viernes, 7 de agosto de 2020

luis chaves / cinco poemas












Retrovisor

*

Los bajos no podemos ver lo que viene
pero de lo que quedó atrás soy un experto:

un incendio forestal
y ese metal donde no pegan los imanes.

~

Pensando en usted un día como hoy

*

Tan temprano y desempleado.
Me puse a enhebrar:
el arpón del pulso, la vista
y la memoria.

Pero no quiero remendar las cosas,
no finjamos: del teléfono
lo que más le gustaba
era colgar.

~

Mensaje

*

Llegué antes que el mensaje
a un bar cruzando Atocha
o Alexanderplatz.

Una tarde de oro / una tarde en llamas
haciendo tiempo,
la memoria llena de partes
de otros rompecabezas.

El cuerpo ahí, la mente allá:

cuando entró una coral a la cocina
y vaciamos la pecera para atraparla

los años de nubes quietas,
fuera de la gravedad

la cera de color
sobre el lustre de cumpleaños

y todo lo que crujía
pero en buen sentido
como el contrario de lo malo.

Hacía tiempo y me comí
tu galleta de la fortuna,
decía que
hoy te toca a vos
ponerle la morfina a mamá.

~

¿Tan rápido llegó el 2002?

*

El sonido de los refrigeradores
arrulla a las familias
y creen que es la lluvia
o viceversa.
Para los turistas,
esto que es tu casa
será un video amateur
de palomas que llegan a comer
de sus manos.

No hace mucho tiempo
dormíamos sin soñar
mientras nuestros pies se tocaban.
Sin duda, los primitivos
encontrarían aquí un significado.

Del cine salen los electores
a vivir una película
en que todos son extras
y nada hay en eso de dramático,
como tampoco nada excepcional
en el charco de diesel tornasolado
donde los niños escupen para divertirse.

Allá donde fue tu casa
ya no está la foto blanco y negro
de la hija de un alcohólico.
El árbol que creció con los hermanos
tiene dos iniciales encerradas
en un poliedro
que debió ser corazón.

Llamarnos por nuestros nombres
debería parecernos un milagro
o al menos algo digno
de esas películas para intelectuales.

Herencia de mi madre es hablar poco,
el resto no es culpa de nadie.
Vivo en la que fue su casa
como un turista
y es mi padre ese señor
que alimenta a las palomas.

Nos arrulló varios inviernos la lluvia
o eso queremos creer,
pero es cierto
que dormíamos sin soñar
y que nuestros pies se tocaban.

~

Los otros

*

San José no fue más
que luces a la distancia:
una constelación administrativa
que de noche disimula el subdesarrollo.

El resto, latas vacías de una cerveza
que despreciaron por tibia;
la bombilla insuficiente
de un carro con puertas abiertas;
el sentimiento que, devaluado,
llamamos afecto.

***
Luis Chaves (San José, 1969)

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