sábado, 22 de agosto de 2020

bruno montané krebs / cinco poemas










La boca es un dado negro

*

El torturador encapucha al torturado
y fuera de la cárcel un témpano
comienza a rozar los muros produciendo
un sonido que encaja en cada pulsación
de los voltios que huyen por el cuerpo tendido
o colgado de las barras de un catre oscilante
como un témpano.
Las preguntas quieren revisar una historia,
empotrar los fragmentos que faltan:
y la memoria busca una respuesta que camine
sin peligro por una pradera sin rascacielos
ni chozas, sin vientres desencajados y brazos
y piernas a punto de quebrarse por los golpes.

~

Cruce de lenguajes

*

En tu sueño las palabras serían la superficie
de un mundo con una sola dimensión.
Mientras tu voz es un fondo plano,
un caracol parado sobre una rama quebrada
o un cubo de hielo que en tu mano se derrite.
Sin darte cuenta regresas a la misma
estación de invierno: aquí tus mensajes
sirven para que los niños jueguen a hacer
barquitos de papel, aquí vuestros cuerpos
conviven con bellas estatuas de carne
que juegan a las cartas y gritan.
Y no muy lejos está el bosque
como una santa con hambre que ve huir
a gentes y animales.
Hasta que el arcoíris tenga 13.000 grados
y nos enseñe a hablar y a correr.

~

El temblor de la solución

*

No lo sabemos, pero nos pasamos
la vida entera frente al poema.
Nos pasamos la vida intentando
pensar qué dice el poema
y de repente descubrimos que
a pesar de nuestros esfuerzos
el poema siempre habla de otra cosa.
Durante un instante lo sabemos,
por un momento lo sospechamos,
pero aunque vivamos el poema,
este acaba explicándonos
que él solo tiene trato
con quienes nunca hablan ni se preocupan
de formas, trampas o significados,
que él solo entiende las intenciones
de quienes se pasan la vida entera
frente al temblor y no lo saben.

~

El cielo

*

Un cielo al revés, el cielo
de quienes creen que nada tienen,
el cielo más recóndito, aquel que vive
detrás de todas las vallas,
el del barro y los pies mojados,
el de los sapos y las hierbas podridas.
Para él damos el lento trabajo,
las horas comidas a la noche,
el esplendor de los perdidos.
Por ese trabajo escribimos
poemas inútiles y, mientras soñamos,
nos sumergimos en el futuro.

~

Autenticidad

*

El arte, con su habitual grandilocuencia,
a veces juega a eludir la autenticidad,
quiere convencernos de que su tarea es otra.
Y me digo que todo esto es el trasunto de infinitos
equívocos, desde que Poe y Baudelaire vislumbraron
extraños destellos que asomaban en esa fractura.
Un par de ojos que no sabían si debían o no
sentirse aterrados en medio de la multitud,
las manos vacías, el deseo del sexo,
la dudosa singularidad, los sueños de riqueza,
la ruina de Esparta.
La noche del discurso, la luz que
desciende sobre nuestros sueños.
Esto me recuerda a unos patos mojados,
esto me hace pensar en el lago helado
segundos antes de comenzar a derretirse.
Y me permito imaginar que bajo la luna
ya nada nos faltará; la luna y su fascinante
agujero de luz, la boca iluminada
que desde el cielo nos habla.
Y veo que temblamos y compruebo
que no es el sueño el que duda,
bajo el cielo ahogado por las estrellas
que ya no veremos. Nuestro único terror
es la verdadera desnudez, las manos vacías,
la piel del corazón en el barro
y las futuras cenizas.
Ahora me contradigo, quizá todo
sea inevitablemente fascinante.

***
Bruno Montané Krebs (Valparaíso, 1957)

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