Mamá, no creo en las palabras
gotas de lluvia bajo
la infamia del Ojo postizo.
Me cansa la geometría
de la trenza, el jumper
pegado al cuerpo
a la sala de clases.
Tatuada al control de lectura cotidiano
de unos cuervos sin ojos.
Ser trozo de carne
pasarela y gemido para aquellos bancos
de la plaza atestados
de manadas de ojos erectos
de ladridos.
Me cansa la risa gaseosa, el payaso de turno
el que me ve en la cama
en la cocina limpiando la mierda.
Me cansa que un verso
de amor sea
líquido entre las piernas.
Mamá, vivimos en un reino
de tierra, y sangre.
Prefiero las dimensiones del agua
y que el mundo se evapore
como en un acto de magia
llenar el mundo de magas
que saquen caballos de los sombreros
de las carteras espadas. Descolonizar
el mundo apócrifo. Las plazas, los bancos
las salas de clase.
Arrancar la raíz de los ojos
quedar en posición de esqueleto
para ver el mundo.
En las coordenadas del reino de agua,
las palabras estallan
tan sólidas asoman
como terremotos en las manos.
Es decir, poseen
la fuerza de un golpe de puño
el sonido de un rayo para romper la cárcel que llevamos dentro.
***
Marcelo Gática (Cauquenes, 1976)
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