lunes, 9 de enero de 2023

franco arminio / de "el cuidado de la mirada"










Autocertificación

*

Tiemblo de miedo desde cuando nací
y el temblor no es domesticado.
Me iré sin patrones,
sin socios en la astucia.
Estoy aquí con los hilos todos descubiertos,
escribo y vivo en una hermosa vista,
pertenezco a pequeños asuntos
al viento y a la nieve de mi pueblo.
Soy y seré siempre hermano
de los inquietos, de los inciertos.
Ninguno me salvará
y yo no salvaré a ninguno,
pero es hermoso ser libres y apasionados,
abiertos al soplo de cada cosa:
el alma no es otra cosa
que una rosa.

~

LOS ERRORES. A menudo somos víctimas de los errores. De nuestra parte y de parte de los otros. Podemos pasar tanto tiempo acusando, acusándonos. No es un tiempo bien empleado. Debemos considerar que en el error hay una energía de la reparación. Y va usada toda. Sin el error no habría existido esa energía. Tal parece ser que la vida casi para avanzar necesitaría del empujón del error. Y si pensabas haber dado lo mejor en una cierta tarea, te das cuenta que tras el error te vino un cuidado mayor, un clamor que dilata la vista y te deja ver el pelaje que está en cada segundo, el clamor que resiste también en los silencios más grandes. No debes bendecir a los errores, no los debes buscar. Simplemente cuando vienen debes recogerte y volcarte a un trabajo bueno, para ti mismo o para los demás. Los errores no quieren enseñarte nada y no puedes enseñar nada a los demás. Quien te enseña algo es el tiempo que pasa. A ciertos errores, diez años atrás, los habría usado de un modo peor. El tiempo que pasa te ayuda a entender que la vida se mueve en desorden y, a veces, puedes encontrarte en medio del desorden o puedes ser quien lo produzca. Si lo piensas, llegarán las fuerzas para limpiar de nuevo, para hacer el bien que todavía no has hecho. 

~

Los milagros

*

Cuando ningún ser humano
te busca
acaricia un árbol
bebe de una fuente
mira las cosas que están en el mundo
como si tu mirada pudiese salvarles.
Sal, camina
recuerda que antes de morir
puedes hacer cosas imposibles,
impensadas.
Los milagros han vuelto.

~

EL CUIDADO DE LA MIRADA. El cuidado que propongo es el cuidado de la mirada. Estoy convencido que muchas enfermedades entran por los ojos y a través de las palabras. Las cosas que han sido dichas, las miradas que hemos sufrido son, igualmente, agentes patógenos externos poderosos que pueden transitar por el aire o la comida. No estamos en un lugar por derecho propio, pertenecemos a la comunidad de todas las presencias, aquellas visibles y aquellas invisibles. Se puede desconocer la física cuántica, se puede desconocer la química, pero nosotros estamos antes que cualquier trozo de naturaleza, somos apariciones misteriosas, y el misterio también tiene relación con nuestra ausencia del mundo. 
    Al punto que hemos llegado, debemos reconocer una cosa: somos demasiados y demasiado invasores respecto a las demás criaturas del planeta. Nuestro modo de procurarnos el alimento tiene rasgos ampliamente inhumanos: es necesario cambiar inmediatamente nuestros hábitos y discutir con quien no quiere hacerlo. No se puede decir que comer tanta carne y producir armas sean altas conquistas de civilización. Si queremos estar juntos en la casa del mundo, no podemos dar por descontado que un gerente deba ganar quinientas veces más que un obrero. Si queremos poner la salud de las personas al centro del nuevo mundo, entonces debemos librar una batalla seria contra la contaminación de la tierra, del aire y del agua, contra la concentración urbana y el desierto rural.
    Pero este cuidado al escenario del planeta debe estar acompañado de una revolución en el modo de percibir y percibirse. Un ser humano debe ser un espacio sin límites, capaz de confiar en una mariposa y en un agujero negro. Si en los próximos decenios no construimos un mundo de personas que amen leer, que amen escuchar, que sepan amar las diferencias entre los lugares y las criaturas, quiere decir que ya habremos caído en una suerte de fascismo global donde no tendremos un guía, sino miles de individuos en camisa negra, listos para cazar a los distraídos, a los soñadores que no respetan las reglas.

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CARTAS DE AMOR. La encuentro cada día en un bar. A las seis de la tarde, la hora en que a esta pequeña ciudad llega la niebla y que la acompaña hasta las primeras horas del día. Hablamos de los deseos que no hemos cumplido, solo de esto. Ella me dice los suyos y yo los míos. Ella parece venir desde bosques cerrados. Ninguna señal de actualidad cuelga de las mejillas de su rostro. Fuera del mundo ha casi acabado de esperar. Ella bebe su té y yo mi chocolate.
    La realidad es un cerco inflexible, lo sé, pero encontrar una mujer no es para mí ordenarme, sino romper el cerco. Ella me saluda cada vez con un besito en la boca cerrada y con esta frase: no agrandes las promesas que nos estamos haciendo.
    Hay seres que tienen una punta fina, no pueden hacer lo que quieran con sus cuerpos, sino que en el entorno a sus cuerpos. La veo para mirarla. El amor es, antes que nada, hacer un buen cine, grabar las escenas memorables. Miro si todavía puede provocarme algún deseo inédito, miro porque el deseo se manifiesta siempre con una escena, se compone siempre en un cuadro. A veces no hablamos. Ella escribe cualquier cosa para mí y yo escribo cualquier cosa para ella. Cartas de amor escritas con el cuerpo amado delante de nosotros. La espera por leerlas es hermosísima. 

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PARA HACER UN PUEBLO. Si queremos un pueblo debemos saber que para construir uno debes tener huesos y mucho aliento desperdiciado. No lo construyes con el turismo ni con el progreso. En este caso, haces un negocio, una habitación para adolescentes. Un pueblo es un lugar viejo, te nieva encima incluso en agosto, te vuelve solo e introvertido hasta en la más hermosa de las fiestas. En un pueblo no te das cuenta cuando eres feliz. Él tiene la tarea de no hacértelo notar, ni siquiera hacerte notar el bien que te llega; él te debe hacer pobre de miradas, te hace sentir como una mosca sobre una serpiente dormida. No estás en un pueblo si no estás varado, si no eres quien carga repetitivamente y que deja un peso por otro sin posar. Nadie en un pueblo está verdaderamente quieto, nadie reposa.

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CONTRA EL MIEDO. Las pasiones, aquellas íntimas, aquellas civiles, aumentan las defensas inmunitarias. Ser entusiasta por alguno o por cualquier cosa defiende contra muchas enfermedades.
    Estar callado cada cierto tiempo, mirar más que hablar.
    Entender que estamos sumergidos en el universo y que no podríamos vivir sin las plantas, aunque las plantas permanecerían en el mundo sin nosotros.
    Saber que la vida comercial no es la única vida posible, también existe la vida lírica.
    Hasta que tienes algo decisivo en tu vida resulta muy difícil que puedas morir. La muerte tiende a entrar en juego cuando, en cierto modo, ya le has aplanado el camino.
    Saber que el cuidado, antes que la medicina, viene de la forma que damos a nuestra vida. Para huir de la dictadura de la época y a sus males se necesita estar atentos, ser rápidos y ligeros, exactos y plurales.

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INVESTIGAR EL DOLOR. Yo estoy aquí para investigar el dolor, para hacerlo salir, para comerlo y luego escupirlo. La literatura es dolor comido y escupido, el resto son orquestitas, el resto no tiene la dignidad de un diálogo entre el vaso y su polvo, entre las tejas y el viento que intenta botarlas en el aire, entre la rama y el insecto. Nuestros asuntos no valen más que la manilla de una puerta ni más que el taco de un zapato abandonado. Las cosas son más gloriosas que nuestras palabras. Nosotros que hemos inventado diablos y santos, nosotros que tenemos la misma imaginación que un charco, el mismo impulso de un corcho, la misma sabiduría que un puñado de sal, la inteligencia de una ampolleta fundida. Las cosas son más gloriosas que nuestras palabras.

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Franco Arminio (Bisaccia, 1960) La cura dello sguardo. Nuova farmacia poetica. Firenze: Bompiani, 2020.
Versiones de Nicolás López-Pérez

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