con cargada bragueta un espectro asesino.

La canción que atraviesa un mundo tenebroso
es el grito de un rufián traído por tu música,
el canto de un ahorcado tieso como una estaca,
la mágica llamada de un pícaro enamorado.

Un muchacho dormido solicita las boyas
que no lanza el marino al dormido lunático.
Un niño contra el muro erguido permanece,
otro duerme encogido con las piernas cruzadas.

Yo maté por los ojos de un bello indiferente
que nunca comprendió mi contenido amor,
en su góndola negra una ignorada amante,
bella como un navío y adorándome muerta.

Cuando ya estés dispuesto, alistado en el crimen,
de crueldad cubierto, con tus rubios cabellos,
en la cadencia loca y breve de las violas,
degüella a una heredera tan sólo por placer.

Súbito aparecer de un férreo caballero
impasible y cruel; pese a la hora, visible
en el gesto impreciso de una vieja que gime.
No tiembles, sobre todo ante sus claros ojos.

Del tan temido cielo de los crímenes
de amor viene este espectro. Niño de las honduras
nacerán de sus cuerpos extraños esplendores
y perfumado semen de su verga adorable.

Pétreo, negro granito sobre alfombra de lana,
la mano sobre el flanco, óyelo caminar.
Hacia el sol se dirige su cuerpo sin pecado
y tranquilo te tiende a orillas de su fuente.

Cada rito de sangre delega en un muchacho
para que inicie al niño en su primera prueba.
Sosiega tu temor y tu reciente angustia,
Chupa mi duro miembro como si fuese un helado.

Mordisquea con ternura su roce en tu mejilla,
besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta
el bulto de mi verga tragado de una vez,
¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!

Adora de rodillas como un tótem sagrado
mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas
mi sexo que se rompe, te azota como un arma,
adora mi bastón que te va a penetrar.

Brinca sobre tus ojos; y tu espíritu enhebra.
Inclina la cabeza y lo verás erguirse.
Notándolo tan noble y tan limpio a los besos
te postrarás rendido, diciéndole: “¡Madame!”

¡Escuchame, madame! ¡Madame, voy a morir!
¡La casa está embrujada! ¡La prisión vuela y tiembla!
¡Socorro, nos movemos!¡Unidos llevanos
a tu blanca capilla, Dama de la Merced!

Manda venir al sol; que llegue y me consuele.
¡Estrangula a esos gallos! ¡Adormece al verdugo!
Sonríe maligno el día detrás de mi ventana.
Para morir la cárcel es una pobre escuela.

En mi garganta inerme y pura, mi garganta
que mi mano más suave y formal que una viuda
roza bajo el tejido sin que me conmuevas.
Imprime la sonrisa de lobo de tus dientes.

¡Oh ven, sol hermosísimo, ven mi noche, de España,
acércate a mis ojos que mañana habrán muerto!
Llégate, abre la puerta, aproxima tus manos
Y llévame de aquí rumbo a nuestra aventura.

Despertar puede el cielo, florecer las estrellas,
no suspirar las flores, y, en los prados, la hierba.
Recibir el rocío que bebe la mañana,
Sonará la campana: solo yo moriré.

¡Ven, mi cielo de rosa, mi rubio canastillo!
En su noche visita al condenado a muerte.
¡Arráncate la carne, trepa, muerde, asesina,
Pero ven! Tu mejilla apoya en mi cabeza.

Aún no hemos terminado de hablar de nuestro amor,
aún no hemos acabado de fumar los “gitanes”.
Debemos preguntar por qué razón condenan
a un criminal, tan bello, que empalidece el día.

¡Amor, ven a mi boca! ¡Amor, abre tus puertas!
Recorre los pasillos, baja, rápido cruza,
vuela por la escalera más ágil que un pastor,
más suspenso en el aire que un vuelo de hojas muertas.

Atraviesa los muros, camina por el borde
de azoteas, de océanos; recúbrete de luz,
usa de la amenaza, de la plegaria usa,
pero ven, mi fragata, a una hora del fin.

Se arropan con la aurora los pétreos asesinos
en mi prisión abierta a un rumor de pinares
que la mecen, sujeta a delgadas maromas
trenzadas por marinos que broncea la mañana.

¿Quién dibuja en el techo la Rosa de los Vientos?
¿Quién en mi casa sueña, al fondo de su Hungría?
¿Qué chico ha robado en mi podrida paja
pensando en sus amigos al mismo despertar?

Divaga, ¡oh mi locura!, para mi gozo alumbra
un emoliente infierno repleto de soldados
con el torso desnudo y dorados pantalones;
lanza esas densas flores cuyo olor me fulmina.

De cualquier parte arranca las hazañas más locas.
Desnuda a los chiquillos, invéntate torturas,
mutila a la Belleza, desfigura los rostros
y ofrece la Guyana como lugar de encuentro.

¡Oh mi viejo Maroni!, ¡Oh Cayena la dulce!
Veo los volcados cuerpos de quince a veinte juramentos
en torno al crío rubio que apura las sobras
que escupen los guardianes entre el musgo y las flores.

Un cardo mojado basta para afligirnos.
Solitario y erguido entre tiesos helechos,
el más joven se apoya en sus lisas caderas,
inmóvil y esperando ser consagrado esposo.

Los viejos asesinos se apiñan para el rito.
En la tarde agachados prenden de un leño seco
una llama que roba, rápido, el jovencito
más emotivo y puro que un emotivo pene.

El más duro bandido, de lustrosos músculos,
con respeto se inclina ante el frágil mancebo.
Sube la luna al cielo. Una disputa amaina.
Tiemblan los enlutados pliegues de una bandera.

¡Te arropan con tal gracia tus mohines de encaje!
Con un hombro apoyado en la palmera cárdena
fumas y la humareda desciende a tu garganta
mientras los presos, en danza ritual,

Silenciosos y graves, por riguroso turno
aspiran de tu boca una pizca fragante,
una pizca y no dos, del anillo de humo
que empujas con la lengua. ¡Oh camarada triunfal!

Divinidad terrible, invisible y malvada,
tú quedas impasible, tenso, de metal claro,
sólo a ti mismo atento, dispensador fatal
recogido en las cuerdas de tu crujiente hamaca.

Tu alma delicada los montes atraviesa
acompañando siempre la milagrosa huida
de aquel que se ha fugado, muerto al fondo del valle
de una bala en el pecho, sin reparar en ti.

Elévate en el aire de la luna, mi vida.
En mi boca derrama el consistente semen
que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,
a fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.

Junta tu hermoso cuerpo contra el mío que muere
por darle por el culo a la puta más tierna.
Sopesando extasiado tus rotundas pelotas
mi pija de espada te enfila el corazón.

¡Mírala perfilada en su poniente que arde
y me va a consumir! Me queda poco tiempo,
llégate si te atreves, surge de tus estanques,
tus marismas, tu fango donde lanzas burbujas.

¡Oh, que me quemen, que me maten, almas que yo maté!
Miguel Ángel exhausto, en la vida esculpí,
pero la belleza siempre, Señor, yo la he servido:
mi vientre, mis rodillas, mis anhelantes manos.

Los gallos del cercado, la alondra mañanera,
las botellas de leche, una campana al viento,
pasos sobre la grava, mi celda clara y blanca.
Es alegre la paja en la negra prisión.

¡No tiemblo ya, Señores! Si rueda mi cabeza
en el fondo del cesto con los cabellos blancos,
mi pija para gozo en tu etérea cadera
o, para más belleza, mi pichón, en tu cuello.

¡Atento! Rey aciago de labios entreabiertos
accedo a tus jardines de desolada arena
en que inmóvil y erecto, con dos alzados dedos,
un velo de azul lino recubre tu cabeza.

¡Por un delirio idiota veo tu doble puro!
¡Amor! ¡Canción! ¡Mi reina! ¿Es tu espectro macho
visto durante el juego de tu pupila pálida
quien me examina así sobre la cal del muro?

No seas inclemente, deja cantar plegarias
a tu alma bohemia; concédeme otro abrazo…
¡Dios mío, voy a palmar sin poder estrujarte
en mi pecho y mi verga otra vez en la vida!

¡Perdóname, Señor, porque fui pecador!
Los lloros de mi voz, mi fiebre, mi aflicción,
el mal de abandonar mi muy amada Francia
¿No bastan, Señor mío, para ir a reposar
temblando de esperanza

en vuestros dulces brazos, vuestros castillos níveos?
Señor de antros oscuros, sé rezar todavía.
Soy yo, padre, el que un día a gritar prorrumpió:
¡Gloria al más ensalzado, al dios que me protege,
Hermes del blando pie!

Solicito a la muerte la paz, los largos sueños,
un canto de angelitos, sus perfumes y cintas,
angelotes de lana en tibias pañoletas,
y aguardo oscuras noches sin soles y sin lunas
sobre landas inmóviles.

Esta mañana no es la de mi ejecución.
Puedo dormir tranquilo. En el piso de arriba
mi lindo perezoso, mi perla, mi Jesús
despierta. Y pegará con su dura verga
en mi cráneo rapado.

Parece que a mi lado habita un epiléptico.
La prisión duerme en pie entre fúnebres cantos.
Si ven los marineros acercarse, los puertos
mis durmientes huirán a otra América.

***
Jean Genet (París, París, 1910-1986)
Versión de Lino Mondino

/

Le condamné à mort

*

A la mémoire
de Maurice PILORGE
assasin de vingt ans

Le vent qui roule un cœur sur le pavé des cours,
Un ange qui sanglotte accroché dans un arbre,
La colonne d’azur qu’entortille le marbre
Font ouvrir dans ma nuit des portes de secours.

Un pauvre oiseau qui tombe et le goût de la cendre,
Le souvenir d’un œil endormi sur le mur,
Et ce poing douloureux qui menace l’azur
Font au creux de ma main ton visage descendre.

Ce visage plus dur et plus léger qu’un masque,
Et plus lourd à ma main qu’aux doigts du réceleur
Le joyau qu’il convoite; il est noyé de pleurs.
Il est sombre et féroce, un bouquet vert le casque.

Ton visage est sévère: il est d’un pâtre grec.
Il reste frémissant aux creux de mes mains closes.
Ta bouche est d’une morte et tes yeux sont des roses,
Et ton nez d’un archange est peut-être le bec.

Le gel étincelant de ta pudeur méchante
Qui poudrait tes cheveux de clairs astres d’acier,
Qui couronnait ton front des pines du rosier
Quel haut-mal l’a fondu si ton visage chante?

Dis-moi quel malheur fou fait éclater ton œil
D’un désespoir si haut que la douleur farouche,
Affolée, en personne, orne ta ronde bouche
Malgré tes pleurs glacés, d’un sourire de deuil?

Ne chante pas ce soir les !
Gamin d’or sois plutôt princesse d’une tour
Rêvant mélancolique à notre pauvre amour;
Ou sois le mousse blond qui veille à la grand’hune.

Et descend vers le soir pour chanter sur le pont
Parmi les matelots à genoux et nus tête
L’ave maris stella. Chaque marin tient prête
Sa verge qui bondit dans sa main de fripon.

Et c’est pour t’emmancher, beau mousse d’aventure
Qu’ils bandent sous leur froc les matelots musclés.
Mon Amour, mon Amour, voleras-tu les clés
Qui m’ouvriront ce ciel où tremble la mature

D’où tu sèmes, royal, les blancs enchantements
Qui neigent sur mon page, en ma prison muette:
L’épouvante, les morts dans les fleurs de violette….
La mort avec ses coqs; Ses fantômes d’amants…

Sur ses pieds de velours passe un garde qui rôde.
Repose en mes yeux creux le souvenir de toi.
Il se peut qu’on s’évade en passant par le toit.
On dit que la Guyane est une terre chaude.

O la douceur du bagne impossible et lointain!
O le ciel de la Belle, ô la mer et les palmes,
Les matins transparents, les soirs fous, les nuits calmes,
O les cheveux tondus et les Peaux-de-Satin!

Rêvons ensemble, Amour, à quelque dur amant
Grand comme l’Univers mais le corps taché d’ombres
Qui nous bouclera nus dans ces auberges sombres,
Entre ses cuisses d’or, sur son ventre fumant,

Un mac éblouissant taillé dans un archange
Bandant sur les bouquets d’œillets et de jasmins
Que porteront tremblants tes lumineuses mains
Sur son auguste flanc que ton baiser dérange.

Tristesse dans ma bouche! Amertune gonflant
Gonflant mon pauuvre cœur! Mes amours parfumées
Adieu vont s’en aller! Adieu couilles aimées!
O sur ma voix coupée adieu chibre insolent!

Gamin ne chantez pas, posez votre air d’apache!
Soyez la jeune fille au pur cou radieux,
Ou si tu n’as de peur l’enfant mystérieux
Mort en moi bien avant que me tranche la hache.

Enfant d’honneur si beau couronné de lilas!
Penche-toi sur mon lit, laisse ma queue qui monte
Frapper ta joue dorée. Écoute il te raconte,
Ton amant l’assassin sa geste en mille éclats.

Il chante qu’il avait ton corps et ton visage,
Ton cœur que n’ouvriront jamais les éperons
D’un cavalier massif. Avoir tes genoux ronds!
Ton cou frais, ta main douce, ô môme avoir ton âge!

Voler voler ton ciel éclaboussé de sang
Et faire un seul chef d’œuvre avec les morts cueillies
Ça et là dans les prés, les haies, morts éblouies
De préparer sa mort, son ciel adolescent…

Les matins solennels, le rhum, la cigarette…
Les ombres du tabac, du bagne et des marins
Visitent ma cellule où me roule et m’étreint
Le spectre d’un tueur à la lourde braguette.

«

La chanson qui traverse un monde ténébreux
C’est le cri d’un marlou porté par la musique.
C’est le chant d’un pendu raidi comme une trique.
C’est l’appel enchanté d’un voleur amoureux.

Un dormeur de seize ans appelle de bouées
Que nul marin ne lance au dormeur affolé.
Un enfant reste droit contre le mur collé.
Un autre dort bouclé dans ses jambes noués.

«

J’ai tué pour les yeux bleus d’un bel indifférent
Qui jamais ne comprit mon amour contenue,
Dans sa gondole noire une amante inconnue,
Belle comme un navire et morte en m’adorant.

Toi quand tu seras prêt, en arme pour le crime,
Masqué de cruauté, casqué de cheveux blonds,
Sur la cadence folle et brève des violons
Égorge une rentière en amour pour ta frime.

Apparaîtra sur terre un chevalier de fer,
Impassible et cruel, visible malgré l’heure
Dans le geste imprécis d’une vieille qui pleure.
Ne tremble pas surtout, devant son regard clair.

Cette apparition vient du ciel redoutable
Des crimes de l’amour. Enfant des profondeurs
Il naîtra de son corps d’étonnantes splendeurs,
Du foutre parfumé de sa queue adorable.

Rocher de granit noir sur le tapis de laine
Une main sur sa hanche, écoute-le marcher.
Marche vers le soleil de son corps sans péché,
Et t’allonge tranquille au bord de sa fontaine.

Chaque fête du sang délègue un beau garçon
Pour soutenir l’enfant dans sa première épreuve.
Apaise ta frayeur et ton angoisse neuve,
Suce son membre dur comme on suce un glaçon.

Mordille tendrement le paf qui bat ta joue,
Baise sa tête enflée, enfonce dans ton cou
Le paquet de ma bite avalé d’un seul coup.
Ètrangle-toi d’amour, dégorge, et fais ta moue!

Adore à deux genoux, comme un poteau sacré
Mon torse tatoué, adore jusqu’aux larmes
Mon sexe qui te romp, te frappe mieux qu’une arme,
Adore mon bàton qui va te pénétrer.

Il bondit sur tes yeux; il enfile ton âme
Penches un peu la tête et le vois se dresser.
L’apercevant si noble et si propre à baiser
Tu t’inclines très bas en lui disant: « Madame »!

Madame écoutez-moi! Madame on meurt ici!
Le manoir est hanté! La prison vole et tremble!
Au secours, nous bougeons! Emportez-nous ensemble,
Dans votre chambre au Ciel, Dame de la merci!

Appelez le soleil, qu’il vienne et me console.
Étranglez tous ces coqs! Endormez le bourreau!
Le jour sourit mauvais derrière mon carreau.
La prison pour mourir est une fade école.

«

Sur mon cou sans armure et sans haine, mon cou
Que ma main plus légère et grave qu’une veuve
Effleure sous mon col, sans que ton cœur s’émeuve
Laisse tes dents poser leur sourire de loup.

O viens mon beau soleil, ô viens ma nuit d’Espagne
Arrive dans mes yeux qui seront morts demain.
Arrive, ouvre ma porte, apporte-moi ta main,
Mène-moi loin d’ici battre notre campagne.

Le ciel peut s’éveiller, les étoiles fleurir,
Et les fleurs soupirer, et des prés l’herbe noire
Accueillir la rosée où le matin va boire,
Le clocher peut sonner: moi seul je vais mourir.

O viens mon ciel de rose, O ma corbeille blonde!
Visite dans sa nuit ton condamné à mort.
Arrache-toi la chair, tue, escalade, mords,
Mais viens! Pose ta joue contre ma tête ronde.

Nous n’avions pas fini de nous parler d’amour.
Nous n’avions pas fini de fumer nos gitanes.
On peut se demander pourquoi les Cours condamnent
Un assassin si beau qu’il fait pâlir le jour.

Amour viens sur ma bouche! Amour ouvre les portes!
Traverse les couloirs, descends, marche léger,
Vole dans l’escalier, plus souple qu’un berger,
Plus soutenu par l’air qu’un vol de feuilles mortes.

O traverse les murs; s’il le faut marche au bord
Des toits, des océans; couvre-toi de lumière,
Use de la menace, use de la prière,
Mais viens, ô ma frégate une heure avant ma mort.

«

Les assassins du mur s’enveloppent d’aurore
Dans ma cellule ouverte au chant des hauts sapins,
Qui la berce, accrochée à des cordages fins
Noués par des marins que le clair matin dore.

Qui grava dans le plâtre une Rose des Vents?
Qui songe à ma maison, du fond de sa Hongrie?
Quel enfant s’est roulé sur ma paille pourrie
A l’instant du réveil d’amis se souvenant?

Divague ma Folie, enfante pour ma joie
Un consolant enfer peuplé de beaux soldats,
Nus jusqu’à la ceinture, et des frocs résédas
Tire d’étranges fleurs dont l’odeur me foudroie.

Arrache on ne sait d’où les gestes les plus fous.
Dérobe des enfants, invente des tortures,
Mutile la beauté, travaille les figures,
Et donne la Guyane aux gars, pour rendez-vous.

O mon vieux Maroni, ô Cayenne la douce!
Je vois les corps penchés de quinze à vingt fagots
Autour du mino blond qui fume les mégots
Crachés par les gardiens dans les fleurs et la mousse.

Un clop mouillé suffit à nous désoler tous.
Dressé seul au dessus des rigides fougères
Le plus jeune est posé sur ses hanches légères
Immobile, attendant d’être sacré l’époux.

Et les vieux assassins se pressant pour le rite
Accroupis dan le soir tirent d’un bâton sec
Un peu de feu que vole, actif, le petit mec
Plus élégant et pur qu’une émouvante bite.

Le bandit le plus dur, dans ses muscles polis
Se courbe de respect devant ce gamin frêle.
Monte la lune au ciel. S’apaise une querelle.
Bougent du drapeau noir les mystérieux plis.

T’enveloppent si fin, tes gestes de dentelle!
Une épaule appuyée au palmier rougissant
Tu fumes. La fumée en ta gorge descend
Tandis que les bagnards, en danse solennelle,

Graves, silencieux, à tour de rôle, enfant,
Vont prendre sur ta bouche une goutte embaumée,
Une goutte, pas deux, de la ronde fumée
Que leur coule ta langue. O frangin triomphant,

Divinité terrible, invisible et méchante,
Tu restes impassible, aigu, de clair métal,
Attentif à toi seul, distributeur fatal
Enlevé sur le fil de ton hamac qui chante.

Ton âme délicate est par de là les monts
Accompagnant encor la fuite ensorcelée
D’un évadé du bagne, au fond d’une vallée
Mort, sans penser à toi, d’une balle aux poumons.

Élève-toi dans l’air de la lune ô ma gosse.
Viens couler dans ma bouche un peu du sperme lourd
Qui roûle de ta gorge à tes dents, mon Amour,
Pour féconder enfin nos adorables noces.

Colle ton corps ravi contre le mien qui meurt
D’enculer la plus tendre et douce des fripouilles.
En soupesant charmé tes rondes, blondes couilles,
Mon vit de marbre noir t’enfile jusqu’au cœur.

Oh vise-le dresé dans son couchant qui brûle
Et va me consumer! J’en ai pour peu de temps,
Si vous l’osez, venez, sortez de vos étangs,
Vos marais, votre boue où vous faites des bulles

Ames de mes tués! Tuez-moi! Brûlez-moi!
Michel-Ange exténué, j’ai taillé dans la vie
Mais la beauté Seigneur, toujours je l’ai servie,
Mon ventre, mes genoux, mes mains roses d’émoi.

Les coqs du poulailler, l’alouette gauloise,
Les boîtes du laitier, une cloche dans l’air,
Un pas sur le gravier, mon carreau blanc et clair,
C’est le luisant joyeux sur la prison d’ardoise.

Messieurs je n’ai pas peur! Si ma tête roulait
Dans le son du panier avec ta tête blanche,
La mienne par bonheur sur ta gracile hanche
Ou pour plus de beauté, sur ton cou mon poulet….

Attention! Roi tragique à la bouche entr’ouverte
J’accède à tes jardins de sable, désolés,
Où tu bandes, figé, seul, et deux doigts levés,
D’un voile de lin bleu ta tête recouverte.

Par mon délire idiot je vois ton double pur!
Amour! Chanson! Ma reine! Est-ce ton spectre mâle
Entrevu lors des jeux dans ta prunelle pâle
Qui m’examine ainsi sur le plâtre du mur?

Ne sois pas rigoureux, laisse chanter matine
A ton cœur bohémien; m’accorde un seul baiser…
Mon Dieu je vais claquer sans te pouvoir presser
Dans ma vie une fois sur mon cœur et ma pine!

«

Pardonnez-moi mon Dieu parce que j’ai péché!
Les larmes de ma voix, ma fièvre, ma souffrance,
Le mal de m’envoler du beau pays de France,
N’est-ce pas assez monseigneur pour aller me coucher
Trébuchant d’espérance.

Dans vos bras embaumés, dans vos châteaux de neige!
Seigneur des lieux obcurs, je sais encore prier.
C’est moi mon père, un jour, qui me suis écrié:
Gloire au plus haut du ciel, au dieu qui me protège
Hermès au tendre piéd!

Je demande à la mort la paix, les longs sommeils,
Les chants des Séraphins, leurs parfums, leurs guirlandes,
Les angelots de laine en chaudes houppelandes,
Et j’espère des nuits sans lunes ni soleils
Sur d’immobiles landes.

Ce n’est pas ce matin que l’on me guillottine.
Je peux dormir tranquille. A l’étage au dessus
Mon mignon paresseux, ma perle, mon jésus,
S’éveille. Il va cogner de sa dure bottine
A mon crane tondu.

«

Il paraît qu’à côté vit un épilectique.
La prison dort debout au noir d’un chant des morts.
Si des marins sur l’eau voient s’avancer les ports
Mes dormeurs vont s’enfuir vers une autre Amérique.

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