Amor, al principio
De carne y de oro como un César
Salvaje te cebé;
Íncubo, tu pecho pesaba
Y tu beso agotador
Cansó mi boca.
Luego te vi ensangrentado;
Caminabas, titubeando,
Bajo la escuadra terrible;
Víctima atravesada en el flanco,
A tus pies derramé
Todo el nardo de la tierra.
Te veo pálido y bello:
Tu carne es una antorcha
Hecha de cera y fuego;
Yo abrazo, delicia pura,
Tu cara desconocida,
Idéntica a mi alma.
Y te veré pensativo
En el último arrecife,
Dulce provocador de naufragios,
Sombrío dios sin devotos;
Tus amapolas nocturnas
Me curarán de las rosas.
Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903-Northeast Harbor, 1987)
Versión de Silvia Baron
Fotografía de Louis Monier
No hay comentarios.:
Publicar un comentario