lunes, 30 de enero de 2023

víctor hugo díaz / cuatro poemas













Lugares de uso

*

La noche promete no pasar
Salimos a buscar la dosis exacta de lucidez química
En eso gastaba el tiempo que no daba a los suyos

Construyeron un complejo deportivo
sobre nuestro territorio apache
Nadie ha venido esta temporada
(los corrieron a todos)
Ni el conocido de los árboles y la espesura de la noche
siempre atento a la llegada de sus invitados furtivos

la hoja seca que se quiebra a sólo unos metros

Agita la mano dentro del bolsillo
como se manipula un juguete nuevo
El mismo viejo felino que se lame las ingles
que atesora lo que ve y desaparece
al momento en que un perro muerde el vacío
dejado por su cuerpo al huir hacia las ramas

Se queda ahí, arrimada la espalda al tronco de metal
Único fruto luminoso reventado a pedradas.

~

La vejez chilena

*

Todo lo que falta es parte de la felicidad,
en un país de oportunidades

Su primera hembra fue una dálmata
que no nació en Europa
Es cierto, tenía tez blanca
pero con manchas negras y lengua.

Siempre pensó que llevar una bitácora
no valía la pena, un privilegio entre las manos sucias
el gran tumor benigno.

Mejor conservar las cosas en las manchas del mantel
y en sus quemaduras
Las quemaduras conservan mejor los días.

Todo sucede a la vuelta de la esquina
Primero pasa a la vuelta de la esquina
y a su tiempo, hay que contar casi hasta cien
y salir a buscar

Como esa carga de escombros
afuera de la casa en remodelación
Donde no basta con expulsarlos
Hay que pagar para que se los lleven.

El armisticio es siempre rotundo y desechable
Es ver a todo un ejército joven rendirse
entre las ruinas escarchadas de una ciudad enemiga
Un intercambio de banderines y regalos
que se devuelven con violencia
a su verdadero dueño
buscando un puesto más favorable
desde dónde negociar

un lugar cómodo entre los colores del arco iris
que se forma
en la última lágrima, justo antes de caer
mirando este sol de invierno
bailando en medio de un desierto lleno de amigos.

Él siempre decidió con los órganos

Sentado en el living de esa casa no ve pasar a nadie.

Es sólo un amnésico crónico con pasado
que no lleva nada en los bolsillos que valga
Sólo la condena a olvidarlo todo
y ser olvidado.

Afuera el viento mueve las nubes

Parece cambio de estación

Su primera hembra fue una perra dálmata, tenía lengua
Alguien lo dijo, quién lo dijo
De qué hablábamos.

~

Librería quemada

*

Los recuerdos como los libros
se pueden ordenar en estantes y repisas
clasificarlos por tema, por edad, por dolor.

Primeras ediciones que quedaron impresas
con lágrimas
mentiras, colores y sonrisas.

Con el paso de los capítulos
las voces y los personajes han ido cambiando
sucedió en tan poco tiempo
como un silencio hablado a señas
o las últimas palabras del muerto
dirigidas a un vivo que acaba de nacer.

El acuario estaba lleno de agua esa noche
pero seco de peces
donde solo se escuchaba el ruido áspero
que hacen los billetes al ser contados.

No pudo escapar del incendio

Así lo encontraron, nada en las manos
ningún recuerdo
sólo cenizas y dinero quemado.

~

La invención de los amigos

*

Los extraños que conocemos
son cada vez más jóvenes

Es igual para todos, una calle lateral
batiendo los brazos a distintas velocidades
pero siempre cuesta abajo
Afluentes de una misma inundación.

El mendigo se sienta al lado y hace picar el cuerpo
Interrumpe el viaje con sólo tocar sus cabellos

La ciudad se muestra teñida al forastero
pero oculta su negra vellosidad
Siempre es mejor una vida larga llena de suturas
de espacios en blanco –cuando todo lo hecho es un error
pero un error bien hecho–
Porque nunca dejas esa casa... la casa te deja.

Durante la noche ensancharon la calle
En el paradero reseco bajo el sol
la sombra del camión se detiene, se orina
y deja su huella
Las antenas de televisión son una especie
casi extinta sobre los techos
Escucha el esfínter dentado de su boca, escúchalo
una fiesta sin música y mucho ritmo.

Al otro lado de la puerta una procesión de evangélicos
corta la luz de la tarde; hace rato que partieron
Un fuerte viento baja seco y desconocido
resistiendo a cuantos caminan
Nadie sabe cuándo vendrá la próxima ráfaga
Igual al condenado protegido y cómodo
conectado a una maquinaria que no maneja
ignorante del momento de su ejecución.
Se sienta al lado y hace picar el cuerpo

El tañir de la botella desechable en la pisadera nos distrae

A su edad solo pensaba en cama y sábanas limpias:
cosas que suceden en el momento justo.

Se movía en la cabeza como un balazo
siguiendo el rastro de la noche anterior

la ruta de desperdicios sobre la alfombra.

***
Víctor Hugo Díaz (Santiago de Chile, 1965)

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