Las manos entregadas
*
El insinuante almizcle de las bramas
se esparcía en el viento, y la oportuna
selva estaba olorosa como una
mujer. De los extraños panoramas
surgiste en tu cendal de gasa bruna,
encajes negros y argentinas lamas,
con tus brazos desnudos que las ramas
lamían, al pasar, ebrias de luna.
La noche se mezcló con tus cabellos,
tus ojos anegáronse en destellos
de sacro amor; la brisa de las lomas
te envolvió en el frescor de los lejanos
manantiales, y todos los aromas
de mi jardín sintetizó en tus manos.
~
Amor eterno
*
Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarte bajo su oro muerto
violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echará en la llama.
Leopoldo Lugones (Villa de María, 1874-Tigre, 1938)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario