domingo, 15 de octubre de 2017

hernán miranda / un despreciable clochard se apoderó entonces de la palabra













Yo soy el que merodea por ahí
            empujando un carrito de supermercado
Ese que lleva zapatones de obrero de la construcción
            y luce una falda plisada
            y cofia en la cabeza como señora rusa proletaria
De mí se dicen muchas cosas
            y es hora de aclarar antes que sea tarde.
Se dice que yo era un oficinista travesti
            que en las noches salía a rondar vestido de mujer
            y que un día no pudo volver al trabajo porque
            extravió la llave de su departamento,
y que pintado y con peluca fue sorprendido en la calle
            por la salida del sol
            y con el escándalo perdió pan y pedazo.
Una historia edificante a costa mía,
            con moraleja y todo,
            que inventó la multitud de travestis verdaderos
            que viven por acá
Yo sé que me miran detrás de los visillos de las ventanas
            vestidos
            con baby dolls y zapatos de taco alto mientras se
            peinan el bigote y alisan su maletín antes de partir
            al trabajo
Tampoco ha faltado el que inventó la historia
            de que soy un pillo que se disfrazó de mujer para
            robarse el carrito lleno de comida del supermercado
Y tampoco el que ha llegado a sospechar que yo sea un
            detective privado o un Sérpico
encargado de husmear en la basura para conocer detalles
            íntimos
            o averiguar sobre los negocios oscuros de mucha
            gente que pulula por aquí
Más de un niño ha imaginado alguna vez que voy a
            tirar el carrito y con una metralleta en la mano
            saldré persiguiendo a los bandidos
Todos son fantasías, las propias fantasías de los chuecos
            y pervertidos que se concentran en esta ciudad}
            donde ni las ánimas viven tranquilas
            y los desaparecidos no aparecerán jamás
            y los asesinos se ríen satisfechos detrás de la puerta
Soy un intelectual que ha hecho campañas orientadas
            a enderezar los rumbos de la ciudad
y las seguiré haciendo con el ejemplo
            no como un escritor que por aquí que posa de
            gourmet y sueña con ser famoso como Neruda
u otros pretenciosos que conservan hasta sus bacinicas
            esperando que algún día se les haga un museo
Yo ando con mi carrito recogiendo cosas útiles de la
            basura
            Doy testimonio contra tanto comunista
Y no soy travesti, en el buen sentido de la palabra. Digan
            si quieren que soy mitad hombre y mitad mujer.
            Soy la humanidad en movimiento. Pero de maricón
            no tengo nada
Si otros van a París, yo me muevo de Santa Lucía a
            Portugal,
            cruzo por Rosal y Merced, me traslado por Lastarria
            por Villavicencio.

Y no le pido plata a nadie. Ni ando vendiendo pomadas.

Soy un viajero y una viajera, dos en uno que se mueven
            por sus propias fuerzas
            que ni contaminan con humos ni con ruidos.
No me enojo si me comparan con el José y la María
            Pero no aguanto que me tomen para el fideo. Doy
            y exijo respeto.
Tampoco me gusta que me tomen fotos. Soy viajero pero
            no ando tomando fotitos como turista ridículo.

Lo que más me carga son los diarios y la Tele.
            Esos fariseos me merecen que yo entre a azotarlos
            Que les tire lejos sus monedas mugrientas
            ganadas haciendo negocio con las desgracias y
            miserias ajenas
Pero lo peor son las enseñanzas de la Tele
            que han convertido en arribistas
            hasta los mendigos.

***
Hernán Miranda (Quillota, 1941) Bar abierto. Ancud: Ediciones Tácitas, 2005.

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